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Boletín Spondylus

El cibermuseo es un reto para los propios museos


Publicado: 31-03-2021

Por: Pablo Escandón

Edición: Sofía Tinajero Romero

La digitalización de museos no es un proceso novedoso. En este año de pandemia, ha sido un trabajo que se ha realizado de manera sostenida en varios museos del mundo.

A propósito de la presentación del libro Cibermuseos quiteños, Isidro Moreno y Pablo Escandón, profesor del Área de Comunicación, conversan sobre este proceso de conversión del museo físico en ambientes digitales y sus retos comunicacionales.

Isidro Moreno, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, es doctor en Ciencias de la Información. Dirigió el grupo de investigación Museum I+D+C, de la misma universidad, que es un Observatorio de cultura digital y museos hipermedia, en donde ha desarrollado varios proyectos de cultura digital, museos, fundamentalmente de trabajos colaborativos y uso de tecnología en espacios culturales.

Además, es autor de textos sobre narrativa hipermedia y director de proyectos culturales en ambientes virtuales.

Quiero agradecer a Isidro, y darle la bienvenida. Para quienes no lo conozcan, su libro Musas y nuevas tecnologías es ya un clásico de la narrativa digital, de la narrativa hipermedia, que hemos estudiado en la Especialización en Comunicación Digital y Narrativas, de la cual soy coordinador.

En tu libro -que ya tiene sus años- señalas que antes solamente se escribía para las masas, y que ahora debe incluirse un lector-autor participante, y de esa manera hacer una narrativa mucho más interactiva, más participativa en la que el usuario también es parte de ella. ¿Cómo funciona esta perspectiva de incluir al lectoautor? ¿Cómo funciona en espacios hipermedia para que cambiemos esa forma de la narrativa?

Este libro -que tan amablemente comentas como clásico, al que le tengo mucho cariño- surge sobre todo de unas inquietudes profesionales y personales. Yo era una persona de más o menos reconocido prestigio en la publicidad, y de pronto cuando surgen los primeros sistemas interactivos, yo estoy muy pendiente y decidimos hacer una empresa de interactividad en España; la primera empresa que se hizo.

Y mucha gente me decía: “¿y por qué apuestas por eso?, tú que estás muy bien en el mundo publicitario”. Es que para mí esto es un precedente futuro, porque hasta entonces habíamos estado haciendo monólogos. Pero el poder contar con la persona a la que nos dirigíamos era fantástico; era el diálogo utilizando la tecnología.

Para mí fue un momento trascendente, apasionante que no he dejado. Por eso yo le denominaba lectoautor, es decir, ya nuestro lector no es simplemente un lector. Se convierte también en autor. Eso que decimos ahora, prosumidor o autor. Y es cierto, porque estamos empeñados -ya digo- en monólogos. Y entonces, gracias a la interactividad pues afortunadamente estamos obligados a dialogar. Porque solo avanza la narración si la persona con la que estamos dialogando participa. Y si no, la narración se queda muerta frente a lo lineal, que avanzaba independientemente del público. Eso para mí fue un cambio radical, y cada vez afortunadamente ayuda más.

En este sentido, y a partir de esa práctica de incorporar a este lectoautor, hacerlo más interactivo, más participativo, ¿cómo asumen los espacios culturales el uso de la tecnología para que el visitante participe de las exposiciones, no solamente con la información, sino que tenga esta participación de poder generar sus propios itinerarios? ¿Y cómo hace esto que se puedan cumplir con los objetivos de lo didáctico, lo pedagógico, lo investigativo en estos espacios, como los museos, las galerías o los centros culturales? ¿Cómo funciona esta incursión o esta intromisión de la tecnología?

Yo creo que funciona, pero no funciona debidamente. Lo primero, es un gran elemento de ayuda; es un gran colaborador para el propio museo in situ, para el museo físico. Tenemos el museo virtual -lo que llamamos la sede web-; tenemos un museo social: las redes sociales; tenemos un museo móvil, a través de los celulares. Y entonces, el museo incorpora un poco de tecnología, pero todavía yo creo que incluso los museos más avanzados no creen demasiado en la tecnología. Y siguen tomando la tecnología muy como monólogo.

Por ejemplo, las redes sociales responden tarde. También lo que decimos “sede web”, no página web, porque realmente siguen siendo páginas web. Si es una sede web, tiene que estar atendida por personas, y por personas con las que dialoguemos. Imagínense ir a un museo y no tener allí a nadie. Bueno, pues eso nos pasa con la sede virtual, y en la sede virtual nos puede ayudar la inteligencia virtual, muchas cosas. Pero tiene que haber las personas, porque el diálogo personal, eso que llamamos interacción frente a interactividad, la relación tecnológica, es absolutamente clave.

Los museos, poco a poco, han ido comprendiéndolo. Pero yo creo que no están realmente mentalizados, porque lo que ocurre es que todavía para algunos conservadores de museos el público es una molestia. Se habla mucho de públicos, pero “estos indocumentados”, “este vulgo que viene a nosotros”.

Yo hacía al principio solo sistemas interactivos para museos, pero luego ya me negué, porque si no hacía todo el proyecto, no me apetecía. A mí a veces cuando hago sistemas interactivos, me han dicho historiadores del arte -grandes amigos míos y grandes asesores-: “pero estás vulgarizando el museo”. Y yo decía, “sí, sí, claro, lo estoy vulgarizando. Yo quiero hacerlo accesible al vulgo”, porque resulta que esa palabra que es tan negativa, “vulgarizar”, es porque es el vulgo, es para todos.

Entonces, “no, la cultura es para las élites, no para el vulgo”. Yo digo, “sí vulgarizo, y además me encanta vulgarizar y disfruto vulgarizándolo”.

De esa manera, hay grandes ejemplos de cómo se han vulgarizado los museos. A mí me encanta la última temporada del museo El ministerio del tiempo, en la que el personaje de Velázquez entra al Museo del Prado a ver sus Meninas a ritmo de trap. ¿Eso es vulgarizar, eso es difundir, eso es acercar más el museo, los objetos a la gente? ¿Qué piensas tú?

Yo creo que vivir los procesos, invitar a hacer experiencias es apasionante. Y el Ministerio del Tiempo lo hace muy bien. ¿Qué hay que hacer en el museo? Hacerlo con rigor, claro, pero fíjate que a mí me ocurrió una experiencia no hace tanto en un museo de la ciencia, que de pronto veo una frase de Monod, y bueno, pues digo, mira qué bien me viene esta frase para una cosa que yo estaba escribiendo. Pero me chirreaba un poco porque yo he leído a Monod, y cuando veo, veo que la frase está tergiversada. Digo, bueno, esto que vemos aquí tan serio, y resulta que luego no es riguroso.

Entonces, dices, revivir procesos, dialogar con los autores, vulgarizar, o sea, eso siempre que juguemos con rigor. Claro, no vamos a decir que las Meninas son de Goya, pero ¿por qué no dialogar con el artista? Y ahora lo podemos hacer a través de simulaciones holográficas. Yo lo he hecho a veces; simulaciones holográficas que a veces funcionan muy bien.

Uno se sumerge, puede dialogar hipotéticamente con ese autor. Entonces, es crear experiencias, no poner textos larguísimos, que son para historiadores del arte. Lógicamente para mí es fundamentalísimo para esa labor, contar con expertos. Aunque yo sea responsable de la creación, me gusta contar con muchos expertos. Y a veces, cuando les pido que me resuman mucho una cosa, me dicen: “para eso es mejor no decir nada”. Entonces, le digo, “espera un momentito, porque no todos son historiadores del arte.

¿Cómo generas conversación con la comunidad, dentro del museo, por medio de las tecnologías, y haces que la gente se sienta más cercana al museo, utilizando estas tecnologías? En este último año de pandemia, ¿cómo has visto el desarrollo de los museos en este tipo de relación con la comunidad, de vinculación, o de trabajo más de conversación, y que no se puede entrar a los museos?

Pues, he visto algunas iniciativas interesantes, pero realmente creo que se podría haber hecho mucho más. Cuando vino la pandemia, qué haces, pues despedir a muchas personas, especialmente a las personas de educación. Bueno, ponles en el museo virtual a trabajar y a dialogar con las personas. Es lo que decimos. El museo virtual esa sede web es algo fantasma, porque está ahí muerto, no dice pues mete ahí a las personas, incluso por medio de avatares que les veamos pasearse por las salas y podemos charlar con ellos.

Pero ya digo, se han hecho cosas, por supuesto, algunas cosas tan evidentes. Por ejemplo, como transmitir en línea las conferencias. En muchos casos yo he dicho, pero por qué no trasmitís en línea las conferencias. Y eran muy reacios. Decían, no la gente que quiera que venga al museo, porque es que queremos tener las cosas demasiado fáciles.

Y si yo estoy en Canadá, no puedo disfrutar de la conferencia en el Museo del Prado. O yo qué sé, si hago una conferencia en la Casa de Guayasamín, no sería bonito que yo, que me encanta la casa, el museo y el autor, que pueda participar desde Madrid.

¿Qué sucede cuando los museos, lo único que hacen es poner en simulaciones en 360 o realidad virtual el recorrido de sus espacios? Si bien, es una cosa muy fabulosa de poder hacer un recorrido virtual, pero ¿qué relación hay directamente con el usuario?

Claro, es que dicen que las simulaciones 360 son muy interesantes. Pero, en definitiva, con las simulaciones 360 estamos avanzando, pero seguimos con ese museo vacío. Es como si fuéramos al museo y no tuviéramos allí nadie, ni tuviéramos ningún tipo de ayuda.

Entonces, todas esas ayudas tecnológicas, por supuesto lo que requieren además de esa interactividad pues una interacción. Yo quiero ver el cuadro. Hay que decir también que es muy fácil decir estas cosas, pero que luego, producir contenidos interactivos, por ejemplo con inteligencia artificial, hacer que las obras tomen vida, todo eso no es barato.

Lo primero, tiene que haber una mentalidad para querer hacerlo. Pero luego, no es barato, porque ya digo, que yo me sitúe en la sala y pueda elegir cualquier punto de la sala. Bien. Ya estoy en el museo virtual, pero ahora yo quiero disfrutar de la escultura, disfrutar de la pintura, disfrutar del proceso que se presenta, entonces quiero una simulación de eso.

Y una simulación en la que yo pueda dialogar incluso sobre eso que dijimos, con el autor, porque podemos hacer un programa de inteligencia artificial con toda la filosofía de un pintor, con la historia. Y podemos hacer que haya una cierta simulación con el pintor, y luego tener además un experto junto al pintor virtual, que nos complete y nos complemente eso. Pero claro, todas esas cosas que son apasionantes que nos brinda la tecnología, lo primero es difícil que se crea en ellas, y lo segundo, no son fáciles de hacer o baratas. O sea, hay que ser realista, y hay que ir a ellas.

¿Y cuánto de lo que está de software libre ayuda para que se abarate eso?

Bueno, lo que pasa que el software libre casi siempre es bastante limitado. Pero sí es una buena base. A partir de software libre, los programadores ya tienen una buena base para seguir desarrollando. Pero ya digo, tiene que haber un equipo. Y, por ejemplo, para el museo virtual, como muchos de los museos, incluso en los museos importantes, hay una persona.

No se concibe que en un museo in situ haya una persona sola. En un museo in situ debe haber un equipo grande. En un museo virtual, pues hay una sola persona. Y, además un problema que también hay con el museo es en el consejo de administración. En los museos están una serie de personas con un rango alto en estos espacios administrativos. Pero casi siempre las personas que son las responsables de la web, de las redes sociales, no tienen ni siquiera ese rango para estar en el consejo de administración. Y de pronto, están representados por una persona que ni sabe de tecnología ni cree en la tecnología.

Pero poco a poco. Puede parecer que estoy muy negativo. No estoy negativo; estoy haciendo un reflejo de la realidad para mejorarla.

¿Cuánto implica tener equipos creativos? Porque no solamente es necesario tener la tecnología. Se pueden salvar muchas cosas teniendo la tecnología, pero si no hay creatividad, si no hay un equipo bien formado que pueda pensar las narrativas, las formas de participación, de interacción con el lector usuario, ¿hacia dónde van los museos de aquí a futuro, a partir de este año que hemos pasado? ¿Cómo lo miras tú?

Yo siempre digo que la tecnología tiene que ser invisible, y los contenidos visibles. Nos fijamos demasiado en la tecnología, y en lo que hay que fijarse, por su puesto, es en contenidos. Los contenidos son clave. De hecho, hay una frase de Barry que a mí me encanta, que dice “primero piensa, luego diseña, y luego programa”, porque por supuesto lo principal es el pensamiento.

La tecnología son herramientas muy potentes, pero son herramientas. Entonces, es fundamental el pensamiento. ¿Qué quiere decir? Pues tiene que haber equipos creativos, lógicamente también de expertos para asesorar a estas personas, porque lo principal son los contenidos. Y ya digo, la mejor tecnología es esa que es invisible, que no la notamos, que está ahí.

Hay muchas tecnologías afortunadamente. La tecnología nos está ayudando en cosas que pasan desapercibidas al público, cuando el museo lo quiere implementar. Por ejemplo, la tecnología nos ayuda a ver cuánto tiempo está la gente ante un cuadro o ante una obra, qué recorridos hace, cuándo se cansa. Y sería bueno, por ejemplo, un modesto banco para sentarse; un asiento es fundamentalísimo en un recorrido, porque es como cuando nosotros estamos viendo una película; no estamos siempre en el clímax, sino que hay un momento en que nos relajamos. Bueno, pues ese es el papel de un banco.

Entonces, esa tecnología invisible nos tiene que ir ayudando a todo eso. Puede, por ejemplo, ayudarnos a determinar que tenemos mal colocado simplemente el objeto físico. Entonces, la tecnología va mucho más allá ya no solo de las interpretaciones, sino de la forma de acercarnos hasta físicamente a la obra.

También hay que tomar en cuenta cuál es el tipo de usuarios que estamos teniendo. La gente que va al museo, también consume este tipo de contenidos en espacios digitales con sus móviles, en computadores. Es lo que has mencionado tú ahora sobre las generaciones, los usos y consumos.

¿Cuál es el elemento o la forma que podría competir un contenido cultural -sea de museo, sea de galería de arte, o libros, o de la industria cultural, que tengan relación con estos temas artísticos culturales- con esos espacios mediáticos y digitales? ¿Con qué formas o con qué tipos de relatos crees tú que puede competir? ¿O no se puede competir?

Yo creo que hay lugar para todos. Lo que ocurre es que la cultura tradicionalmente ha sido muy aburrida. Entonces, dices, si nosotros somos capaces de generar experiencias, de generar diálogo utilizando la tecnología y utilizando otros muchos medios. Pues yo creo que ahí está la clave.

Pero no es fácil de pensar, no es barato, y requiere una mentalidad. Por ejemplo, el Museo del Prado de aquí de Madrid tiene ahora una idea del tiempo muy innovadora, con inteligencia artificial. Puede parecer qué moderno está el Museo del Prado. Y es verdad, pero qué ocurre. Eso es un proyecto que le ha regalado Telefónica, y que se lo ha desarrollado Telefónica. No parte de decir El Prado “yo quiero esto, incluso me busco quien me lo patrocine”.

Entonces, esa mentalidad yo desafortunadamente no la veo abierta, porque parece que el visitante estorba sobre todo en los grandes museos. Y el problema de los museos es que no tienen visitantes. Y todo el mundo se llena la boca diciendo “queremos visitantes, queremos visitantes”. Pero luego no hacemos realmente algo para esas personas que se encuentren en su casa.

El Real Museum de Ámsterdam, en su apertura hizo algunas acciones que fueron muy criticadas en ese momento. Al visitante 10 millones, le invitó a dormir en el museo una noche. Y entonces, qué imágenes tan potentes, y además qué placer el estar uno solo en el museo.

Bueno, esas imágenes dieron la vuelta al mundo. Pero luego dices, “no solo debo buscar estrategias para la gente que viene; tengo yo que salir”. Y, por ejemplo, hicieron una acción muy bonita en los centros comerciales -eran acciones caras- pero se las patrocinaba un banco, que estaba muy bien asociar. De pronto el Museo dice vamos al centro comercial, vamos a llamar la atención que estamos abiertos, porque había estado mucho tiempo cerrado. Entonces, qué hacen. En un determinado momento empiezan a aparecer personajes históricos por ahí, persiguiendo un ladrón. Bueno, se descuelgan por el museo, en fin. Una cosa de película. Y al final terminan creando un cuadro de Rembrandt.

Pues aquello salió en todos los medios. Se le veía a la gente medio asustada, luego entusiasmada. Y claro, esas recreaciones dicen “eso tiene mucha potencia, eso a quién no le gusta”. Y te recuerda que hay un museo in situ, hay un museo virtual, hay un museo social, pero hay un museo expandido, o sea un museo que sale del museo. Hay también museos escondidos que abrirlos. También hay museos personales. Yo tengo que intentar acercarme a eso que yo más quiero, y facilitarme un museo toda esa multiplicidad de cosas de forma experiencial, emotiva y hasta física.

Aquí valdría lo que dice Pamuk, en su manifiesto sobre los museos, que los museos tienen que ser mucho más cercanos hacia la novela, hacia esta estética más íntima, más personal que evoque, emocione, conmueva, y que -lo que tú acabas decir-, que sea un elemento expandido, que nos pueda sacar del museo, llevar a otros espacios. ¿Ahí interviene la narrativa transmedia, esto que se habla tanto en estos últimos años?

Por supuesto, eso que yo estoy diciendo, que tenemos muchos museos. O sea, hay un museo, pero el museo múltiple. Tan museo son las redes sociales, museos físicos, como la sede web, en fin. Como ese museo expandido, ese museo escondido, en el que descubrimos la huella de los artistas, donde vivieron, qué hicieron. Entonces, todo eso, esa transmedialidad ya no se trata de hacer acciones en un solo lugar, sino que tenemos que hacer acciones pensando en todo el universo del museo, que en definitiva en la transmedialidad.

Pensar coordinadamente las acciones para todos esos museos y también para toda la difusión, para la comunicación, en fin, porque estábamos muy acostumbrados a tener un puzzle desordenado. Entonces, lo transmedia lo que hace es decir, no, aquí hay un puzzle pero tenemos que unirlo. Y el museo físico es a veces el museo real, -tan reales son los otros como ese. Bueno, ese museo físico es una parte del puzzle, pero hay un puzzle mucho más rico, y mucho más amplio.

Muchísimas gracias, Isidro. Ha sido un deleite poder conversar sobre estos temas y ver que todavía hay mucha potencialidad en los museos de todo el mundo para poder seguir contando y seguir teniendo experiencias distantes, cercanas, que fundamentalmente son experiencias íntimas de cada uno de nosotros como usuarios. Esperamos poder seguir teniendo mayores conversaciones contigo en un futuro. Gracias, Isidro. Un saludo, y mucha salud en estos días.

Igualmente, y un gusto compartir estos momentos.