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Boletín Spondylus

Bebés y niños pequeños en familias inmigrantes latinoamericanas: trauma de inmigración y la pandemia


Por: Glenda Villamarín

Edición: Sofía Tinajero Romero

La migración forzosa genera un estado de trauma; y más aún si ocurre en contexto de pandemia. Acerca de este tema, Glenda Villamarín, profesora del Área de Salud de la Universidad Andina Simón Bolívar, entrevista a Carmen Rosa Noroña, jefa de Servicios clínicos de trauma infantil y de formación en el Proyecto Niños Testigos de la Violencia, del Centro Médico de Boston, Estados Unidos.

Noroña es psicóloga clínica, con una maestría en educación especial y en acompañamiento a niños pequeños. Es parte también de varias alianzas e instituciones. Una de ellas es la alianza For the Advancement of Infant Mental Health en Estados Unidos.

Asimismo, es una de las cocreadoras de la iniciativa de principios de salud mental para bebés, niños y familias basados en la diversidad, de la Red de desarrollo profesional Harris y del plan de preparación familiar para familias inmigrantes al centro médico de Boston.

 

Podrías contarnos algo sobre el lugar donde trabajas y por qué escogiste trabajar con esta población  

El lugar donde yo trabajo es un hospital muy antiguo, que inicialmente se llamaba Boston City Hospital. El lema y la misión del hospital era servir a los más necesitados, a los inmigrantes. Parte de esa misión se ha mantenido. El hospital se privatizó o semiprivatizó en 1997, que fue precisamente el año en el que yo empecé a trabajar en el hospital.

Y ahora somos parte o colaboramos con la Universidad de Boston. Somos un hospital de enseñanza donde hay muchas pasantías, doctorados para médicos que se están especializando en distintas áreas. Y yo trabajo para la división de pediatría de la conducta y el desarrollo, que se focaliza específicamente en el desarrollo de niños desde cero a 18 años. Hay varias iniciativas y proyectos que tienen que ver con el lograr que los niños lleguen a su máxima capacidad, particularmente cuando hay situaciones que pueden poner a las familias y a los niños en vulnerabilidad.

Por ejemplo, hay un programa que se dedica exclusivamente a niños que presentan síntomas de autismo u otros problemas de desarrollo. Programas que se focalizan en familias que han tenido bebés que fueron prematuros. Y hay una clínica que hace seguimiento a esos niños.

Mi programa se focaliza en prestar servicios psicoterapéuticos y de abogacía a los niños que han sido testigos de violencia intrafamiliar, violencia en la comunidad, pero que también han sufrido otros tipos de experiencias que pueden ser traumáticas. Inicialmente, el programa se creó con el fin de servir a esos niños que solamente estaban presenciando actos de violencia, que no habían sufrido necesariamente una herida física, o no habían sido maltratados o abusados, sino que habían presenciado actos de violencia.

En ese tiempo, había muy poca conciencia del impacto del presenciar actos de violencia, particularmente en los niños muy chiquitos. Entonces, ese fue el motivo por el cual este programa en que trabajo se creó, y a través de los años, mientras hemos entendido más de qué se trata el trauma y las experiencias de trauma y su impacto en la población infantil, nos hemos especializado en otros tipos de trauma.

Nosotros atendemos a toda la familia, o sea, la intervención que utilizamos es relacional. Ese es el contexto de mi trabajo. El  hospital sirve a una población muy diversa de familias. Y con eso me refiero a diversidad en el sentido económico, social, étnico, racial. Como dije al principio, muchas familias todavía identifican al hospital como el hospital para los inmigrantes.

Entonces, al ser yo una inmigrante y al tener la posibilidad de hacer el trabajo en español e inglés, y por la misión del hospital, yo apliqué a un trabajo ahí específicamente porque había hecho una pasantía en las salas de  cuidados de bebés. En ese entonces, en 1994,  cuando estaba yo estudiando mi maestría en salud mental infantil. Y me impresionó la manera como las enfermeras y los doctores en trataban a las familias, a los bebés y también lo  mucho que aprendí en ese tiempo.

Cuando tuve la oportunidad de pensar en regresar a Boston, mi interés era que regresaría si podía conseguir un trabajo en esta división por la misión que el hospital tiene y el interés en justicia social. Y al empezar a servir a las familias latinoamericanas, también tuve otra visión de las realidades para las familias que se encuentran en grupos marginalizados en los Estados Unidos, particularmente en las familias inmigrantes.

Eso hizo que me interesara más en el tema, y que dedicara prácticamente los últimos 15 años de mi trabajo en entender de qué se trata el trauma de inmigración y el abogar por servicios particularmente para las familias indocumentadas y las familias de estatus mixto, que se definen son las familias donde el niño puede haber nacido en los Estados Unidos, pero los papás están indocumentados. Esto tiene un impacto muy serio en el desarrollo de los niños, porque estos niños, a pesar de que tienen muchos derechos por el temor que sus papás sienten, permanecen en las sombras y no tienen acceso a muchos de los  beneficios que otros niños tienen.

¿Cómo defines el trauma de migración?

Este concepto fue presentado en un artículo por la escritora latinoamericana Rose Marie Pérez foster. Es un artículo -creo- de los años 80. Ya en ese entonces estaba hablando de cómo la inmigración puede ser traumática. Y en mi experiencia, después de haber trabajado tantos años con niños inmigrantes, niños que llegaron no acompañados de un adulto, o niños de familias inmigrantes, yo veía día a día el impacto de  los diferentes estresores que pasan durante un proceso de inmigración.

Pero no tenía una manera de articular, hasta que leí este artículo y empecé a formular qué es lo que esto significaba para la población con la que yo trabajaba. Y no fue sino hasta el año 2017 donde hubo la separación en la frontera de las familias y que eran familias que venían con niños muy chiquitos, que hubo como un despertar una concientización del impacto de la migración y de las políticas de inmigración en los Estados Unidos, en toda una población de niños que  no solamente estaban en la frontera, sino que están en nuestras comunidades.

A grandes rasgos, el drama de inmigración se refiere a todos los factores que obligan a las familias a emigrar, más todo lo que ocurre durante el proceso de viaje, hasta llegar al país de acogida -que en este caso serían los Estados Unidos- y lo que ocurre después.

Para darte un ejemplo, yo trabajo principalmente con familias que vienen de Guatemala, Honduras y El Salvador; lo que se define como el triángulo norte. Como sabemos, en esta área existe una violencia que se ha incrementado durante dos años, y que ha sido el resultado de masacres y guerras que desafortunadamente fueron sustentadas por la intervención de las políticas de los  Estados Unidos.

Si pensamos desde una perspectiva de trauma histórico, cuando han habido tantas masacres, la fábrica de la sociedad empieza a deteriorarse. Y lo que primero se afecta es la parte más importante de la sociedad: las familias. Muchas de las familias con las que yo trabajo han presenciado o les ha pasado cosas horrorosas, que no es sólo en relación a la violencia comunitaria, la violencia política. O son historias de una generación donde hubo pérdidas gracias a masacres durante la guerra civil. Por ejemplo, la guerra civil en Guatemala y en El Salvador.

Entonces, las familias vienen huyendo de un acto violento que a veces es el detonante de la decisión de emigrar. Y la migración ocurre de manera muy rápida, a través de personas que trafican a personas. No se hace la migración a través de canales legales, porque estas personas generalmente no tienen el capital social ni económico para hacerlo.

Algo que es importante recalcar es que muchas de estas poblaciones son poblaciones de familias indígenas que también traen un trauma histórico debido a la colonización. Entonces, son múltiples capas de experiencias traumáticas históricas que determinan la parte del trauma premigratorio.

Una vez que inician el viaje, están expuestos a la inclemencia del tiempo. No tienen suficiente comida. Particularmente, las mujeres y los niños están en una situación de vulnerabilidad; están expuestos al maltrato y abuso sexual.

Ahora hay en México sitios donde llegan las familias que están pidiendo asilo y permanecen ahí. La infraestructura no es adecuada y continúan estas situaciones de estrés extremo. Y una vez que llegan a los Estados Unidos, como sabemos, hubo separaciones forzadas de familias  o están ubicados en centros de detención donde continúan las situaciones, a veces, infrahumanas, donde están asignados donde las familias.

Hay una ley que no permite que los niños permanezcan mucho tiempo en estos centros. Luego los niños son trasladados a centros específicos. Y para aquellas familias que logran llegar o pasar a través de la frontera, empieza el drama de ser indocumentados y la discriminación por el color de la piel, por el hecho de ser inmigrantes; por no hablar el idioma. Es el  estrés tóxico acumulado que se define con este trauma de inmigración.

En los últimos años, estas políticas de inmigración han podido impactar a estas familias por un lado, y la llegada de la Covid-19, de la pandemia también arma un entretejido, que me imagino, ha afectado de una manera muchísimo más fuerte a estas familias y a estos bebés y niños pequeños con los que trabajas.

Exactamente, Glenda. Y ese es uno de los aspectos que es tan importante comprender. A menudo, lo que yo escucho en la población en general, es que las familias latinoamericanas, especialmente las inmigrantes en estatus mixto o indocumentadas, por ejemplo, que no se cuidan, que no tenían las precauciones necesarias cuando supimos de la pandemia, que continuaron trabajando, que ahora que hay la vacuna no se quieren vacunar.

O sea, todas estas cosas que son prejuicios, sin entender el contexto escultural que hizo que la pandemia afectara, particularmente en gran escala a las poblaciones marginalizadas, como son las poblaciones negras. Nos ubican a los latinos en una sola categoría. Sabemos que somos muy diversos, pero hay los inmigrantes latinos, los inmigrantes de otras partes del mundo, las personas que tienen discapacidades. Entonces, son todas las poblaciones que de alguna manera están marginalizadas.

Lo que sucedió es que, como tú mencionas, las políticas de inmigración y también las políticas en general han ido incrementando en el rechazo a los inmigrantes. Y se volvieron más y más estrictas y punitivas.

Por ejemplo, en este país los niños tienen acceso, por ejemplo, para obtener leche, fórmula, queso. Hubo una ley que se puso en consideración, donde se decía que si las familias, por ejemplo, tenían acceso a algunos de los beneficios para los niños, eso iba a afectar más tarde a la posibilidad de que las personas que están indocumentadas pudieran legalizar o regularizar su situación. Entonces, se creó mucha confusión y temor. Las personas estaban yendo menos al médico, esto fue antes de la pandemia. Entonces como que fue eliminándose o debilitándose la red de protección.

El momento que llegó la pandemia, había demasiada confusión. Las personas no fueron al médico inmediatamente. También, cómo se distribuyó la información. Por ejemplo, no se tradujo la información adecuadamente, y las personas que  más necesitan, que son los trabajadores sociales son los inmigrantes. Y para poder subsistir, tenían que trabajar. Entonces fue como el momento perfecto para que la pandemia afectara a estas poblaciones. Y por eso también hablamos de una sindemia, que es como esta epidemia tiene un contexto social grave y que continúa hasta ahora.

Es terrible cómo alrededor del mundo se ha develado la inequidad social. Y cómo realmente los más frágiles han sido las personas que más han sufrido la pandemia. Y esta sindemia, como dices.

Dentro de este contexto, ¿podrías contarnos algo sobre las intervenciones que ustedes han implementado con estas familias, y cómo han funcionado? ¿Qué ha sido efectivo en lo que han hecho?

Como tú dices, una de las partes más difíciles fue que rápidamente tuvimos, como en todo el mundo, pasar a ofrecer servicios a través de zoom y de otras plataformas. Pero muchas de las familias tenían niños que estaban en el colegio o tenían que entender cómo iban a ser las clases. Entonces, hubo fondos para que las escuelas dieran computadoras a las familias, pero el problema era que no siempre venía eso con las instrucciones, o con alguien que pudiera ayudar a los papás las mamás de los hogares a usar la guía tecnológica o no había servicio de internet que funcionara bien.

Luego se dijo bueno van a ver este servicio que va a ser a costo muy bajo, para que puedan conectarse. Recuerdo que una de mis pacientes me dijo “yo no puedo ser la profesora de los niños, aprender la computadora, irme a trabajar, y además reunirme con usted. Así que ya se acabó la terapia”. Yo le dije, “bueno, no tenemos que reunirnos por zoom. Dígame cómo”. Me dijo por teléfono. Entonces, lo bueno es que en mi programa hubo suficiente flexibilidad para que podamos reunirnos con las familias como ellas determinaran en ese momento que era un momento de tanta crisis que era más apto para ellos.

Entonces, utilizamos el teléfono, utilizamos internet para algunas de las familias que tenían acceso. El hospital también ayudó a que pudiéramos subvencionar algunas de las líneas de internet para que las familias tuvieran acceso a eso. Utilizamos todo lo que estaba a nuestro alcance y tratando de ser lo más flexibles posible.

También aprendimos que teníamos una idea acerca de que cómo íbamos a enmarcar el  trabajo. Que íbamos a atender a las familias que trataran de estar en una mesa para hacer la que hacemos a través del juego. O sea, todas estas ideas que eran a priori sin entender nuevamente la realidad de las familias.

Y recuerdo que una de las categorías que estipulamos era que no íbamos a hacer la terapia en la cama. Y no era la realidad, porque para muchas de nuestras familias, su habitación y el sitio donde duermen es el único lugar donde tienen privacidad. Entonces, mucho del trabajo que hemos hecho, mientras los niños y las mamás y los papás están jugando en la cama o contándonos que sus historias de lo que ha pasado durante la semana, desde ese lugar.

Para responder a tu pregunta, pienso que mantuvimos siempre mucha flexibilidad y aprendimos también cuando no estábamos siendo flexibles. Aprendimos lecciones muy duras, porque las familias no se enganchaban, o simplemente terminaban los servicios. Eso en cuanto a cómo estamos haciendo la terapia.

Básicamente ha sido el hablar con la familia, con los adultos de la familia, para saber cómo están, qué es lo que necesitaban. Y dejar un poco de lado la intervención a través del juegos porque no era el momento. En otros casos, una vez que las familias se estabilizaron, pudimos retomar la terapia de juegos y la terapia diárica, pero desde otros parámetros, considerando como te daba el ejemplo de que se puede hacer eso en la cama.

Creo que lo más importante fue toda la movilización que hubo para identificar recursos para las familias, desde cómo conseguir comida, pañales, porque muchas de las familias perdieron su trabajo. Cómo ayudar a conseguir las cosas más esenciales del día a día y para suplir las necesidades básicas.

Por otro lado, algo que también hicimos fue el empezar a hablar de cosas muy difíciles con los papás, las mamás. Como por ejemplo, si usted se enfermara o algo le pasara, o si hubiera una redada de inmigración y usted se tuviera que separar de esos niños, con quién quisiera usted que sus niños se queden.

Entonces ahí fue cuando empezamos a utilizar el plan de preparación familiar como una manera de empoderar a las familias, y hablar de esto que es innombrable, impensable pero para que tuvieran la posibilidad de sentirse empoderadas y decidir quién iba a hacerse cargo de estos niños, para que no fueran a dar a las agencias del Estado.

Carmen Rosa, yo me quedo con ganas de seguir conversando contigo. Sin embargo, tenemos un límite en el tiempo. Espero poder invitarte nuevamente y conversar. Quiero nuevamente darte las gracias por estar acá, y también por el trabajo, la labor que haces.

Muchísimas gracias, Glenda. Espero que podamos seguir dialogando. Gracias nuevamente por la invitación.