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ONG CARE aplicará HESTAG, una herramienta diseñada en la Andina que permite evaluar procesos de transición agroecológica desde una perspectiva de las 4S de la vida

28 de febrero, 2023

Doris Guilcamaigua, del Área de Salud, desarrolló HESTAG, una herramienta que permite evaluar procesos de transición agroecológica desde una perspectiva de las 4S de la vida: la sustentabilidad, la soberanía, la solidaridad y la bioseguridad.

A través del podcast “Más allá del campus”, producido por la radio universitaria Voz Andina Internacional, la ONG CARE conoció sobre esta investigación que ahora la aplicará en el trabajo de campo, bajo la guía técnica de nuestra investigadora.

Esta herramienta es el resultado de un trabajo sostenido que se inició desde el 2018, cuando Doris Guilcamaigua se vinculó al Área y del Centro de Investigación y Laboratorios para Evaluación del Impacto en la Salud Colectiva (CILABSalud), al tiempo que cursaba su doctorado en Salud Colectiva, Ambiente y Sociedad, cuyo título obtuvo 2022. No obstante, su interés por evaluar los agroecosistemas y los modelos agrarios surgió años atrás, durante sus 12 años de experiencia docente y de investigación en comunidades de Cotopaxi y Chimborazo.

Oriunda de Cotopaxi, Guilcamaigua ha buscado articular los saberes ancestrales de los pueblos con los aportes de la academia crítica. De esta manera, con el apoyo del Comité de Investigaciones de la Universidad, se adentró en esta investigación, con la motivación de promover un proceso de transformación de los agroecosistemas y los modelos agrarios, con base en los saberes ancestrales, en contraparte al modelo de agricultura industrial.

La herramienta desarrollada como resultado de su investigación en el marco de la innovación metodológica del CILABSalud fue validada en su momento. Y ahora será aplicada por CARE, en el contexto de su proyecto “Mujeres rurales andinas productoras frente al cambio climático”, que acompaña procesos de formación y producción agroecológica en comunidades rurales de Cotopaxi, Chimborazo y Bolívar.

Como punto de partida e inicio de un proceso de vinculación con la colectividad, en febrero dirigió un taller a técnicos y estudiantes universitarios que participan de la implementación del proyecto de CARE.

Presentamos una entrevista con Doris Guilcamaigua acerca de esta investigación.

Al iniciar tu investigación, ¿cómo encuentras el estado de la cuestión de la evaluación de modelos agrarios que mencionas?

La dimensión académica de la investigación -en la que se evalúan procesos, acciones y programas en el campo de la agricultura, y con base en la que se generan políticas e inclusive currículums para el pregrado y posgrado- aún mantiene un enfoque productivista, limitado a un paradigma de desarrollo economicista.

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Es decir, únicamente centran el interés en el proceso productivo y sus resultados, sin reconocer la complejidad de los espacios agrarios. En ello, y siempre ligados a un progreso de tipo lineal, promueven la evaluación reduccionista de la productividad. Se impulsa en los procesos de la agricultura una racionalidad de tipo instrumental, en la que no importan los medios que se utilizan para llegar a elevar la eficiencia del producto obtenido frente a los insumos invertidos, todo esto, con fines de acumulación.

Durante todos estos años que hemos estado convencidos del paradigma del desarrollo economicista –años 60, 70, 80- los modelos evaluativos rayaban en ese conjunto de preceptos.

Entonces, a partir de eso, quizá en los años 90, viene una segunda fase de la investigación evaluativa en la agricultura, adscrita al paradigma del desarrollo sustentable. Se considera importante integrar los factores ambientales, factores sociales y factores económicos. Una triada articulada hacia la generación de la productividad en la agricultura. No se ha roto el reduccionismo, sino únicamente se ha hecho una articulación trifactorial que no nos ha llevado a encontrar esta lectura de la complejidad agraria.

En adelante, ha habido procesos transicionales evaluativos muy interesantes en los que se insertan las metodologías de evaluación agroecológica que integran una multiplicidad de variables agronómicas, ambientales, sociales, pero quizá aún de una manera reduccionista centrada en el espacio de cultivo y en el logro de la productividad. Sin embargo, desde ahí se han generado herramientas súper importantes como los instrumentos que permiten evaluar cuáles son los cambios que ocurren en los agroecosistemas. Ese bagaje fue el punto de partida para articular los elementos innovadores de esas herramientas y pretender generar una alternativa.

Las propuestas de la academia que promueven la agroecología han encontrado su auge en las universidades Wageningen, AgroParisTech y la Universidad de Córdova, en Europa. Así como Davis, en Estados Unidos, y en el Sur, varias universidades en México, Argentina, Colombia, Chile y Perú. Sus metodologías de evaluación en agroecología y los procesos de transición son un componente importante.

Desde la Universidad Andina Simón Bolívar, la propuesta fue integrar dimensiones en torno a la transdisciplinariedad que propone la epidemiología crítica y la salud colectiva latinoamericana. Así, se articularon criterios desde la ecotoxicología, la geografía y el pensamiento andino a la evaluación agroecológica para proponer la transición, para proponer el cambio.

Se ha hablado del factor social, pero como un conglomerado abstracto. Pero ya cuando hablamos de salud humana, es algo mucho más aterrizado. Qué es lo que estamos consumiendo, pero también qué es lo que nos afecta desde los insecticidas, y tóxicos que se utilizan en los cultivos.

Totalmente. Es un articular y mirar que no solo es el espacio de producción como tal, sino mirar toda la dimensionalidad de los modelos agrarios insertos en los sistemas agroalimentarios. Es decir, las formas en cómo producimos, cómo consumimos, cómo distribuimos, cómo transformamos, y cómo es la fase de excreción; qué devolvemos a la madre tierra. Si estos procesos son saludables, protectores o contaminantes y destructivos para la naturaleza, y para los humanos.

Es mirar en esa complejidad la salud como un proceso multidimensional, que se genera en un entramado en el que se integra la espacialidad agraria, el trabajo, la organización, la cultura y las relaciones ecológicas. E insertar la mirada desde los saberes ancestrales vitales de los pueblos que han permitido una supervivencia milenaria y que siguen vigentes, y que, sin embargo, se encuentran en menoscabo, cuando se ignora la agricultura campesina ancestral, que puede ser una base para proponer un cambio, una transición agroecológica hacia una agricultura para la vida.

Ahí entran las 4S

Ahí entran las 4S, como una propuesta de considerar la evaluación más allá de los efectos en la productividad; de hacerla desde una ética de la vida, siendo ésta una propuesta del científico ecuatoriano Jaime Breilh, quien me acompañó como tutor de la investigación doctoral.

Es evaluar desde una racionalidad comprehensiva, mirando los efectos, consecuencias y subsecuencias de las acciones como dice Karl Apel, de la Escuela de Frankfurt.

Decimos, principalmente: dejemos de evaluar la productividad con esta mirada economicista; empecemos a evaluar para defender la vida. Dejemos de evaluar para la acumulación de capital; evaluemos para transitar hacia los modos de vida saludables, solidarios, soberanos y sustentables, las 4S.

¿Cómo lograr revertir en estos otros espacios este tipo de pensamiento?

De eso se trata; desde la academia crítica existen propuestas como el triángulo de acción, que propone la salud colectiva, inspirado en Matus; desde donde es materialmente posible dar pasos hacia la transformación y hacer un cambio social agroecológico, con reformas en lo técnico, productivo, social, ético y político.

Es posible hacerlo. ¿Cómo? Desde la articulación de un bloque social de pueblos afectados y motivados al cambio, proyectos estratégicos en torno a los desafíos respaldados por decisiones políticas y, finalmente el bagaje de conocimientos e instrumentos científicos. Este último se logra solo con la integración de la tríada investigación, vinculación y docencia.

Este triángulo de acción es posiblemente un punto de partida para problematizar y buscar soluciones en territorio junto a los actores, generando conocimiento y revalorizando el conocimiento presente. Se puede así dar pasos, desde lo micro hasta lo macro; desde la unidad productiva, hacia el metabolismo social en su conjunto, de una forma práctica y de praxis replicable.

HESTAG es una iniciativa, un instrumento que deviene de un proceso de investigación y que pretende aportar a ese triángulo de acción; es ese esfuerzo de la academia, junto al pueblo durante estos años, donde varias de las dimensiones, criterios e indicadores de la herramienta han sido trabajadas con los propios actores en sus espacios productivos, observando y escuchando con paciencia.

Y los productores también con esa receptividad de poder encontrar que hay innovaciones y elementos de la academia que se pueden tejer junto a sus conocimientos para generar una herramienta que sea práctica, manejable; que aporte a la comprensión del movimiento de procesos en sus unidades productivas insertas en los escenarios agrarios.

Esta herramienta permite hacer seguimiento en el tiempo a los cambios que puedan ocurrir en las fincas; permite establecer comparaciones y umbrales de cambio. Con base en ello, posibilita la generación de elementos que aporten a perfilar lineamientos de política pública. Se proyecta que pueda ser usada por técnicos, agricultores, investigadores y estudiantes.

En ese sentido, ya que esta herramienta va a estar siendo trabajada por investigadores universitarios en el marco de un convenio entre el gobierno local de las provincias de la Sierra Central, la ONG CARE y la academia local, junto a nuestro acompañamiento a través de la capacitación, nos brinda esa posibilidad de que esta propuesta pueda seguir fortaleciéndose.

Este proceso de investigación en el que se usará HESTAG está articulado a las escuelas de agroecología implementadas por CARE en Cotopaxi, Bolívar y Chimborazo, que podrían permitir la posibilidad de hacer investigación participativa, crítica e intercultural, y a la vez -con los hallazgos- interpelar al gobierno local a que se creen ordenanzas para la transición, para el escalamiento de la agroecología. Este proceso hace parte de una devolución o restitución respetuosa, descentralizada y multidireccional de los resultados de la investigación.

STR