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La Tuna de la Universidad del Azuay se unió al Festival Internacional de Integración Estudiantil

17 de mayo, 2019

El viernes 26 de abril, la Universidad Andina dedicó el día para celebrar el Festival Internacional de Integración Estudiantil, con una agenda de actividades que empezó a las 9:30 para continuar durante todo el día hasta la noche.

La jornada se abrió con el Congreso Internacional de Gestión Integral de Riesgos, que tuvo lugar de forma paralela al resto de actividades. El encuentro, que se realizó en el Salón Espejo, fue inaugurado por el vicerrector y director del Área Académica de Gestión, Wilson Araque Jaramillo.

De la mano de académicos y expertos como Carlos de la Torre, Carlos Ordóñez, Carlos Andrés Holguín, Richard Ayudant, César Estrella, Iván Velasteguí, Paúl Noboa, Raquel Salazar y Diego Raza, se abordaron conferencias sobre las perspectivas del sistema financiero, el riesgo estratégico en las instituciones financieras, las probabilidades de default y las matrices de transición de calificación de riesgo; las perspectivas futuras en el sistema financiero; el riesgo operacional en la era digital, entre otros temas. El programa se cerró con el panel Efectos de la implementación de los estándares de Basilea III en los bancos. ¿Qué esperar?

Al mismo tiempo, a las 11:00, en el otro extremo de la Universidad, se escucharon fragmentos musicales, voces. Bajando las gradas de caracol del primer piso del edificio Mariscal Sucre, e ingresando al Paraninfo, las melodías se hicieron aún más claras. Algunos de los integrantes de la Tuna de la Universidad del Azuay empezaban ya el ensayo para el recital que ofrecerían horas más tarde en este mismo sitio.

Ana María Canelos –quien horas antes les realizó un recorrido guiado por los principales espacios patrimoniales del campus- y Lorena Ayala miraban cada detalle, junto a Fabián Vinueza: la distancia entre cada uno de los siete micrófonos, el audio, la logística, la ubicación del gran arreglo de flores amarillas.

Mientras tanto, cuatro bailarines marcaban su coreografía en el centro del Paraninfo. Nadia Luzuriaga, estudiante del sexto semestre de Medicina de la Universidad del Azuay, y única integrante mujer de la Tuna, ensayaba partes de las canciones junto a su amigo Renato Molina, estudiante del primer ciclo de Arquitectura. Ella con la guitarra y él con el laúd.

“Hace más o menos un año, al decano de Derecho, José Chalco, se le ocurrió formar una tuna, agrupación originada en la Edad Media, en la cual participaban estudiantes, que mediante la música podían costearse en esa época alimentos y pagarse la universidad”.

Mientras hacen una pausa, Renato dice que fue un proceso familiarizarse con el laúd. “El Bolivítar nos enseñó”, dice Renato. Estos estudiantes dedican entre tres y cuatro horas semanales para repasar.

“Bolivítar” es Bolívar Sarmiento, director musical de la Tuna, quien además toca la bandurria. Cuenta que el proyecto fue idea de José Chalco, y plasmada con el apoyo de Francisco Salgado, rector de la Universidad del Azuay. Fue entonces, que se pidieron los instrumentos a la Casa Alhambra en España: bandurrias y laúdes.

Sarmiento  toca desde los 3 años de edad, lo que le ha  dado la facilidad para enseñar a los estudiantes, con quienes repasan dos veces a la semana. Han logrado tener un repertorio de 20 canciones, de las cuales interpretaron 16 en el recital, en la Andina.

José Chalco es el creador del proyecto, y además, padre José Chalco Salgado, estudiante de doctorado de Derecho de la Universidad Andina. José Chalco padre recuerda que la Tuna se conformó en junio de 2017. Hasta octubre del mismo año hizo su primera presentación en su universidad. “Surge como consecuencia de ese reconocimiento en la universidad iberoamericana. Queremos mantener esa tradición que es una manera de hacer conocer a la juventud sobre la historia de la música”.

Después del ensayo, la Tuna fue invitada por el rector César Montaño Galarza a un almuerzo, para compartir con el Coro Universitario Andino, que también está celebrando su primer año de conformación. En un gesto de bienvenida a la Tuna, el Coro cantó dos canciones antes de iniciarse el almuerzo.

Simultáneamente, en el Salón Olmedo, la comunidad universitaria degustaba con curiosidad platos tradicionales de Venezuela, Colombia, Perú y Ecuador. Era el Festival de comidas tradicionales de la región andina, de los países de origen de los estudiantes de la Universidad Andina.

Maryll Noguera, de la maestría de Estudios de la Cultura, era la única estudiante de Venezuela. Sin embargo, fue la primera en tener su mesa lista: adornada con un camino de mesa café, un cuatro y un sombrero llanero, se apuraba en colocar rosas blancas, rojas y amarillas para alegrar aún más su puesto. En un canasto tenía listos los tequeños, rollos de harina de trigo y queso. Su plato: el pabellón, que es típico del llano venezolano, la zona campestre de su país. Lleva arroz blanco, tajada, que es el maduro frito; caraota, que es el frejol negro, huevo frito y carne mechada de res. ¿Cómo logró tener todo listo a tiempo y sola? Su hermana, que está también en Quito le ayudó. Ella ese rato se encontraba preparando el papelón, que es una bebida fría de panela con limón.

A un costado, Johanna Bautista, Norma Escobar y Camilo Lozada, de Estudios de la Cultura, adornaban con globos amarillos, azules y rojos, la mesa de Colombia. Contaron que al mismo tiempo, otros compañeros suyos estaban en el departamento de la residencia preparando arepas rellenas. Frente a ellos, la mesa de Perú también contaba con una sola estudiante, para ofrecer  causa y papa a la huancaína.

El olor del mote con chicharrón, la causa peruana y las arepas colombianas se esparció por el Salón Olmedo, combinándose en una agradable mezcla de ingredientes que abrió el apetito de los asistentes. El pabellón venezolano, las papas a la huancaína y los tamales lojanos adornaban las mesas en un híbrido cromático que llamaba la atención de los presentes que poco a poco iban agolpando el local.

Estudiantes, docentes y personal administrativo abandonaron las aulas y las oficinas por un momento para degustar las delicias de la tradición andina, pero sobre a todo, para compartir con el resto la comunidad universitaria. Las filas en cada puesto de comidas se iban alargando, algunas personas aprovechaban el lento caminar de las filas para conversar o degustar otro plato típico.

En la tarde, la atención se volcó al Paraninfo. Era el tan esperando recital de la Tuna de la Universidad del Azuay. Cambiaron su vestimenta deportiva y juvenil por un traje con diseño de las tunas medievales: capa, jubón, camisa, calzas, bombachos y una beca amarilla. Antes de su aparición, el rector César Montaño Galarza, ofreció las palabras de apertura y manifestó con alegría el “hermanamiento, acercamiento con la Universidad del Azuay”. En su intervención, el rector saludó también la presencia de Jorge Hernando Pedraza, Secretario General de la Comunidad Andina. Resaltó el papel que cumple el personero de la CAN, quien a continuación dio un breve saludo.

Jorge Pedraza manifestó haber estado “complacido” e “impactado al haber hecho la visita institucional hoy”.  Contó al público que durante su visita, ha conversado con el rector Montaño “sobre aspectos que tiene que ver con los 50 años de la creación de la Comunidad Andina y su sistema de integración”.

Antes de despedirse, confesó su asombro al “conocer la riqueza que hay al interior, en esta edificación que se constituye en un referente importante, el movimiento intelectual académico de la Comunidad Andina”.  Asimismo, manifestó su compromiso con la Universidad Andina Simón Bolívar.

Entonces, los integrantes de la Tuna hicieron su entrada por entre el público mientras tocaban el primer tema: Marcha española. Dieciséis temas conformaron el repertorio de un recital animado, que contagió entusiasmo al público. Los presentes se movían siguiendo la melodía, y de vez en cuando, uniéndose al canto de las canciones que conocían.

“A ver esas palmas”, invitaba animadamente uno de los integrantes, haciendo participar al público. El recital también tuvo sus sorpresas: además de canciones españolas, la Tuna también interpretó temas tradicionales que hicieron cantar a los presentes. Uno de esos temas fue Sombras, Balcón Quiteño, el Alza, Alza. E incluso un popurrí de música mexicana.

Al finalizar una de las canciones, personal de la Universidad Andina se acercó a los jóvenes músicos para colocarles una cinta verde con un rosetón amarillo, colgada de la beca, sumando así los colores de la Universidad Andina a las varias cintas que suele llevar el atuendo de la Tuna.

No fue el único espacio que se llenó de música. En el Salón Olmedo, se habían dispuesto las sillas hacia los lados, para dejar espacio en el centro, para recibir a cinco agrupaciones de danza folclórica y de salón.

Este espacio, también abierto con palabras del rector Montaño, empezó con la interpretación de canciones de autor, en las voces de los estudiantes Jefferson Chico y José Gordón. Fue la antesala para una velada de danza, con los grupos de las embajadas de Bolivia y Perú, y las agrupaciones Ñucanchi Allpa,  Sumak Nina, y Amae -Ángeles con sus madres emprendedoras- integrada por 16 niños con capacidades especiales. Zamarros, ponchos, la máscara del Aya Huma, era parte de la vestimenta de los niños, mientras las niñas estaban vestidas con anaco y mullos. Al final, invitaron al público a bailar, entre ellos, Martha Dubravcic, esposa del rector César Montaño, exalumna boliviana de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad.

Trajes de la Costa y de la Sierra, representaban a personajes tradicionales. Los colores alegraron aún más el ambiente: morados, verdes, amarillos, anaranjados, azules… La agrupación boliviana tenía trajes ricos en plumas y máscaras.

También hubo espacio para géneros caribeños y de hip hop con la academia Mamuco Dance Corp.

Dos rondas hubo para cada agrupación, extendiendo la noche hasta las 21:00, para dar paso a una fiesta en la que todos los presentes participaron.

STR-FA