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A dos años de su partida, Mamá Zoila Espinoza recibió un homenaje en la Universidad Andina

27 de septiembre, 2019

Pensamiento en movimiento es el nombre con que se rindió homenaje a Mamá Zoila Espinoza Minda, la reina de la bomba de El Chota. Este emotivo encuentro fue organizado por el Área de Letras y Estudios Culturales y su programa del doctorado de Estudios Culturales Latinoamericanos, dirigido por Catherine Walsh.

Con las sillas formando un círculo, el centro del Salón Espejo fue el espacio que se llenó de música, palabras, ritmo, colores y sanación, entre los 200 asistentes.

Al iniciar el homenaje, Walsh se dirigía a Jacqueline Pabón, una de las hijas de Mamá Zoila y también parte de la comunidad universitaria; es funcionaria del Área de Letras y Estudios Culturales, y estudiante de la Maestría en Gestión Cultural.

En sus palabras, Catherine Walsh decía que “mamá Zoilita no es solamente baile. Ella era una mujer de mucha sabiduría, de mucho pensamiento y de muchos conocimientos. Esta noche celebramos eso también.”

Canto, baile y versos fueron parte de la noche. Las cantoras del Chota, grupo al que Mamá Zoila perteneció toda su vida, también se hicieron presentes. Vestidas de blanco y de pie, cantaron frente a su retrato, las salvas que habían compartido con ella. 

Catherine Walsh tomó el micrófono y dijo: “La Mamá Zoilita está acá. No sé si ustedes escuchan también su voz, con las cantoras. Y sigue cantando, pero también sigue bailando. Entonces, invitamos a Teodoro Méndez y su hermana María a acompañarnos”.

Las primeras notas fueron interrumpidas. Teodoro Méndez también quiso dedicar sus palabras a quien fue su pareja de baile durante años.  “Ella era mi segunda madre. Mamá Zolita nos hacía alegrar a todos con su sonrisa, su carisma, su personalidad, y sobre todo la destreza que ella tenía cuando bailaba”.

Luego de contar cómo la conoció durante un concurso de baile de bomba en El Chota, dijo: “Ya son dos años de su partida, pero sinceramente ese legado me ha dejado a mí, y quiero compartirlo”. Entonces, sonaron las notas de una bomba cuya letra también canta a Mamá Zoila.

El ritmo contagió a los presentes, quienes salieron también a bailar. Aplausos, risas, silbidos alentaban el baile típico del valle de El Chota, con una botella en la cabeza. El baile continuó también con la interpretación musical en vivo del grupo Ochún, cuya cantante es Farina Clavijo: guitarra, tambores y voz fueron acompañados por tres bailarinas, con vestidos coloridos entre blanco, azul, verde, amarillo y rojo.

“A una mujer como ella no se puede llorar su muerte, sino aplaudir su vida”, dijo Lindberg Valencia, integrante del grupo, pidiendo aplausos a los presentes. Trajimos todos los tambores, pero sobran tambores y faltan músicos. Entonces, invitó de entre los asistentes, a que se unan a tocar juntos”.

Luego de esta sección musical, fue momento para la intervención de José Chalá, asambleísta, y estudiante del doctorado de Estudios Culturales Latinoamericanos. Dedicó sus palabras a quien fue su amiga cercana en los últimos 15 años. “Mi novia eterna, en un mes de octubre -mes de  conmemoración de la existencia cimarrona en Ecuador- con una gran sonrisa que caracterizó su vida, se me acercó, de manera maternal dijo ‘novio, no les dirá nada a la Jacquie y al Huguito que me vio bailando. Ellos quieren cuidarme porque ya me canso, pero a mí me gusta bailar la bomba, voy a morir bailando”.  Sus palabras brotaban del sentimiento. Amigos, familiares, y demás asistentes, siguieron palabra a palabra, mientras veían una serie de fotos de ella que se proyectaban en una de las paredes del salón.

José Chalá comprendió que Mamá Zoilita partía al mundo de los orishas, de los ancestros. “Me confió también uno de sus propósitos: quiero que al Chota le conozcan más”. Entonces, resaltó la alegría y energía de la reina de la bomba del Chota. “Mamá Zoilita, mi novia eterna, cuando bailaba la bomba, lo hacía con firmeza y delicadeza, pero bien acompasada hacía que resalte toda su belleza corporal  y motriz, expresando con su cuerpo potentes discursos cimarrones, libertarios, decoloniales interpelando a las autoridades”.

En medio de la emoción, Irma Bautista, una de las asistentes, leyó un poema que escribió dedicado a Mamá Zoilita. De esta manera se abrió un momento para compartir recuerdos, y dedicatorias. Jacqueline Pavón invitó a todos a participar. Entre quienes intervinieron, habló el profesor Enrique Ayala Mora, quien resaltó que ella tenía un pensamiento de identidad, repetía sistemáticamente ‘soy negra del Chota’, señaló Ayala Mora. “Tenía un profundo pensamiento feminista, a su manera. Tenía un feminismo radical que reivindicaba lo que era ella”.

Enrique Ayala Mora también resaltó que Mamá Zoila, “cuando estaba de fiesta, estaba cumpliendo un ritual de reencuentro con sus antepasados y testimonio de que la ritualidad de la fiesta no son solamente un divertimento, sino un elemento sagrado”, y que “el rasgo más importante de su pensamiento era la libertad”.

Luego de algunas intervenciones que evocaban la memoria de la reina de la bomba, otra de las asistentes, Ofelia Lara, embarcó a los presentes en un ritual de homenaje y despedida en cochita amorosa, rememorando las enseñanzas que recibió ella de Mamá Zoila.

“Ella era un matiz de colores, de sabores, de alegría, de tristeza. Yo misma pensaba que no se entristecía nunca. A ella yo le vi triste cuando falleció mi mamá. Yo estaba fuera de mí. Por eso es que quiero devolver esa conciencia a sus hijos, porque ella me devolvió la conciencia”, contaba a los presentes.

Un pañuelo colorido en el suelo, velas encendidas, pétalos de rosas de distintos colores. Esta era la mesa ritual para esta ceremonia. Ofelia Lara continuaba con su narración. Mamá Zoila le había acompañado a despedir a su madre, y le había dicho que “si no le deja ir a su mamá, usted va a estar triste. ¿Pero sabe cómo tiene que dejarla ir? Tiene que dejarla ir haciendo lo que ella hacía. Porque usted queda muy mal. Y ella ya se fue. ¡Qué sabias palabras!”

Amigos y familiares seguían con atención el relato. Ofelia llevaba una chalina amarrada en la cintura, formando un bolsito para guardar una botella. Así se había preparado, reproduciendo cada detalle que había aprendido de Mamá Zoila, aquella vez en que murió su madre. “No vamos a sentarnos a llorar, porque la muerte es un vaso que se derrama y no se puede recoger más. La ritualidad, el saber, la esencia. Ellas eran sabias. Aquí en la chalina estaba todo su saber. Nos sentamos en cochita amorosa. Le voy a poner algo para que usted absorba, tenga paz y le dije ir”.

La voz de Ofelia transmitía su amor, respeto y cariño. Y ese respeto también a los ancestros y al ritual al que estaba llamada a hacer. “Devuelvo lo que ella me hizo a mí, devuelvo a ustedes. Y ella me dijo, mantearase así. Sacó de su chalina una botellita chiquita. Con la chalina me manteó, y me dijo, déjele ir”.

Mientras pasaba la chalina por el retrato de Mamá Zoila, comentaba: “no saben lo hermoso y lo lindo que sentí yo, y eso es lo que quiero que ahora sientan ustedes. Eso les va a servir para que respiren, le dejen ir a Mamá Zoilita, y queda en ustedes la responsabilidad de hacer lo que ella hacía”.

Entonces, uno a uno llamó a los hijos de Mamá Zoila para colocarles los azares, los pétalos: Eudosia, Eliza, Jovita, Carmen, Hugo, Zoilita y Jacqueline. “Hoy he cumplido como ella ha cumplido. Aquí estamos en cochita amorosa, en palenque”, exclamaba con énfasis en su voz.

Teodoro Méndez se unió al ritual para ofrecer un baile con la botella en la cabeza, alrededor de los pétalos de rosa y el retrato de Mamá Zoila y su sonrisa, que también podía verse en las fotos que seguían proyectándose.

STR