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Una tesis de maestría que recorre países, para compartir hallazgos desde los estudios de la cultura

15 de enero, 2021

La pasión de transitar un camino durante años, con el objetivo de profundizar su reflexión desde distintas vertientes, es el recorrido de Paola López, graduada de Estudios de la Cultura de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.

La investigación de su tesis de maestría le ha llevado a México D.F. y a Montevideo, además de haberla expuesto en encuentros nacionales. Este camino se inició en 2006, con un registro en video que acompañaba a los animeros en Guanando, recorriendo el cementerio y las calles de esta población del Chimborazo.

López mira ahora que su primer acercamiento fue un registro “no muy profundo”. De esta manera, hace más de 10 años, grabó en video esta ritualidad de la ciudad de sus orígenes, con la finalidad de cumplir con un trabajo de una materia de producción audiovisual de la licenciatura.

A raíz de presentar este material en una clase en la Universidad Andina, su profesor Alex Schlenker identificó que ese era un buen tema para la tesis de maestría. Entonces, comenzó el viaje de profundización, que un día había empezado con un acercamiento “por un tema familiar”, y que ahora le ha llevado a descubrir un campo de estudios que “puede abordarse desde distintas categorías”, e incluso a ser ella parte de la Red Ecuatoriana de Cultura Funeraria. De esta manera, combina la investigación cultural con el ejercicio profesional del periodismo y la maternidad.

A propósito de que presentó su trabajo en un encuentro de cultura funeraria, en el contexto de celebración por día de difuntos, presentamos una entrevista sobre su proceso.

¿Cómo ha sido ese tránsito de esta investigación desde tu primera aproximación durante la licenciatura hasta hoy, ya con las herramientas que te proporciona la Maestría en Estudios de la Cultura?

El primer registro formal que yo tengo de los animeros es del 2006, que hice el primer archivo y documenté por primera vez un recorrido, ahí en Guanando y La Providencia. Pero lo que yo siempre explico es que llegué al tema de los animeros por un tema personal y familiar, porque mi familia es de Guanando. Uno crece escuchando relatos en torno a la muerte. Siempre hay un vínculo más afectivo que te une. En mi caso fue esto.

Pero en 2006 fue parte de una materia audiovisual, que teníamos que hacer un documental. Opté por registrar la práctica, claro, sin mucha noción, y sin profundizar en lo que realmente implica. Era más bien una documentación no tan profunda, de entender de qué se trata, en qué consiste, y hasta ahí. No había una reflexión más profunda, lo que sí me pasó a mí cuando hice la tesis.

Realmente, esa no iba a ser mi tesis, iba a ser otra. Pero cuando tomé la clase con Alex, tuvimos que llevar un avance de algún trabajo. Llevé el material que ya tenía para analizarlo. Entonces, me dijo “ahí está tu tesis”, y me hizo emocionarme, porque dije, bueno, puedo volver a trabajar sobre este material, buscar nuevo material y ahora sí profundizar en este trabajo y entender qué hay detrás de toda esta práctica ritual.

¿Cómo sientes que las herramientas de Estudios de la Cultura que te proporcionó la Universidad cambiaron esas primeras nociones?

En la maestría ya amplías el bagaje; tienes nuevas categorías bajo las cuales mirar a una práctica. Con las lecturas, con los trabajos que uno hace en la Universidad, tú vas ampliando el acervo. Y puedes mirar la práctica a través de otro cristal. Entonces, puedes entender un tema tan importante como la memoria, por ejemplo. La clase de Historia y memoria es bellísima: te hace entender que no solamente hay una historia oficial, sino que hay muchas otras voces; cuentas una historia, una práctica, un acontecimiento. Lo abordas desde la memoria, por ejemplo. Con otras categorías, puedes entender por qué hay tantas variaciones en la práctica; yo creo que se abre un abanico para ir mirando con diferentes cristales una práctica, en mi caso.

Puedes utilizar categorías como el territorio, como comunidad, memoria. Ya tienes otras técnicas para trabajar. Por ejemplo, la participativa. Ya las entrevistas van direccionadas a siempre entender mejor, hacia reflexionar entorno al ritual. Ya no es solo mirarlo desde la anécdota. Porque es muy anecdótico ver a un señor que entra a la medianoche y el relato dice que va a despertar a las almas. Pero cuando tú entiendes que esa persona representa una cierta autoridad espiritual, -aunque no se asuma como tal, en el relato de las personas notas el respeto que hay hacia esa figura, la reverencia que hay hacia la figura, cómo se le espera a esa figura-, entonces, te vas dando cuenta que el ritual y la persona que lo encarna tiene una cierta autoridad dentro de una comunidad. Entiendes cómo se tejen a partir de ahí los afectos, objetos, los sentidos que se le da a la muerte.

En tu participación en el encuentro “Diálogos sobre la muerte” organizado por la Red Ecuatoriana de Cultura Funeraria, realizaste una entrevista a uno de los animeros. ¿En tu tesis trabajaste también con entrevistas?

A Nahin Mazón -a quien entrevisté en el espacio que mencionas- le conocí desde el 2006, y tengo registrado su primer recorrido. Y eso es algo muy rico, porque he visto cómo ha ido cambiando en los años, y la importancia que tiene para él.  Imagínate lo que es estar haciendo 13 años este trabajo. Claro, la tesis recoge un conjunto de entrevistas a profundidad de los animeros que me ayudaron. La intención con las entrevistas fue contar qué es lo que les lleva a ellos a hacerse animeros. Creo que la pregunta clave es “¿qué es un animero para usted? Eso daba pie para que ellos se expliquen desde su voz, qué significado tiene esto. Y entender qué les lleva a hacer ese oficio, también te habla de las relaciones que la gente teje con sus muertos y de la importancia que le da a sus muertos. Hay un libro que se llama así Morir no es poco. La muerte es uno de los hechos más trascendentales que pueda atravesar un ser humano.

Entiendo que para ellos, una de las motivaciones es algo que ha sucedido en su vida, particularmente que les llevó a la práctica.

Por eso, creo que eso era más rico entrevistar a un animero que escucharme a mí y mis reflexiones. Pero sí son temas muy personales y puede parecer que cuando uno relata algo muy personal, no entra en lo académico, pero cuando se trata de la muerte esos afectos le dan sentido a lo que hace. Uno de ellos se hizo animero porque su tío, al que quería como su padre, falleció y él no estuvo cuando murió. Y él necesitaba hacer algo por esa alma. Siempre digo que ese acompañar a los moribundos, acompañar a los muertos se vuelve como una suerte de economía entre la vida y la muerte, porque hay un intercambio. Si lo lees así, la moneda de pago son los rezos, porque tú a tu muerto le atribuyes una cierta cercanía con la divinidad. Te encomiendas a tus muertos para que te cuiden, para que cuiden la casa, para que te bendigan, para que intercedan por ti cuando necesitas un favor de lo divino. Entonces, para esta gente es súper importante.

Hay otros que lo han hecho por penitencia. Por ejemplo, una de las hijas de un señor de Perucho falleció, y él no encontraba consuelo. Su único consuelo fue salir a cantarles a las almas.

Eso te habla de los sentidos, del impacto que tiene la muerte en las personas; de sus creencias, de la forma que vive su fe. Porque en el catolicismo popular nosotros tenemos la creencia de la vida eterna, y siempre hay esa esperanza del reencuentro. Uno alimenta eso, y le consiente a su muerto. Digamos que los afectos se extienden hacia más allá de la vida. Prendes una vela, le pones agua, le pones una foto, haces una colada morada y te acuerdas de los muertos. Tú sigues mimándole, consintiéndole a tu muerto, porque sabes o tienes la esperanza del encuentro en la eternidad.

¿Cómo tú combinas la investigación cultural con la red a la que perteneces, con tu trabajo periodístico?

A mí de alguna manera el tema de los estudios de la cultura sí me permitió ser a veces más crítica con el ejercicio del periodismo. Cuando abordo temas de la muerte, trato de buscar otras explicaciones y de sobrepasar lo de la anécdota en la medida de que el espacio, los caracteres te lo permiten. Porque uno en el periodismo está sujeto a la política editorial, cierta cantidad de caracteres, a cuál es el eje de la historia. Pero sí al menos trato de hacer para mí una reflexión en torno a eso.

Eso va a hacer que te acerques de una manera distinta cuando entrevistas

Sí, también te acercas de una manera distinta, y lo combinas. Afortunadamente, ahora sé que tengo a la red ahí, a los amigos. Sé qué campo trabaja cada uno. Me sirven como fuentes. Por ejemplo, el otro día hicimos algo sobre unos huesos que encontraron en una restauración de San Francisco. Entonces, le hice una entrevista a Leonardo Zaldumbide, de la red. Afortunadamente, el periodismo es un oficio que te permite abordar muchas historias y de muchas formas. Entonces, la muerte no está exenta de estas historias, a las que les puedes abordar.

Ahora estoy tomando también una clase de Leonardo Zaldumbide que es bellísima, porque es una historia desde la época medieval, y después viene a aterrizarte acá en Ecuador. Incluso estamos haciendo un trabajo, fuera del tema de ritualidades. Estoy trabajando entrevistas con personal de salud para saber cómo enfrentaron ellos el tema de la muerte en medio de la pandemia, y cómo es esto de acompañar a esos muertos y qué pasa cuando estos muertos se vuelven masa. Porque una cosa es cuando acompañas a un paciente y puedes estar con él. Pero qué pasa cuando son uno tras otro, y este cuerpo, esa sacralidad que uno le da al difunto se va perdiendo, porque se vuelven masa.

¿Por qué hacer estudios en torno a la muerte?

La muerte convoca y evoca. Nos convoca en familia, nos convoca en amigos, nos convoca en comunidad para acompañar a los deudos, para recordar a los difuntos. Pero también nos hace evocar una historia familiar, la historia de una comunidad. La muerte nos atraviesa desde un montón de aristas, y esa es la importancia que tiene para hacer los trabajos de la muerte. Que nos atraviesa por distintas aristas que podemos hacer unas lecturas súper amplias, que trascienden lo familiar, aunque puede ser que lo familiar, lo íntimo sea un punto de partida.

Por ejemplo, parte de mi tesis es la descripción del velorio de mi abuelo. Y eso me daba pie para hablar cómo en la ruralidad se vive un velorio. Cómo es comer y dormir junto a un muerto. La importancia que tiene ese acompañamiento. Y lo planteas y tú miras, lees los espacios: es la vida y la muerte en un cuarto. Pensar entonces en el acto de alimentarse, de dar de comer de servir la comida; la comida te mantiene vivo, y es un acto de placer, de comunión, de alegría, de unión. Y lo haces frente a un muerto, o junto a un muerto. Entonces, le estás despidiendo en familia, en comunión, en comunidad.

¿Dónde has expuesto tu investigación?

Este trabajo se paseó por México, en un encuentro de antropología de la muerte que organizó el Instituto Nacional de Historia de México, en el Museo de Antropología. Otra parte de la tesis la llevé a Montevideo, al encuentro de la Red Iberoamericana de Cementerios Patrimoniales.

¿Tienes perspectivas de profundizar este tema, o te adentrarás en otros caminos?

Yo sí quisiera profundizar. Hay todavía para trabajar, en algunas temáticas: los cantos, o las vestimentas que usan los animeros, que van variando. Todavía creo que hay para poder trabajar, ahondar un poquito más la investigación.

 

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