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Entrevista | Angélica Ordóñez publica artículo en España, en el que argumenta como insostenible la producción de carne animal

3 de mayo, 2022

Angélica Ordóñez, docente del Área de Estudios Sociales y Globales, publicó recientemente su artículo “Todas las opresiones se conectan: pandemia y liberación total”, en la revista española Ecología Política número 62.

En este texto, la autora se adentra en una crítica a las granjas industriales cárnicas, por su forma de producción insostenible y su crueldad hacia los animales. A partir de allí, Ordóñez propone que “la liberación total es un enfoque que trasciende la dicotomía animal-humano, sociedad-naturaleza y puede convertirse en un cambio paradigmático que contribuiría a enfrentar el colapso socioecológico que experimentamos actualmente”.

En su trabajo, la autora explica que “la producción y el procesamiento de carne animal son actividades insostenibles desde el punto de vista ambiental y social. Los modos de la agricultura moderna, específicamente la ganadería industrial, han promovido el surgimiento de más enfermedades zoonóticas, convertidas en pandemias”.

Además –señala- “es una industria contaminante, atenta contra los derechos de quienes trabajan en sus plantas, disminuye la biodiversidad, contribuye al cambio climático y fomenta la diseminación de patógenos en sus instalaciones y comunidades aledañas”.

Presentamos una entrevista con la autora, a propósito de la publicación de su investigación.

Si la agroindustria animal crea las condiciones para la emergencia y amplificación de epidemias, ¿cuáles pueden ser las alternativas?

La primera alternativa, pero la más difícil de lograr, es abolir las prácticas de la agroindustria intensiva, específicamente para ganadería de gran escala. Es decir, prohibir este tipo de matanza animal, donde estas verdaderas fábricas de animales no consideran los perjuicios que causan en el ambiente, atentan contra los derechos laborales y la salud mental de las personas que trabajan allí y, por supuesto, donde los animales, que viven en condiciones inaceptables, son torturados y aniquilados.

Esta es una alternativa virtualmente imposible de alcanzar, porque la agroindustria intensiva es parte fundamental de un sistema de producción capitalista y su poder de cabildeo (lobby) a nivel gubernamental, le permite seguir operando sin mayores restricciones, ni regulaciones.

En ese sentido, este artículo propone que la solución no pasa por hacer las jaulas animales más grandes, o matar a los animales de forma más rápida, sino que promueve la idea de una liberación animal y una liberación total.

En tu texto hablas sobre la liberación total. ¿A qué se refiere este concepto, y cómo se lo puede aplicar?

 La liberación total se nutre de movimientos ecologistas de fines del siglo XX, como el Frente de Liberación Animal o el Frente de Liberación de la Tierra. En estos movimientos convergen nuevas ideas y tácticas de acción, produciendo un discurso que relaciona la ecología, la justicia social y los derechos animales. Se combate la degradación ambiental junto con la explotación animal.

En estos movimientos, se denuncia la violencia de la desigualdad, el capitalismo, el poder estatal y el especismo (la discriminación y explotación que se ejerce sobre ciertas especies).

A partir de ahí, se promueve la idea de un enmarcado de lucha social que combina el nuevo paradigma ecológico, la ecología profunda, el ecofeminismo, la justicia ambiental y la defensa de los derechos animales.

Así, surge la filosofía de la liberación total que amplía las preocupaciones de estos movimientos y les suma el afán de alcanzar justicia social y ambiental. Son David Pellow y Hollie Brehm (2015) quienes argumentan que la liberación total implica cuatro elementos que diversos movimientos ecologistas defienden con distinto énfasis según el caso: 1) una ética de la justicia y la anti-opresión de personas, animales no humanos y ecosistemas; 2) anarquía; 3) anticapitalismo; y 4) acción directa.

Como una de las soluciones propuestas, están la agroecología y la agricultura sostenible. ¿Cómo puede implementarse en un mundo que requiere altos niveles de producción?

Uno de los grandes mitos que se difunden en medios y en espacios académicos y comerciales, es que la producción agroecológica es insuficiente para la demanda de alimentos que existe en el mundo. Es un mito, porque si bien la agroecología, por definición, no se basa en una producción intensiva en recursos, extensiva en espacio o masiva en cantidad, sí se pueden crear políticas públicas y acciones para fomentar la producción agroecológica de cooperativas, con el financiamiento o subsidios adecuados, al tiempo que se potencia el consumo de proximidad y estacional de los productos.

En ese sentido, los pequeños productores, así como las cooperativas agrícolas podrían prosperar y se multiplicarían los beneficios sociales, en la salud y ambientales de este tipo de producción.

Por otro lado, es conocido y científicamente probado, que el problema de hambre y desnutrición en el mundo no surge por falta de alimentos, sino por una desigual distribución de estos. Es decir, mientras que hay personas que viven en "desiertos de comida" (ciudades o zonas o territorios que no expenden alimentos vegetales frescos, sino únicamente productos elaborados nocivos para la salud), otras personas desechan alimentos al punto de que este desperdicio también se convierte en un problema ambiental.

De acuerdo a los reportes del Programa Ambiental de las Naciones Unidas, en el mundo se desperdicia el 17% de la producción agrícola, lo cual causa un 8% a 10% de las emisiones globales de carbono. Al mismo tiempo, en 2019 la FAO estimó que 690 millones de personas en el mundo sufrieron de hambre. Sin embargo, con sistemas de producción agroecológica, distribución local y economía solidaria, esta situación asimétrica respecto a los alimentos se podría revertir.

¿Cómo se relacionan estas actividades con la inclusión social, la diversidad cultural, la igualdad y la equidad?

La desigualdad amenaza y afecta de forma flagrante a ecosistemas, especies y grupos más oprimidos. Otras formas de producción, específicamente la agroecológica, la abolición de las fábricas de animales, el incentivo de economía popular y circular, la potenciación de cooperativas, el consumo y distribución de alimentos de cercanía podrían promover la inclusión social de todas las personas para combatir el hambre. Al mismo tiempo, promovería la diversidad cultural (porque se respeta la soberanía alimentaria y la defensa de alimentos adecuados culturalmente).

Esto debe ocurrir a la par de cambios de carácter global y geopolítico donde se corrijan desigualdades Norte-Sur y se exija el comercio justo de alimentos. De esta forma, se contribuye a combatir la desigualdad entre personas y entre especies con el fin último de alcanzar mayor equidad. Estamos hablando de grandes utopías, situaciones casi imposibles, por las que -sin embargo- vale la pena luchar.

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Docente Angélica Ordóñez Charpentier