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ALUMNI | Marcel Velázquez: “decidí hacer un libro que pone en diálogo el pasado de las epidemias en el Perú, con el presente de la pandemia”

29 de marzo, 2021

Hijos de la peste es el título del más reciente libro de Marcel Velázquez Castro, exestudiante de la Universidad Andina Simón Bolívar, quien se doctoró en Literatura Latinoamericana, en el 2018. En este texto, hace un recorrido a las epidemias y pandemias a lo largo de la historia de su país, Perú. Esta publicación se suma a al menos seis obras anteriores de su autoría.

Actualmente, Velázquez es Director General de Bibliotecas y Publicaciones de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Nacido en confinamiento, este libro aporta con datos desde la historia, para comprender mejor la pandemia que vive el mundo en el siglo XXI. A propósito de su publicación, presentamos una entrevista con su autor.

¿Cómo surgió su libro Hijos de la peste?

La idea de escribir este libro surge en la pandemia. A fines de abril, comienzo a trabajar ya de manera sistemática en el libro. Había escrito antes algunos textos breves, sobre la experiencia de la pandemia, el confinamiento, toda esta transformación tan vertiginosa de la vida que ocurrió el año pasado.

Yo soy especialista en literatura latinoamericana de fines del siglo XIX, e inicios del XX. Entonces, tenía muchas fichas de revistas peruanas en las cuales se hacía notar el impacto de la epidemia de la peste bubónica, que se volvió endémica en Lima.

Un poco asociando y buscando mis fichas que ya había hecho antes, para otro proyecto, empecé a darme cuenta de cómo se repetían ciertas conductas. Entonces, decidí hacer un libro que de alguna manera pone en diálogo el pasado de las epidemias en el Perú, con el presente de la experiencia de la pandemia y la cohibición.

Se conoce que las anteriores pandemias no habían sido tan extendidas. Habían tocado algunos países, pero no de una manera tan masiva como la de ahora. A la par, hoy estamos cruzados por una comunicación globalizada. En lo que recoge de todas estas pestes y pandemias a lo largo de la historia en Perú, ¿qué efectos se pueden ver similares y otros más bien que fueron totalmente como un cuadro muy propio de su época?

Primero habría que distinguir entre epidemias y pandemias. La pandemia de esta magnitud que vivimos hoy constituye una experiencia global -literalmente global- porque todo el mundo está involucrado. Solamente una cosa semejante fue la llamada gran influencia o llamada también gripe española entre 1918 y 1921.

Y ahí incluso hubo una mayor mortandad, porque los muertos superaron los 50 millones en todo el mundo. En el coronavirus, estamos alrededor de 3 millones. Lo que sí me parece importante destacar es que ahora esta experiencia de la pandemia ha sido mediada a través de las redes sociales, fundamentalmente. Es decir, la experiencia de las personas de la pandemia se ha visto reconfigurada por la propia lógica de redes sociales. Y eso ha tenido un impacto; por ejemplo, el mandato de la indignación o las conectividades emocionales antes que la comprensión del fenómeno o el afán de tener una información calificada.

En todos los países se ha visto esta proliferación enorme de noticias falsas. Y esa es la lógica de las redes sociales la que está haciéndose presente en nuestra manera de representar, pero a la vez de configurar la pandemia.

En su texto, menciona del higienismo. Siempre se ha relacionado históricamente el higienismo también con concepciones colonialistas y del poder. ¿Qué es lo que se puede ver que se mantiene y no se mantiene?

Por un lado, el higienismo es una doctrina vinculada a la medicina a fines del siglo XIX. Ponía énfasis en la necesidad de combatir los espacios que podían -en las concepciones de la época, de la enfermedad- emanar los gérmenes que van a causar las enfermedades.

Luego, cuando hay una concepción más moderna de la enfermedad, a través de los virus, las bacterias, el higienismo se ve también como una política social de urbanización, de biotecnología de los cuerpos; cuerpos limpios, cuerpos saludables. La necesidad de encontrar espacios libres para circulación del aire en las habitaciones. Pero ese es el lado positivo, transformador que interviene las ciudades.

Pero hay otro lado mucho más vinculado a lo colonial, como tú dices, no mucho más siniestro, y que tiene que ver con este control de los cuerpos de los más pobres, de aquellos que viven en barrios marginales, o finalmente aquellos que no tienen acceso a los servicios. Acá, en Lima hay casi un millón de personas que no tienen acceso fluido al agua potable. Entonces, imagínate si la consigna era “para enfrentar la pandemia, lávate las manos”, para esa población ¿qué podía significar eso?

Y en el pasado también ha sido así, porque el higienismo ha servido para racializar a los otros y asignarles el lugar de la enfermedad, de lo sucio, incluso de lo inmoral, porque había un deslizamiento muy rápido entre lo sucio e inmoral. Entonces, creo que es importante entender esas ambivalencias en el higienismo.

Otra cosa que me parece interesante -y lo he visto en todos los países que he podido estudiar- es esta fantasía de la desinfección. Acá en Lima se limpiaban todas las superficies posibles; la gente invertía un montón de tiempo en limpiar las zuelas de sus zapatos. Todo lo que comprabas, lo pasabas prácticamente por un baño químico. Y eso, en la práctica tenía poco impacto para frenar el contagio.

Pero cuando uno revisa el pasado, también ve que había lo mismo; estas máquinas de desinfección para las mercaderías en el Callao, para combatir la peste bubónica, cuando la peste se contagia con la picadura de la pulga de las ratas, y evidentemente esas purificaciones del espacio físico no servían para nada.

Usted menciona la existencia de tres elementos: un poder político; un saber científico; y la conducta social de cómo cada persona lo asume, y también como colectivo. ¿Cómo se ha visto la relación de estos tres componentes a lo largo de todas estas épocas?

En esta experiencia particular de la COVID-19, yo creo que el poder político se ha hecho muy omnipresente con este estado de excepción perpetuo que hemos vivido. Digamos que es ese imperium del Estado se ha hecho sentir más que nunca. Nos han tenido confinados gran parte del año, y hemos visto restringida una serie de derechos y de libertades políticas y civiles.

Es como que lo político se hizo muy visible para la experiencia diaria del ciudadano. Por otro lado, el discurso de la ciencia yo creo que ha ganado terreno, pero también es cierto que la ciencia no tenía una respuesta inmediata para una pandemia como esta.

En corto tiempo ha logrado, sin embargo, la elaboración de vacunas que ya están funcionando y creo que, de alguna manera, la ciencia también ha ganado legitimidad en la experiencia social del ciudadano. Parecía algo un poco lejano, ajeno. Pero ahora hemos visto por lo menos en medios sociales acá en Perú y en muchos lugares, que muchos médicos han sido mediáticos; han estado dando una serie de opiniones y consejos a la sociedad.

Y, por otro lado, está el cuerpo social que es un cuerpo desigual. Todos estamos bajo la misma tormenta, pero cada quien está en situaciones muy distintas. Estamos los privilegiados que podemos hacer teletrabajo sin ningún problema, pero hay otros que tienen que salir físicamente a las calles, y sus posibilidades de contagio son mayores. Hay personas que comprenden rápidamente la lógica de la enfermedad, de cómo prevenir, y hay otros que no tienen esa posibilidad por una serie de carencias institucionales educativas.

Entonces, creo que la sociedad sobre todo se ha visto muy fracturada. Se han hecho muy evidentes las desigualdades, las tensiones. Ha surgido un discurso muy violento político contra las autoridades, contra los que no respetaban las normas. En el Perú hubo una espectacularización de la transgresión que tiene que ver mucho también con la lógica de las redes sociales; las redes sociales se alimentan de eso justamente.

Justamente, ahora tenemos toda esta cuestión mediática que termina convirtiendo incluso la tragedia en espectáculo en tiempo real. ¿Cómo lo vivían sociedades en épocas pasadas esta construcción de la noticia frente a lo que está sucediendo, cuando la inmediatez de la comunicación no existía?

Es una pregunta interesante, porque evidentemente los sistemas de conectividad y de comunicación se han transformado de una manera radical en las últimas décadas. Y nosotros podríamos decir un antes y un después antes del telégrafo, por ejemplo. Antes del telégrafo había esa lentitud para que lleguen las noticias y, generalmente, los periódicos eran los que traían noticias de otros países.

Pero había una conciencia muy extendida en el mundo colonial. Para situarnos en el caso del Pacífico, los puertos eran un corredor por el cual había contagios, y las epidemias corrían de un lugar a otro: Panamá, Guayaquil, Paita, Callao, Moquegua, luego yéndose hacia Chile hasta Valparaíso.

Entonces había como un espacio transnacional en el cual circulaban las enfermedades y también circulaban las noticias. Incluso, circulaban los médicos. Algunos médicos peruanos se iban a Chile, por ejemplo, a estudiar cómo había habido un brote de cólera, para prevenirlo si venía al Perú. O estaban muy alertas a lo que pasaba en Guayaquil, porque Guayaquil se entendía que era un lugar donde había una serie de epidemias que eran endémicas -la fiebre amarilla, por ejemplo-. Entonces, se consideraba que en cualquier momento podíamos ser contagiado desde allí.

Entonces, yo creo que, a pesar de que había evidentemente una temporalidad diferente en la conexión y en la intercomunicación de noticias sobre epidemias, siempre se crearon los espacios transnacionales y hubo un intercambio de información. Y cuando había una epidemia fuerte -por ejemplo, en Lima la peor epidemia fue la de fiebre amarilla, 1868- los periódicos informaban día a día de los contagiados. Y había los muertos. O sea, había una cosa muy semejante a la que hemos vivido hoy, solo que en otra dimensión.

Claro, ahora es global, porque con un click, a través de este fantástico recurso electrónico, estoy viendo todo el mundo cómo va avanzando el contagio. Puedo tener esa data. Eso era imposible antes, evidentemente, pero sí había recursos y formas para mantenerse informado.

Los Estados han controlado y regulado las medidas con respecto a la pandemia, como el confinamiento, los estados de ecepción. Se puede pensar que el poder secuestra a la ciencia y termina siendo el que dice realmente cómo deben hacerse las cosas. ¿Siempre fue así?

Siempre ha habido una presión del poder político sobre la ciencia –sobre la ciencia médica, en particular- demandándole repuestas, soluciones, y pocas veces consiguiéndole la autonomía plena. Es decir, sin fortalecerla cabalmente. Eso, por ejemplo, se puede ver en casos del siglo XIX, donde los médicos de San Marcos decían “tiene que cerrarse el puerto del Callao”, y la autoridad política, presionada por el poder económico, decía “no, de ninguna manera”. Y los médicos decían, “pero si no se cierra, nos vamos a contagiar”. Y se contagiaba el Callao, se contagiaba Lima, y comenzaba la tragedia.

Entonces, también las decisiones políticas, económicas tienen una ratio que muchas veces termina pisoteando el saber de la ciencia. Pero, por otro lado, también puede ocurrir que se use ese saber para mantener el control, para mantener los privilegios, para subordinar la investigación científica.

En México ahora hay todo un problema por las nuevas leyes de López Obrador que están restringiendo las investigaciones y sometiéndolas el poder político.

Tampoco es que el sistema de salud esté en condiciones de abastecer a todos.

Sin duda. Yo creo que ha habido acá esta dimensión económica; estos poderes económicos han afectado la gobernanza de la pandemia de varias maneras. Una primera es con esta presión para mantener la economía funcionando, sobre todo, los negocios, los centros comerciales. Acá en el Perú se dio una paradoja impresionante en los meses pasados. Tú podías ir a un centro comercial, que son lugares cerrados, donde hay mucha gente; pero no podías ir a la playa.

Era bien claro que lo que les interesaba era que sigas consumiendo, que sigas gastando. No era tu salud lo que estaba primero. Y en todo momento ha sido así. También hay que decirlo, ha habido muchos negociados y mucho aprovechamiento de la circunstancia para vender productos vinculados a la COVID-19 con sobreprecios. Los concentradores de oxígeno, por ejemplo, que costaban 1.000 dólares, se han llegado a vender en el Perú hasta 5.000 ó 6.000 dólares, porque la gente estaba desesperada. Se les está muriendo el pariente por falta de oxígeno, y bueno la gente que puede termina pagando lo que sea.

En términos sociales, el libro investiga también cómo en otras épocas se ha afectado, por ejemplo, relaciones sociales en momentos en que ha habido que confinarse.

El libro tiene cuatro partes. Una primera parte, de historia que cuenta varios casos. Una segunda, que tiene que ver con miedo. Es un poco la reacción social; cómo ese miedo muchas veces deviene en la atribución de la responsabilidad del otro. Se le echaba la culpa de la epidemia al otro. Y el otro era el pobre, el marginal, el inmigrante. Al chino, por ejemplo, se le acusaba de ser el responsable de la peste bubónica o de la fiebre amarilla. Y luego ese miedo muchas veces deviene también en violencia. Ha habido mucha agresividad, muchas prácticas racistas, discriminatorias contra aquellos que se consideraban eran los propagadores de la enfermedad.

Esa ha sido un poco la historia de las epidemias, desde una perspectiva más social. Y mucho de eso se ha repetido en la COVID-19, en términos muy semejantes. Es decir, cada época tiene su propia lógica, su propio imaginario, sus propias tecnologías. Pero en términos muy semejantes hemos pasado por lo mismo. Ha habido una gran violencia contra los sectores populares, durante la gobernanza de la pandemia acá en el Perú, acusándolos a ellos de ser los principales responsables de la transmisión; ridiculizándolos a través de las redes sociales, o de los medios de comunicación masiva, como personas que no entienden las reglas, y que las transgreden.

El título del libro es Hijos de la peste. Como hijos ¿hemos aprendido de las pestes y de todos estos procesos?

Aprendimos muy poco, porque repetimos los errores una y otra vez. Ahora también hay una cosa lógica sicológica. Después de una catástrofe, como una epidemia fuerte, una pandemia, la gente quiere olvidar. Y eso hay que decirlo también. La gente quiere pasar a una etapa de diversión. Los locos años 20 justamente son años de gran desenfreno, porque atrás estaba la fiebre de la gripe española, que mató a más de 50 millones en el mundo. Y algo semejante va a pasar ahora. Somos sociedades a las que no les gusta recordar lo difícil o complejo, y nuevamente volvemos a tropezar con la misma piedra.

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