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ENTREVISTA | La mejor retribución es tener lectores: Andrés Cadena, premio Miguel Donoso Pareja

30 de octubre, 2020

 

Por Sofía Tinajero Romero

Andrés Cadena, graduado de la Maestría de Estudios de la Cultura, mención Literatura, hace pocas semanas ganó el premio Miguel Donoso Pareja 2020. Su libro de cuentos Camino errado fue el seleccionado por el jurado.

Cinco cuentos reunidos luego de un trabajo pausado y alternado con otros textos, presentó bajo un título que rinde homenaje a Blanca Varela, escritora que estudió a profundidad en una de las asignaturas de la maestría.

Este premio, que no es el primero, llega después de 20 años de dedicarse a la escritura, y a la lectura. Por ello, uno de los espacios centrales de su casa es el cuarto de estudio, con un escritorio amplio y libreros en tres paredes, algunos aún con espacio para albergar nuevos títulos. No tiene autores ni géneros de preferencia, pero sí la curiosidad de descubrir historias y dejarse sorprender por nuevas lecturas.

Quizás por ello reserva un separador de páginas para cada libro. Nunca reutiliza un separador. Y aquellos de modelos o materiales especiales que ha recibido como regalo de sus amistades, los reserva para los libros que más le han gustado.

A propósito del premio, Andrés Cadena responde unas breves preguntas.

¿Desde cuándo te propusiste dedicarte a la escritura?

Escribo más o menos unos 20 años. Es una actividad bastante cotidiana para mí, irrenunciable y que es paralela al resto de cosas que me ocupan el tiempo y todo lo que he vivido. Siempre convivo y he convivido con la lectura y la escritura. Para mí son un mismo ámbito, el ámbito literario, de mucho disfrute y mucho goce.

¿Tienes predilección por algún género en específico?

Es una relación cambiante o aún en formación. Ha cambiado mi manera en cómo me acerco a la escritura. Al principio, me fijaba mucho más en la parte técnica, tratando de emular muy al pie de la letra de lo que leía y me deslumbraba. Luego, con la propia teoría que iba leyendo, trataba de ver cómo se podía aplicar, o también por intuición al revisar los autores y las autoras que me gustaban, trataba de entender qué hacían y por qué me gustaban tanto. Y luego evidentemente, sin que haya sido tan consciente, trataba de seguir ese camino.

Pero con el tiempo, esa relación con la escritura ha ido cambiando, quizás no totalmente. Por lo menos ahora parto de muchos menos objetivos trazados previamente. Es mucho menos programático. Y lo que siempre está, en diferentes medidas, a lo largo de esta relación, es el goce y el disfrute. Me da muchísimo placer y muchísimo interés y gozo escribir. Y con escribir me refiero también a revisar, volver, tachar. También hay momentos difíciles de concentración.

¿Cómo llegas a las historias? Ese proceso de elaboración ¿empieza en tu mente, o cuáles son los motivadores?

No sucede de una sola manera. Hay ideas, o una intuición. A veces una sensación. Y luego empiezo a tratar de ponerle un orden. Muy pocas veces o casi nunca me ha pasado que se me ocurra una trama, sino se me ocurren partes muy pequeñas que son más sensaciones inexactas.

Enmarco estas sensaciones en relatos, en un proceso en que sí hay mucha incertidumbre, al principio no se puede saber muchas cosas, y por eso me interesa escribir, porque no sé qué más va a pasar; hasta un punto en que ya lo sé, y ahí sí viene la parte de más trabajo, es decir, ser consecuente con esa forma que he estado pensando, y tratar de que sea lo mejor lograda.

¿Cómo asumes este reconocimiento?

Yo he estado más familiarizado con no ganar. Entonces, eso de haber recibido un premio es chévere, porque es un reconocimiento, pero también es una cuestión puntual. Es decir, significa que a un grupo de personas que fue un jurado, le gustó y le pareció que esta obra funcionó; tal vez solo funcionó un poco mejor que otras que estuvieron ahí. Es muy coyuntural todo.

Para mí la parte que más me alegra es la oportunidad del lector. Esa es la retribución inesperada cuando uno está escribiendo: tener lectores. Los lectores no tienen concesiones; están sentados leyendo un libro y nadie les ve. Si no les gusta, se duermen o lo dejan. No están fingiendo. Pero si es que alguien algún rato te dice «oye, leí esto y me enganché», y ha despertado un interés, esa gratificación y ese reconocimiento son emocionantes. Entonces, de un reconocimiento de estos, más formales, para mí lo que me alegra sobre todo es que normalmente funciona para que tengas chance de tener más lectores. Y eso da alegría. O posibilidad de alegrías futuras.

¿Cómo surgió este libro premiado, Camino errado?

Tiene cinco cuentos. El título proviene de un epígrafe de Blanca Varela, justamente es una poeta que conocí en la clase de poesía de la maestría que impartió Vicente Robalino. Había que hacer un trabajo sobre la obra completa de un poeta latinoamericano; y yo hice de Varela, y desde ahí sus obras me han impactado de una manera honda. Me identifico con tantas sensaciones. A esa obra de Varela he vuelto muchas veces, y siempre que vuelvo es de un goce muy profundo, y doloroso; pero con el que me identifico mucho.

La escritura de los cuentos parte de una intuición, como decía. Y normalmente tengo varias ideas, que escribo al mismo tiempo, en relatos diferentes en los que avanzo de manera disímil, pero paralela. No todos llegan a buen término. No todos acaban bien, no todos me complacen, sino unos pocos; y ya solo cuando tienes unos pocos y empiezas a ver ciertos puentes emocionales o de sensibilidad entre unos textos, estos parece que podrían ir juntos. Se empieza a formar la idea de libro.

Y en esos momentos hay ciertas lecturas, que ocurren en los momentos en que deben ocurrir, y de repente viene una idea como este epígrafe y es la sensación que engloba a todas estas búsquedas, a este conjunto que tengo armado, y por eso se llama así. Tiene el epígrafe de ella y me alegró enormemente hacer este tributo a la obra de Varela. Eso me ayudó a cerrar.

¿Y actualmente está en camino algo más?

Sí, como te decía, yo siempre estoy escribiendo. O sea, escribo unos seis días a la semana, pero claro, a veces solo unos minutos. Y eso de escribir a veces implica sentarme a leer unos párrafos que tengo escritos y cambiar una frase o algo así. Es dedicarle un momento del día a esta parte de la literatura, que es como ejercitarla desde la creatividad.

Ahorita mi mayor ansiedad, o interés, es poder ver ese libro impreso, porque sería parte natural de un proceso de escritura que realmente acabó el año pasado. Ya estoy escribiendo otras cosas. Para que eso se culmine, sí quisiera ver el libro impreso, que exista; y desembarazarme de lo que le pase.

Una autora que conociste en la maestría te inspiró el título de tu libro. ¿Cómo fue tu experiencia en la Maestría de Estudios de la Cultura, mención Literatura?

A mí me encantó la Universidad. Muchos profesores, muchas clases y las lecturas y la dinámica fueron enriquecedores. Los compañeros, el grupo funcionó súper enriquecedoramente; cada uno venía de diferentes áreas, diferentes ramas, con diferentes inquietudes e investigaciones. Entonces era un aporte bien especial, porque no es que los profesores estuvieran en completo control de todo lo que pasaba en las clases, sino que se dejaban alimentar por todo eso que traían los estudiantes.

Conocí algunos compañeros muy interesantes. Algunos venían desde la historia o desde la sicología o el psicoanálisis, entradas a la literatura que no había visto antes y me parecieron sumamente interesantes; me permitieron abrirme a diferentes sensibilidades.