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Boletín Spondylus

Gaviria: --La muerte del Mono Jojoy no es el inicio del fin de las FARC--


Publicado: 26-09-2010

 

Carlos Gaviria, abogado, magistrado y político colombiano, visitó el país para participar en la XV Conferencia de la Asociación Americana de Juristas, que se realizó en la Universidad Andina Simón Bolívar. Aprovechamos su presencia para analizar los desafíos del actual Presidente de Colombia en política interna y externa, justo en el momento en que la prensa internacional informaba sobre un operativo militar que terminó con la muerte del principal líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Jorge Briceño.

Para este académico colombiano, la muerte del "Mono Jojoy" es un duro golpe a la cúpula de las FARC; pero ésta está lejos de ser el inicio del fin de este grupo armado, como lo han sostenido los miembros del gobierno de Colombia.

Gaviria es Doctor en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, asistió a la Universidad de Harvard como estudiante especial en las áreas de Jurisprudencia, Derecho Constitucional y Teoría Política. Se desempeñó como Juez Promiscuo Municipal de Rionegro; profesor, decano y vicerrector de la Universidad de Antioquia. Fue candidato presidencial de Colombia en el 2006.

¿Cuáles son los principales desafíos de Colombia y del presidente Juan Manuel Santos en particular?
Se debe empezar por rectificar una opinión que es difícil que el actual gobierno la rectifique y que viene desde el gobierno del doctor Uribe, que afirma que en Colombia no existe un conflicto armado. Me parece que la realidad desmiente hasta la saciedad esa afirmación, pero como es una afirmación estratégica es difícil que el gobierno se deshaga de ella. Es estratégica porque hay empeño por desacreditar a la guerrilla y la guerrilla se desacredita sola con los actos tan irracionales que realiza; pero hay mucho interés en hacerla parecer, no como un grupo armado con fines políticos sino como un grupo narcoterrorista. Ese es un error.

Las FARC sin duda apelan al narcotráfico para financiarse, como en Colombia muchas personas, incluso aquellas que están dentro de la actividad “legal”, apelan a ese tipo de financiaciones. Pero es un error desconocer que hay un movimiento armado que tuvo origen en la lucha por la tierra, en la reivindicación de ciertos propósitos democráticos, tema social e igualitario. No es posible afirmar sensatamente que en Colombia no hay un conflicto armado, y eso le lleva al gobierno a desentenderse de las causas del conflicto armado: el conflicto armado no tiene causas porque ni siquiera existe, es mero terrorismo que hay que combatir y si al terrorismo se le gana la batalla por la vía de las armas, entonces en Colombia no hay nada que reformar, no hay nada que mejorar. Me parece que es un grave error porque la situación que hoy vivimos se reproduce.

Es necesario, por una parte, utilizar la fuerza legítima por parte del Estado que es el único que puede ejercitarla; pero simultáneamente atender a los actores que han generado el conflicto. Por más que se teorice en contra, en el origen del conflicto está mucha pobreza y sobre todo mucha desigualdad. Si todos fuéramos pobres o estuviéramos en una misma situación, todo sería más llevadero; pero en Colombia hay una brecha inmensa entre sectores ricos y sectores miserables, a eso hay que atender si queremos que en el futuro haya una sociedad equilibrada; una sociedad más justa; una sociedad democrática que al igual que los países del área es meramente aparente, es una democracia simulada, una democracia estratégica, pero no una democracia real.

Los retos del gobierno serían atender a esa situación social mediante reformas efectivas en materia de tierras, en materia fiscal, en materia de redistribución de riqueza, de redistribución de bienes, de materialización de la promesa del estado de derecho contenida en la Constitución de 1991, que resultó una mera promesa. Esa constitución se expidió con una tabla de libertades muy ambiciosa y de derechos, y con nuevos derechos como los económicos, sociales y culturales en vista de la paz. El diagnóstico del constituyente del 91 fue acertado, es necesario que la gente satisfaga al menos sus necesidades esenciales para que podamos hablar de que el sujeto de la democracia es el pueblo. Desde luego, hay combatir a los grupos armados al margen de la ley, sin desentenderse de espacios que posibiliten un diálogo porque, por esa vida, el conflicto terminaría no solo más pronto sino que sería muchísimo menos costos en sangre y en vidas como las que ya han costado.

La percepción internacional es que, así como el combate la guerrilla es el gran tema en la agenda interna, la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos es el principal objetivo en política exterior colombiana. ¿Cómo analiza usted el tema del TLC en la agenda de Santos?
Esos temas de la agenda hay que reevaluaros en el sentido de que no podemos aceptar tan alegremente que el TLC es muy ventajoso para Colombia. A priori podemos decir que cuando se celebra un acuerdo comercial entre una potencia como Estados Unidos, una potencia económica y militar por donde se le mire, y Colombia que es un país bastante débil, uno sabe de antemano quién es el que va a salir ganado, y luego uno puede verificar leyendo las cláusulas del TLC que constituyen un contrato leonino en beneficio de los Estados Unidos y en contra de Colombia.

Ayer escuchaba con mucho interés el planteamiento del delegado de Costa Rica a esta reunión de la Asociación Americana de Juristas, donde decía que el TLC para nada ha sido benéfico para Costa Rica. Al contrario, la agricultura ha entrado en una fase de receso, que ha habido menos ganancia para quienes esperaban derivar ganancias del país.

Es bastante discutible que el TLC le convenga al país. Le conviene a muchos sectores, cuyos intereses están íntimamente vinculados a los intereses de la potencia norteamericana: los intereses no solo públicos de los Estados Unidos sino privados de los empresarios norteamericanos son los que van a salir triunfantes. Desde luego, como ocurre en todas las sociedades del tercer mundo, los intereses de los sectores más ricos están vinculados a los de las transnacionales y estos sectores se arrogan la representación del país, cuando a ellos les va bien dicen que al país le está yendo bien y cuando a ellos les va mal dicen que es al país al que le va mal.

¿Cómo avanzará el tema del establecimiento de las bases militares norteamericanas en territorio colombiano?
El gobierno del doctor Uribe, durante los ocho años, desplegó una estratégica de propaganda inusitada tendiente a manipular la opinión y mostrarle a la opinión un paraíso donde no había tal paraíso, y eso ha llevado a que una buena parte de los colombianos tengan una percepción bastante sesgada y bastante equivocada de la realidad.

El primer ejercicio que habría que hacer sería una discusión pública sobre qué es lo que ocurrió en el país y qué tanto le convienen al país las bases militares de un ejército extranjero. No solo hay que mirar el asunto desde un punto de vista de una ética de principios, me parece que enajenar la soberanía del Estado era deplorable, sino también desde una ética de la responsabilidad. Pienso que las consecuencias que se derivan de allí son realmente desastrosas, negativas para el país.

Colombia se ha convertido en una ínsula porque sus relaciones privilegiadas son con los Estados Unidos y no se han planteado en un plano simétrico y de igualdad, sino en el plano profundamente asimétrico, de sometimiento del Estado colombiano. Y, naturalmente, el establecimiento de estas bases ha creado una percepción de peligro para los países vecinos, que están adelantando proyectos políticos que no son gratos para los Estados Unidos, pienso en Venezuela, pienso en Ecuador, pienso en el mismo Brasil; aún la presidenta de Chile, en ese momento, Michele Bachelet, llegó a protestar por el tratado que autorizaba al ejército norteamericano a operar bases en territorio colombiano.

Todo esto muestra que en un mundo globalizado, donde habría que explorar posibles relaciones con otros países del mundo, mejorarlas e incrementarlas, Colombia ha planteado una política internacional completamente bilateral, cifrada fundamentalmente en las buenas relaciones con los Estados Unidos, no importa que con dos países vecinos, con quienes necesitamos tener unas relaciones excelentes, se deterioren.

La tarea no es fácil porque una buena parte de la opinión colombiana está bastante desinformada justamente por esa estrategia de propaganda desplegada durante ocho años, que es muy poco propia de un gobierno democrático: son las dictaduras las que se especializan en ese tipo de estrategias propagandísticas para distorsionar la realidad y hacerla ver al ciudadano común de una manera muy diferente de cómo es.

El presidente Santos ha mostrado una posición menos beligerante con sus dos vecinos, ¿esta es una muestra de la intención de normalizar las relaciones con Ecuador?
Creo que hay que andar con mucho cuidado en ese campo. En algunas visitas que he hecho anteriormente al Ecuador, he tenido entrevistas con la prensa en las que había previsto algo que se ha cumplido: a pesar de que había una gran preocupación en Ecuador y muy justificada con respecto al triunfo de Santos porque él era el Ministro de Defensa cuando tuvo lugar la “operación Fénix” que fue una invasión ilegítima e injustificable al territorio ecuatoriano, decía yo que el triunfo de Santos podría acelerar el mejoramiento de las relaciones entre los dos países porque se iba a comportar de una manera tal que los ecuatorianos, y otro tanto se podría decir de Venezuela, percibieran que tenía una actitud muy distinta frente a las relaciones con los vecinos y eso se está dando.

Eso hay que aplaudir desde luego. Pienso que la oposición al Presidente Santos va a ser una oposición más difícil porque el doctor Santos, en el adelantamiento de su proyecto, es mucho más sutil y ha habido un cambio de estilo que uno pudiera evaluarlo como un cambio simplemente frívolo, pero detrás del estilo puede haber muchas cosas importantes.
Me parece que el restablecimiento de las relaciones con Ecuador y con Venezuela, que es urgente, va a tener lugar mucho más temprano que tarde bajo la dirección del presidente Santos.

¿Este cambio de estilo se percibe también en la política interna?
A nivel interno ha habido un cambio también altamente deseable y es mayor respeto por los órganos del poder, específicamente por la administración de justicia. Ya se ha dicho, a través de algunos voceros del gobierno, que no se va a seguir impugnando a través de los medios las decisiones de los jueces o desacreditando a los jueces sino, como un estado de derecho, impugnando por los medios legítimos las decisiones con los que el gobierno no esté de acuerdo. Eso hay que valorar, pero en lo demás sustancialmente el proyecto del doctor Santos es muy similar al del doctor Uribe.

Es plausible, por ejemplo, que se vaya a hacer un esfuerzo por restituir la tierra a las personas que han sido ilegítimamente despojadas de ellas; pero que no se cree la ilusión de que se hizo una Reforma Agraria, lo que se está tratado es de reversar una injusticia manifiesta que es la contrarreforma agraria, hecha por los paramilitares, por los grupos irregulares, por los mafiosos y por los narcotraficantes.

Con la muerte del cabecilla de las FARC, alias “Mono Jojoy”, el gobierno colombiano ha manifestado que es el comienzo del fin de esta agrupación guerrillera. ¿Considera que esta afirmación es real?
Yo no creo. Eso significa un golpe muy fuerte a ese grupo armado, no solo desde el punto de vista militar sino desde el punto visto moral. Pienso que las FARC se sienten bastante menguadas, bastante disminuidas; pero que el triunfo militar todavía está muy lejos y si no se exploran otros campos y otros caminos que lleven a la terminación del conflicto va a seguir costando muchas vidas.

Yo soy poco conocedor de la guerrilla por dentro como otros analistas. Sin embargo, lo que uno percibe como simple ciudadano, informado fundamentalmente a través de los medios, es que la guerrilla ha sufrido bajas serias, pero que el triunfo militar sobre ella todavía está muy lejano. Insisto en el punto de vista de que habría que explorar otros caminos para ponerle fin al conflicto.

Creo que hay que combinar el ejercicio de la fuerza legítima, a la que el Estado no puede renunciar, con la exploración de otras vías. Yo no hablo únicamente del intercambio humanitario sino un acuerdo humanitario que tendría como propósito inmediato el reconocimiento de que en una situación como la de Colombia el derecho internacional humanitario rige y que este puede disminuir y atenuar los efectos tan sangrientos y devastadores de la guerra. Sería muy importante que la guerrilla admitiera que el derecho internacional humanitario rige para ella también, sin duda se atenuaría los efectos desastrosos del conflicto; pero además cuando dos interlocutores se reconocen como tales sobre la mesa, así sus puntos de vista sean muy distantes, pueden empezar a hablar de temas como la finalización del conflicto.

El Presidente Santos ha manifestado la intención de apoyar a la CAN, contrario a la posición de Uribe que puso al proceso de integración andina en la congeladora. ¿Cree que se dará este cambio de posición?
El Presidente Santos va a actuar muy cautelosamente porque él fue elegido con el proyecto de Uribe. La gente que votó copiosamente por él en su mayoría entendía que estaba votando por la continuidad del proyecto de Uribe. No podría ahora aparecer traicionando la buena fe del electorado con proyectos distintos, pero creo que él tiene en mente una agenda y que dentro de esa agenda está una actitud muy distinta frente a las relaciones internacionales que pueda inclinar una consolidación del grupo andino.

Y respecto a la Unasur
Yo tengo que la percepción de que sí apoyará la Unasur, pero que no lo va a hacer tan rápidamente porque no le conviene aparecer contradiciendo abruptamente las tesis del doctor Uribe. Ceo que él sin duda entiende la importancia de la Unasur.