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Entrevista al autor | Iván Rodrigo se sumerge en el discurso de lo injurioso de la caricatura política en Ecuador

22 de abril, 2024

A través de un recorrido crítico por la historia de la caricatura, Iván Rodrigo Mendizábal –docente del Área de Comunicación- se adentra en el papel que tiene este género, y asimismo, los medios de comunicación, en el contexto político.

Su análisis se enfoca en Ecuador, en el período comprendido entre los últimos años del Siglo XX hasta el 2005.

A propósito de la reciente publicación de este libro –coedición de la Universidad Andina Simón Bolívar y la Editorial El Conejo-, presentamos una entrevista con su autor.

¿Cómo entender el papel de la caricatura en la política?

Desde mucho tiempo, la caricatura ha cobrado relevancia en el contexto de la política. Sobre todo, desde que la imprenta y los periódicos y revistas emergieron. Su rasgo principal es poner en evidencia los defectos de algún individuo con visibilidad pública, más aún de un político, a través de la deformación o de sonsacar algún aspecto del rostro o del cuerpo.

De este modo, la caricatura muestra lo que la gente por sentido común comenta, dice o piensa de los personajes políticos y de la misma política. Claro está que la caricatura, al ser una especie de espejo deformado, una especie de espejo que dice ciertas verdades, siempre estará en la mirada de quien sea, más aún de quien es confrontado. En el contexto del periodismo, la caricatura es parte de lo que llamamos la opinión editorial, en este caso gráfica, y que alimenta más la opinión pública.

En el libro menciona que frente a la caricatura existen lecturas desde la ofensa. ¿Hay mayor susceptibilidad que en décadas pasadas? ¿Los políticos de ahora son de una generación de cristal?

Por su naturaleza, pese a que puede estar dentro del campo del humor, siempre ha despertado susceptibilidades, más aún del caricaturizado. Históricamente, los caricaturistas e incluso los humoristas han sido objeto de los ataques del poder político y gubernamental, e incluso de grupos con cierto tipo de pensamiento. Por ejemplo, en las épocas independentistas en Guayaquil, existía un panfletista que pegaba textos en las calles, con la caricatura de una autoridad colonial; su nombre era Carlos Lagomarsino, y fue perseguido.

De este modo, en todas las épocas siempre ha habido un uso intencional de la caricatura, si bien con fines críticos, al mismo tiempo moralizadores. Hay quienes lo persiguieron, otros lo toleraron.

El caso más extremo, recientemente, es el asesinato de una parte de la planta de caricaturistas de la revista francesa Charlie Bebdo por parte de los islamistas, quienes vieron en una publicación una ofensa al Profeta Mahoma, todo esto en el contexto de lo que se llama la “guerra santa” y la prohibición expresa de no retratar al Profeta de la religión islámica.

Por lo tanto, no cabe decir que habría una generación de cristal. En realidad, toda persona que ejerce vida pública en el fondo puede ser sujeto también de la caricatura. Lo que despertaría el humor o la caricatura satírica en la gente serían las desproporciones del político por ejercer un cargo o un poder.

¿Hemos perdido la capacidad de entender el humor?

El humor es connatural al ser humano. En toda la historia, el humor siempre ha sido un elemento para unir, así como para confrontar. La risa puede mostrar alegría por algo, pero también denotar aguda crítica sin decir palabras. En nuestra vida hay veces que tomamos la cosas con humor, por más que los sucesos sean contradictorios o nefastos; en otras, el humor sirve para desbaratar cualquier postura exagerada.

Entonces, el humor dependerá del grado de comprensión y compromiso con la realidad. El problema está en que hay quienes usan el humor y la risa con intenciones de herir. En el contexto político -por el mismo hecho de que las personas muchas veces pasan la línea de la cordura, de la humildad, y se dejan llevar por el poder, para hacerles ver o para desnudar sus desproporciones- el humor y la risa, a la final, pueden ayudar a bajar las tensiones e incluso del pedestal que se han armado. El humor y la risa que llevan ironía pueden incluso herir; depende de quién lo diga, si es alguien con poder o alguien que está del otro lado.

¿Cómo el poder político termina por no tolerar al periodismo y la caricatura?

Al periodismo muchas veces también se le ve como que pugna por el poder. De hecho, no podemos ser inocentes y decir que el poder político está de un lado y del otro, el periodismo, más aún el periodismo de opinión.

Todos, incluso los ciudadanos, somos actores políticos. Es falso decir que incluso la ciudadanía esté al margen de la política, más está dentro de lo político, aunque no necesariamente de la política. Esta sutil distinción nos lleva a comprender que la gente de la calle hace humor y provoca risas o, mejor dicho, caricaturiza.

Por ejemplo, en Ecuador, ¿qué sería de los años viejos si no tuvieran la impronta de lo político? En este contexto, si bien hay actores sociales que son afectados por el devenir político, los medios de comunicación, la prensa y los que opinan también son actores sociales que tienen una función mediadora clara: pues traducen ese sentir social, pero muchas veces también lo hacen posicionándose.

El posicionamiento responsable tendría que ser siempre poniendo en evidencia lo que he ido recalcando acá, los despropósitos, los malos caminos, las malas decisiones, la propia corrupción del poder, y decir la verdad. Cuando hay este trabajo sea en el periodismo y, en el sentido amplio, en la comunicación, es evidente que el poder político y gubernamental se verá impugnado. Ahí nos damos cuenta de que el poder político y gubernamental ya no oyen el clamor de la gente, de la sociedad y, por lo tanto, empiezan por no tolerar la crítica.

Creo que la caricatura tiene esa función de mostrar figurativamente lo que se dice del poder. Y cuando las palabras terminan agotándose, la caricatura, el dibujo deformante, humorístico, sarcástico, tendría que hacer comprender al caricaturizado lo que no ha terminado por comprender realmente.

¿Cuál es la función de lo grotesco en la caricatura?

Sí, hay caricaturas llanas, donde la deformación es sutil, pero también caricaturas que, por sus trazos y su capacidad de extremar la deformación, terminan siendo grotescas. El grotesco, por definición, ridiculiza; es decir, la deformación es exagerada, al punto que puede violentar susceptibilidades.

Mientras estamos abocados a cierta idea de lo bello, lo grotesco es su opuesto; es la misma fealdad. ¿Es aplicable a la caricatura? Claro que sí. Hay caricaturistas benévolos, si se quiere, con ciertos personajes de la vida pública; hay otros que extreman su fealdad. Cuando un personaje público sobrepasa los límites de su propio poder, lo usa a beneficio, incluso para denigrar a otra persona.

Ha habido casos, como respuesta de ciertos caricaturistas, de representar lo oprobioso del poder desde su misma expresión fea, grotesca; y es posible, que, por ese efecto, haya más retaliación. Un caricaturista, así como un periodista, entiendo, debe también actuar desde una dimensión ética.

Tú sostienes que los medios de comunicación se imponen como definidores de la política. ¿Qué lo determina?

Lo insinué antes, y en el libro hay algo de ello. Pasa que, en el juego político, en el tablero político, donde todos somos actores, algunos con más poder que otros, más aún los profesionales de la comunicación, saben qué lugar ocupan, cuál es su responsabilidad frente al escenario en el que interactúan.

Curiosamente en ese juego, el periodismo y la comunicación muchas veces toman roles confrontativos o roles de sujeción al poder. Por algo se dice del campo periodístico, del campo de los medios de comunicación, un “cuarto poder”. Cuando pasan el límite de responsabilidad, cuando intentan pugnar por el mismo poder, desde lo discursivo, a veces desinformando, a veces sacando de contexto las cosas, a veces creyéndose juzgadores de la realidad, etc., pueden constituirse en eso que resaltas, ser definidores de la política.

De hecho, hoy en día muchas cosas de la política pasan por los medios: nuestra visión de la realidad que tenemos viene de los medios. Pensemos, por otro lado, con el fenómeno de las redes sociales, toda vez que los medios de comunicación ya no tienen esa presencia en el corazón de la sociedad, tal como sucedía en el siglo pasado, las redes se han convertido a la par de canales de comunicación en medios de comunicación personales. En este escenario, la opinión pública se ha diversificado, se ha vuelto pluriforme, multiforme, muy ruidosa. A esta la llamo la “opinión pública 2.0”, una que permanentemente se actualiza, se viraliza, problematiza. La política, entonces, está a la vista de todos y forma parte de la piel misma de la sociedad.

¿Por qué hay quienes exigen a la caricatura mostrar la realidad, cuando no es un género informativo, sino de opinión?

De hecho, la caricatura muestra la realidad, pero no la realidad tal como lo haría una noticia. Parte de la realidad y la redobla, sonsaca de ella los aspectos que precisamente molestan. Vendría a ser como una lupa. Y es allá donde se impone la opinión. Por eso una caricatura tiene un autor, debe tener un dibujante, por más que este use un seudónimo. Y bien se sabe que cuando se opina, usando para el caso figuras retóricas más precisas, muchas veces puede despertar el sentido crítico en el lector u oyente. Claro está que cuando hay autoría y opinión personal, esta puede estar sesgada. Al lector crítico le tocará señalarlo.

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