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Boletín Spondylus

Migraciones y refugiados. Un reto para América Latina


Por: Michel Leví

Edición: Sofía Tinajero Romero

 

El conocido pensador guatemalteco y expresidente de su país, Eduardo Stein es el entrevistado invitado por Michel Leví, coordinador del Centro Andino de Relaciones Internacionales, para dialogar acerca de los retos para América Latina, en un contexto de pandemia.

 

¿Cuál es tu visión sobre América Latina y el Caribe? ¿Qué nos vincula? ¿Existe una América Latina? ¿Podemos hablar de América Latina como tal, o podemos hablar de tres regiones bien determinadas como América del Sur, América Central y América del Norte?

En realidad, hemos heredado un concepto de América Latina, que tiene una historia muy notable después de integración. Y eso incluso desde las escuelas nos permitió pensar en una parte del hemisferio occidental, que junto con Brasil que habla portugués, el resto castellano, más las islas del Caribe, éramos en esa concepción una promesa de integración regional muy potente.

Sin embargo, la historia más reciente nos ha indicado que desafortunadamente hay grietas, hay divisiones profundas, hay desencuentros y hay choques -algunos ideológicos muy fuertes- que han dado al traste con varios de estos esfuerzos de integración.

El esquema más antiguo pactado en la región, que es el Sistema de Integración Centroamericana, que está ahora reducido a temas específicos y especializados. La concertación política se ha vuelto casi imposible, porque depende de que los presidentes en ejercicio se lleven bien.

En el caso del área Andina, pues se conservan pactos fundamentalmente con el objeto del beneficio de las poblaciones de los países andinos, como por ejemplo el que dio nacimiento a esta brillante Universidad.

Pero en términos políticos, desafortunadamente, también ha habido muchos desencuentros, y en general, un retroceso de nuestras instituciones democráticas, de forma que las poblaciones de América Latina, en general, están desconfiando de la política tradicional, de los políticos tradicionales y de las maneras de hacer política, al grado de que la democracia misma se cuestiona. Se cuestionan nuestros sistemas políticos por parte de grandes sectores de población, porque no han resuelto los problemas más acuciantes de las mayorías.

Y junto con ello, digamos, con esta degradación institucional o incluso desinstitucionalización de algunos Estados latinoamericanos, hay un elemento todavía más preocupante y es el crimen organizado.  El crimen organizado es, hoy por hoy, para muchas poblaciones de todo el continente, el enemigo más peligroso que existe para nuestra convivencia democrática, porque ha desarrollado con gran habilidad una manera de mantenernos divididos.

Ha desarrollado una gran habilidad y esfuerzos para controlar los centros de decisión pública y hacer, por lo tanto, trizas la independencia de poderes. Y eso deja a gran parte de la población en un estado general de indefensión, en donde ya la gente no confía en la clase política, porque la ve demasiado orientada a satisfacer sus intereses de grupo o sus intereses particulares, y no el bien común, que es su objetivo fundamental en todas nuestras constituciones.

Entonces, en esa ruta de divisiones, de degradación de nuestras democracias y sistemas políticos, hay también algunos problemas de crisis específicas en ciertos países, que están dando como resultado elementos de inestabilidad política, que aunque nacen en un país se contagian en las vecindades.

Y existen, por supuesto, temores de que no tenga nuestros gobiernos y nuestras sociedades las soluciones duraderas para recuperar los sistemas de convivencia y de entendimiento que alguna vez existieron y que alumbraban un camino de crecimiento y de concertación bastante promisorio.

Es ahí en donde varios grupos de población están buscando formas de entenderse desde los niveles locales, que es quizás una de las perspectivas de mayor vigor político y cultural que está viviendo nuestro continente, y que, por supuesto, a los capos del narcotráfico no les gusta, porque cuestionan precisamente sus sistemas de controles ilegales, y van hacia las raíces profundas de lo que son nuestras culturas originarias, nuestra experiencia republicana. Y ponen el énfasis precisamente en aquellos esfuerzos colectivos que pueden sacarnos adelante.

Es decir que de acuerdo a lo que tú planteas, hay más allá de una región latinoamericana vinculada por la política. Y más allá en la región, de las tres Américas geográficas: América del Sur, América Central, América del Norte. Existe también una estructura de una América que está vinculada ya por problemas comunes, como los que tú señalas del crimen organizado, los temas migratorios, que están orientados más hacia nuevos vínculos, que hacen que las poblaciones tengan una relación más dinámica en función de otros parámetros, que ya no son los políticos ni los geográficos.

El subcontinente enfrenta dos grandes procesos de desplazamiento humano. El caso venezolano, que es el desplazamiento más grande de la historia de América Latina, nunca antes experimentado; y el segundo más grande a nivel mundial después de la crisis de Siria, con la peculiaridad de que, en el caso de la crisis venezolana, esta gente está saliendo de uno de los países que eran de los más ricos del continente, que no está en guerra, a diferencia del problema sirio.

Y el otro, es más complejo desavenimiento de insuficiencias en Centroamérica, sobre todo, en Honduras, El Salvador y Guatemala, en donde por décadas han estado saliendo poblaciones que no encuentran medios dignos de vida en sus países de origen, y que se aventuran a llegar al norte, a Estados Unidos precisamente para encontrar otras oportunidades de vida digna, otros ingresos.

Y ahí encontramos una serie de traslados de responsabilidad, en donde los tradicionales coyotes que le ayudaba en las comunidades rurales a la gente a echar el viaje y conseguir las guías de transbordo y de traslado, están siendo sacados del mapa y están sustituyéndose por traficantes que están aliados con el narcotráfico.

Esta situación en América Latina nos está obligando, en buena hora, a entendernos intercomunitariamente, que es algo que precisamente por el impacto brutal de la pandemia se había congelado de manera temporal. El impacto económico que esta pandemia ha causado en regiones, en donde la mayoría de las personas trabajaban en el sector informal, pero 70% de la gente que ahora está asignada tenían algún medio de subsistencia, por modesto que este fuera.

Entonces, hemos encontrado en el trabajo de atención a esta población en movilidad el que hay en las comunidades de acogida una generosidad latinoamericana que está haciendo admirada por otras regiones, en particular, por Europa que tienen sus mismas presiones migratorias de África y de algunos países de Asia, porque no habían visto una reacción de brazos abiertos.

Nadie estaba preparado para eso. Ya superamos los seis millones de venezolanos que han sabido salido de su tierra, que están en 17 países de América Latina y el Caribe. Más allá de lo que cada país puede poner para lograr esa inserción socioeconómica, las comunidades de acogida y lograr los procesos de regularización que les daría legalidad para acceder a servicios. Además de la pandemia, están los problemas que tú señalas claramente: narcotráfico y migración.

Tú, que has transitado los caminos del pensamiento de la política; ha sido vicepresidente de Guatemala, y tienes también este rol ahora con las Naciones Unidas, ¿cuál es la perspectiva de nuestra región en el corto plazo? ¿Hacia dónde vamos?

En la capacidad de la región de generar alimentos, hay un déficit alimentario. No es comprensible que siendo Guatemala un país exportador de alimentos a todas las vecindades, tengamos el peor índice en desnutrición crónica infantil.

Eso refleja que somos sociedades desiguales y excluyentes. Y la experiencia de acogida a esta población migrante irregular nos ha mostrado que sí somos capaces de superar mucho de esa desigualdad y muchos de esos esquemas de exclusión.

O sea que podemos entendernos regionalmente, y no sólo adentro de cada país, interfronterizamente, para salir de adelante a estas desigualdades que tienen en algunos casos más que décadas de subsistir.

Segundo. Hay un déficit feroz por la importantísima cantidad de cientos de miles de niñas y niños que salieron de la escuela durante la pandemia. Tenemos que hacer lo que sea para recuperar esos espacios de aprendizaje colectivo, tanto en sus familias, en sus comunidades como en las redes de intercambio a las que nosotros, por nuestra propia geografía, tenemos variedad enorme de microclimas que pueden sustentar a esta población de manera más equitativa.

Yo creo que este legítimo rechazo de las poblaciones a una clase política corrupta tiene que desembocar en la recuperación del valor de muchas de las personas íntegras en nuestras sociedades, para hacer a un lado estos esquemas de corrupción.

Una gran cantidad de jóvenes no quieren saber de la política, porque les da asco; porque la identifican como un lodazal de corrupción. Bueno, pero como sociedades, si no participamos en la búsqueda de soluciones haciendo de lado esas personalidades corruptas, esos esquemas corruptos y fijándonos en nuestra propia población, en nuestras propias sociedades para aportar una reconstrucción de la cosa pública, entonces sí vamos a salir.

Un mensaje muy fuerte y claro hacia nuestro medio nuestro latinoamericano. Gracias por estar aquí, por tu pensamiento de una forma tan clara y tan determinante. Nosotros estamos muy complacidos de tenerte en la Universidad Andina Simón Bolívar.

Muchas gracias. Es un privilegio para mí el haber podido participar en el evento internacional de hoy y el haber sido invitado a esta conversación.