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Plutarco Naranjo: lecciones urgentes de la vida de un maestro

8 de septiembre, 2015

Por Jaime Breilh Paz y Miño
 
La vida de un maestro como Plutarco Naranjo, forjada en perdurables jornadas de infatigable lectura e investigación, que se expresa además en un voluminoso legado bibliográfico en campos que abarcan la salud, la medicina, el ensayo biográfico, la historia la política y la ética, constituye no solamente una fuente de inspiración para las nuevas generaciones, sino un patrimonio para una época de extremo pragmatismo que, ha mercantilizado la vocación profesional, degradando los valores del juramento hipocrático y de nuestra medicina ancestral.
 
La publicación de esta obra de merecido homenaje, viene precedida de dos importantes y exhaustivas antologías sobre su vida y obra: la primera de ellas aparecida en septiembre del 2009 bajo el título Plutarco Naranjo Vargas: antología de su pensamiento, una selección y estudio de su legado científico y político, que forma parte de la Colección del pensamiento socialista trabajado por Germán Rodas; y la segunda, intitulada Libro de Homenaje a Plutarco Naranjo Vargas, compilada por Jorge Núñez, en elegante edición auspiciada por la Academia Nacional de Historia, que pasa revista de su vasta producción como especialista de la farmacología y alergología, como inquieto estudioso de temas de la etnomedicina, como pensador preocupado por los problemas del desarrollo social y la salud, como apasionado del ensayo biográfico, y como científico dolido por los lacerantes problemas de una globalización de la miseria, que hiere su profunda conciencia humanista.
 
Sería inoficioso, entonces, pretender que este breve artículo que tengo el honor y la satisfacción de preparar por encargo de nuestra Academia, reúna un análisis exhaustivo de la nutrida producción científica del respetado maestro, que ha sido ampliamente y justamente reseñada –aun en el terreno estrictamente médico- por diversas personalidades del país. Es por este motivo que he decidido enrumbar estas brevísimas páginas en dirección a un análisis ético epistemológico, que ponga de relieve la enorme trascendencia y significación para la medicina y las profesiones de la salud de la obra de este médico ilustre y querido amigo, justamente que con este paso de siglo, nuestras profesiones enfrentan con preocupante vulnerabilidad, el vendaval de una práctica alienada con respecto a los grandes problemas socio epidemiológicos del país y un dócil pragmatismo comercial, que no sólo desfigura el papel científico de la medicina, sino que amenaza las raíces éticas que conformaron desde la antigua América indígena y africana, y desde la vertiente griega occidental de Esculapio e Hipócrates, su sentido profundamente humano.

Vale entonces pasar revista de las características  que dignifican la vida y obra de este galeno soñador, de este hombre de ciencia apasionado por la cultura, que colocó como eje de su vida –aun a costa de sacrificios en el orden más personal- una aleccionadora devoción por un tipo de conocimiento, ligado a los valores nutricios de una medicina legítima: el rigor científico, la justicia social, la autenticidad cultural y una bioética ampliada a los ámbitos de la protección de la vida en sus múltiples formas.
 
En el centro de su prolífica vida estuvo el fuelle incansable de una disciplina científica a toda prueba. Antítesis exigente del febril pragmatismo que ahoga muchas vidas profesionales, la disciplina de los científicos como Plutarco Naranjo, que hacen huella en su sociedad, es la dedicación incansable a perseguir explicaciones, a pulir descripciones cuidadosas y objetivas, a sistematizar evidencias que se escabullen en la compleja maraña de la sociedad, a empujar el avance de las hipótesis que abren camino a las soluciones, para reclamar más conciencia desde el legítimo derecho de una vida dedicada a pensar.
 
La devoción por el saber,sumada en su caso, a una prodigiosa memoria, es un atributo de su vida que alimentó no solamente su insaciable necesidad de conocer, sino que lo llevó a descubrir las rutas de otras disciplinas, de otros saberes no directamente conectados a la medicina y a la perspectiva alopática, con lo cual fue modelando una vida intelectual íntegra, una perspectiva transdisciplinaria e intercultural, tan indispensable ahora que vivimos la asfixia de la medicina monotemática y de un espacialismo pseudo científico, informado pero ignorante.
 
Y que decir de su rica trayectoria en el camino de la conciencia social. No solamente por haber cobijado sin tapujos los retos y de las demandas de una vida política e incluso partidaria ligada a la utopía de una sociedad de equidad, sino por que con hacerlo suma la excelencia académica de su vida de pléyade de médicos científicos que, desde Eugenio Espejo, comprendieron que la investigación, la prevención y la terapéutica verdaderas, no pueden concretarse sin un paralelo compromiso socio político.
 
Y el bordado cuidadoso de su vida, tejido incluso a su eterna compañera y cómplice de mil jornadas, Enriqueta Banda, expresa el lado tierno y delicadamente humano de su vida. Esa faceta que no siempre se evidencia directamente tras de la imagen austera de los científicos.
 
En definitiva la idea central que inspira estas palabras de homenaje a la vida de Plutarco Naranjo, es que, más allá de las inevitables imperfecciones que debió tener, constituye un motivo de inspiración y de coherencia frente a un mundo convertido por la codicia económica y la sed de poder, transformado ahora en un caldo de cultivo para la enfermedad y la muerte, donde el uso peligroso hasta de la ciencia y las tecnologías conforman la gran determinación de un suicidio colectivo, y llegan a entrampar, incluso a las profesiones como la medicina, en una lógica oportunista y mercantil.
 
Por eso la salud y la medicina siempre se desarrollaron en la intensa contradicción entre la vida y la muerte, entre lo que por una parte nos protege o perfecciona y lo que por otra nos destruye y deteriora, entre las tendencias y recursos del amor, y los que se han montado para servir el odio y la violencia. Como en las leyendas de la antigüedad, hoy más que  nunca eros y tánatos siguen recreándose a cada momento de nuestra grandiosa y triste historia, y por eso el mundo y nuestro país están ávidos de científicos como Plutarco Naranjo que trabajen el lado amable, generoso, auténtico y humanamente responsable de la ciencia, y no de científicos y tecnócratas, que miren a su gente hacia abajo, o acepten ser convertidos en engranajes de los mejores negocios que se hacen justamente ahora jugando con la vida, con nuestro genoma, con las nanopartículas, con la biodiversidad y en definitiva con los malos usos del conocimiento de la biología y la medicina que sólo elevan las ganancias de las grandes transnacionales de la industria biomédica, en una contabilidad siniestra en la que se acumulan día a día cifras rojas para la salud y la vida.
 
Los seres humanos sapientes y auténticos como Plutarco Naranjo, con su vida y su pensamiento, son parte del gran antídoto para la irracionalidad que nos ahoga; son una señal de luz y de sabiduría en un mundo obnubilado por la ceguera del poder.

Publicado en: Libro en homenaje al Dr. Plutarco Naranjo Vargas, Academia Ecuatoriana de Medicina, Quito, 2011.