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Legalización y la despenalización del aborto

10 de octubre, 2019

Por: Fernanda Solíz

Transcripción: Sofía Tinajero Romero

 

Soledad Deza es abogada feminista; coordina el Área de Litigio de católicas por el derecho de decidir Argentina. Además preside la fundación Mujeres por Mujeres en Tucumán, y es docente de medicina legal en la Universidad San Pablo T, y de Sociología jurídica en la Facultad de Derecho en la Universidad Nacional de Tucumán. Participó como ponente en el seminario “Los retos de la salud y los derechos sexuales y reproductivos en América Latina”, que se organizó en la Universidad Andina Simón Bolívar. La profesora Fernanda Solíz, del Área de Salud, le entrevistó acerca de la despenalización del aborto.

Soledad, muchas gracias por acompañarnos. Escuchamos tus ponencias. Para nosotros ha sido muy grato poder compartir la experiencia argentina y latinoamericana. Y justo en ese marco queríamos preguntarte ¿cómo miras tú el contexto latinoamericano y argentino en relación a la lucha por la despenalización del aborto?

Yo creo que el trayecto recorrido es de mucha fuerza. En Argentina venimos de un año sumamente fortalecedor para el movimiento de mujeres, para el movimiento de los derechos humanos, porque hemos logrado finalmente instalar en el debate la despenalización y la legalización del aborto. Sin embargo, me parece que más allá de la fortaleza del movimiento, América Latina y el Caribe, toda la región está sufriendo los embates de la reacción patriarcal al empoderamiento que hemos tenido las mujeres en estas últimas décadas. Lo vemos en la situación de Brasil, que está sufriendo una fuerte avanzada de los sectores antiderechos. Lo vemos en toda América Latina y el Caribe en las campañas en contra de la educación sexual integral. Y lo vemos en los avances casi movimientistas que tienen estos sectores que me parece que lo que quieren es conservar un estatus quo de denegatoria derechos más que de proteger algún derecho puntual.

 

En ese sentido, me parece que tenemos que estar muy alertas. Son sectores que cuentan con  mucho poder económico, pero a la vez que cuentan con una red muy potente entretejido con los gobiernos locales. Es parte de nuestra identidad ese maridaje en la falta de laicidad en los Estados. Entonces, me parece que se abren desafíos de laicidad y desafíos de fortalecer nuestras democracias.

Tú hablabas sobre el tema de la objeción de conciencia como uno de los elementos importantes de discusión y debate.

Sí, porque me parece que la objeción de conciencia nació como una herramienta noble para resistir la opresión. Pero me parece que frente a los derechos sexuales, en general, y al aborto, en particular, esta herramienta invierte la lógica  con la que funciona. Pasa de ser una herramienta de minorías y una herramienta defensiva, a ser una herramienta de agresión, que a consecuencia de la falta de control estatal puede incluso retirar de la oferta sanitaria prestaciones médicas lícitas. Entonces, eso nos muestra que está siendo utilizada como herramienta política para impugnar en última instancia la autonomía sexual, más que para preservar la indemnidad de las conciencias.

El embajador de Francia se lamentaba frente al hecho de que en su país, en Francia, recién hacia el 70 se logra despenalizar y legalizar el aborto. ¿Cómo entender que en nuestro contexto latinoamericano, con gobiernos progresistas, cincuenta años después seguimos en esa disputa?

Porque me parece que nuestros gobiernos progresistas son liberales en lo económico, pero conservadores en lo político. Entonces, ese disciplinamiento con las jerarquías eclesiásticas, no solamente de la Iglesia católica que tiene una fuerte predominancia en la región, sino también con los sectores evangélicos, no logra quebrarse de forma tal que nuestros dirigentes políticos de la región no se disciplinen con ese poder político, que lamentablemente impide que nuestras democracias generen para la ciudadanía leyes que hagan la vida vivible para todos y todas, y no solamente para quienes comparten o adscriben 100% a un credo determinado.

Hay un caso muy importante en la historia de tu militancia y del proceso que han seguido ustedes como organización, que es el caso de Belén. ¿Qué lecciones? ¿Nos puedes contar el caso?

Belén es una joven de 25 años –ahora tiene 27- pero llegó con una situación de aborto en curso a un hospital. Ella no sabía que estaba embarazada. Llegó por dolores abdominales. Los propios médicos que la atendieron pusieron en su historia clínica que había tenido un aborto espontáneo. Pero luego se activó por todos los prejuicios de género que hay, toda una maquinaria simbólica que llegó a criminalizarla, y la llevó a estar 29 meses presa.

Este caso fue muy importante, no solo porque logró unir al movimiento de mujeres en toda Argentina, y que se sobrepongan las lógicas partidarias individuales a una demanda de justicia de género, sino también porque me parece que puso al descubierto que nuestro sistema penal nos había ocultado una presa por aborto. ¿Por qué fue importante como una situación previa a la apertura del debate? Porque una de las excusas que se solía utilizar era que la figura penal no se usaba en los hechos.

Y el caso Belén, lo que demostró era que este código penal que parecía no usarse, o que parecía funcionar solo como amenaza, en los hechos se había tomado la libertad de una joven de 25 años de manera injusta.

Belén fue luego, primero puesta en libertad, luego de que el alto comisionado de Naciones Unidas, el Comité de Derechos Humanos y de la tortura se pronunciara por su libertad y su absolución, y finalmente fue absuelta por falta de pruebas. Pero el caso de Belén puso al descubierto que Belén podía ser cualquiera.

Y efectivamente en Ecuador, justamente ayer se presentaban las cifras. Tenemos más de 200 mujeres presas por la interrupción de su embarazo.

Claro y me parece que lo importante para pensar acerca de la penalización del aborto es que lo que necesitamos como democracia es discutir no si estamos a favor o en contra del aborto como un hecho moral, sino si consideramos que una mujer que aborta debe estar presa. Y me parece que en ese sentido, son muy pocas las voces que se pronuncian en favor de la penalización del aborto.

Y justo en esa discusión que está muy presente en el tema del aborto, la discusión ético-política de la mano de la imposición de una práctica judeo cristiana a Estados laicos, ¿cómo llevar el debate del inicio de la vida?, ¿Cómo llevar el debate sobre los derechos de los embriones o los  fetos?, que digamos ha sido uno de los temas que la Iglesia Católica, pero también otras iglesias han estado permanentemente posicionando.

En primer lugar, pensar que los dogmas de la Iglesia Católica y los de ninguna religión son absolutos. Puntualmente, los de la Iglesia Católica no han sido uniformes, porque la Iglesia no es monolítica frente a esta posición. Entonces, nosotros tenemos exponentes como San Agustín o Santo Tomás que no se han pronunciado respecto del aborto como un pecado dentro del primer trimestre, por ejemplo, porque consideraban que no había alma en esa vida fetal. Pero me parece que por ahí lo más importante de pensar es que cuando debatimos la legalización del aborto y la despenalización en segundo término no necesitamos adscribir a un credo particular. Estamos en una discusión de políticas sanitarias. Lo que estamos discutiendo como sociedad es si un Estado va a utilizar la herramienta más violenta que tiene para imponer el mandato de maternidad, o si finalmente va a utilizar otro tipo de políticas como son la prevención, la educación y en su caso, si se quiere, aceptar que los embarazos no planificados no ocurren igual y que no es el castigo de cárcel lo que merece una mujer que decide llevar adelante esa decisión.

Pensemos que acerca de la vida intrauterina también se ha pronunciado la Corte Interamericana, acerca de que tomar una posición religiosa respecto del inicio de la vida afectaría la libertad de conciencia en última instancia. Entonces, me parece que este valor de la libertad de conciencia tiene que ser especialmente respetado por quienes defienden un credo determinado, porque un Estado laico supone que se respeten las creencias con igual intensidad de quienes creen en cualquier credo, y en quienes no creen en ninguno.

Muchísimas gracias, Soledad. Para despedirnos, creo que el mundo entero y, especialmente la región latinoamericana, seguimos muy de cerca el caso argentino. Estuvimos muy esperanzados contando los votos para ustedes, a la distancia. ¿Qué sigue para Argentina, qué sigue para América Latina?

¿Qué sigue para América Latina? Me parece que sigue la misma marea verde, pero en toda Latinoamérica y el Caribe. Sigue el movimiento feminista que crece, un movimiento de mujeres que creo que por fin ha percibido que unido es imparable. Y llega finalmente la hora de que nos demos cuenta de que cuando se discute la subsistencia de la criminalización del aborto, estamos discutiendo uno de los últimos bastiones del orden patriarcal, que es el mandato de maternidad obligatoria. Así que pensar que estamos resquebrajando quizás lo más antiguo de nuestra subordinación. Así que pensar que se va a caer, y que sea ley.

Gracias