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Boletín Spondylus

Dieter Nohlen analiza el nuevo sistema electoral ecuatoriano


Publicado: 29-11-2009
Aprovechando su presencia en el seminario sobre Derecho electoral que realizó la Universidad Andina, Spondylus conversó con el politólogo alemán Dieter Nohlen sobre la nueva institucionalidad electoral del país. Es uno de los politólogos más reconocidos en temas de derecho y justicia electoral.

Estudió ciencia política, historia y literatura francesa en las universidades de Colonia, Montpellier y Heidelberg. Es profesor titular emérito de la Universidad de Heidelberg, Alemania. Autor de un sinnúmero de libros en idioma alemán, inglés y castellano, con traducciones a otros idiomas. Nohlen fue galardonado con el Premio Max Planck de Investigación (1990), el Premio Libro del Año (1995), el Premio de Investigación sobre España y América Latina (2000) y el Diploma honoris causa de Administración Electoral de la Universidad Panthéon Paris II (2005).


¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de la actual estructura de los sistemas electorales en América Latina y que se pueda entender como caduco?
En América Latina, en cuanto a los sistemas electorales para elecciones pluripersonales, se ha profesado la idea de que hay que ampliar los canales de participación y de reconcentración. Eso ha llevado a algunos países a, como dice Simón Pachano, una representación caótica que ha dificultado la gobernabilidad y la estabilidad de la democracia.

En el caso de Ecuador han sido un factor contribuyente, sino decisivo en el derrumbe de la institucionalidad democrática y que ahora se va a reconstruir en términos diferentes. En otros países como Colombia se ha hecho una reforma de la reforma, concentrando más el voto popular para que haya gobernabilidad democrática.

¿Qué perspectivas en orden a fortalecer la democracia mira a partir de la configuración actual del sistema electoral y del diseño del sistema de justicia electoral del Ecuador?
En cuanto al diseño de la justicia electoral se ha optado por la mejor fórmula, de modo que se ha divido las funciones de administración y jurisdicción que conviene pensando sobre todo en la teoría de la separación de poderes, el que administra no sea juez. Dado que esa estructura busca no solo implantar justicia electoral sino organizarse en corto tiempo, requiere un desempeño bastante fuerte por parte de los que manejan la justicia electoral en este país. Pero en términos generales se ha optado por un buen sistema.

Respecto a lo electoral, mucho depende de cómo se va a desarrollar esa democracia participativa, en qué medida se puede integrar lo participativo en lo electoral, en lo representativo. Ahí me parece que a nivel político y académico hay bastante confusión porque no está claro si el concepto de la participación ciudadana o los elementos de la democracia directa se van a integrar en una democracia representativa.

A veces se da por entendido que la democracia representativa ha fallado y no solamente aquí sino en general, frente a los nuevos desafíos. De modo que es un error que la democracia representativa ya no tiene futuro; luego se dice que vamos a ver si los podemos integrar y finalmente se dice que vamos a desarrollar sólo y exclusivamente los elementos de la democracia directa. Entonces hay una total confusión respecto a esa disyuntiva porque una democracia representativa se puede profundizar con elementos de la democracia directa. Eso ocurre en cualquier país del mundo.

La alternativa que se plantea de vez en cuando, en algunos documentos, de sustituir la democracia representativa por la directa, por la plebicitaria o por la participativa es otra cosa. En este contexto no podemos prever lo que pasará con los partidos políticos y los movimientos políticos, o si al final se impone solamente el poder y quien lo maneja desde arriba.

¿Qué elementos considera que son lo más importantes que deben tener los sistemas electorales para fortalecer la democracia y eliminar la injerencia de los partidos y movimientos políticos?
Eso no es una disyuntiva entre un buen sistema electoral y la ingerencia, tal vez, no debida de los partidos políticos. Es justamente lo contrario, los sistemas electorales tiene que proveer estructuras para que los partidos políticos puedan cumplir, a través del voto, con la función de representación del pueblo lo que significa que puedan formar mayorías o coaliciones y den capacidad al gobierno de gobernar en función de las necesidades del pueblo: esto es políticas públicas, políticas de salud y educación, lucha contra la pobreza, desarrollo económico, etc.

El sistema electoral es un recurso, no es la causa principal, para que haya gobernabilidad y para que, en buen sentido democrático, el gobierno pueda cumplir con la expectativa y con el depósito de confianza que la gente le da a la mayoría parlamentaria o al presidente.

Sin embargo, en el Ecuador había una concentración de los partidos políticos en el sistema electoral a tal punto que ellos mismo estaban encargados de administrar justicia electoral.
Hay que diferenciar entre el sistema electoral en su sentido estricto, es decir lo que se refiere a conteo de escaños, y el sistema electoral como todo lo que engloba el proceso electoral, desde el registro del padrón hasta el contencioso electoral.

Los partidos políticos no se pueden apoderar del sistema electoral en su sentido estricto. Normalmente los partidos políticos constituyen un control de la limpieza y honradez de las elecciones. En todos los países del mundo, los partidos políticos juegan un cierto rol también en la composición de los organismos electorales. Son parte del proceso, pero también observan el proceso para que tengan un cause holgado.

Aquí se ha dado por sentado de que juegan un rol diferente, pero eso no ha sido ni es la norma fuera de la experiencia ecuatoriana. Entonces hay que singularizar el fenómeno ecuatoriano y no pensar que los partidos políticos no puedan cumplir con esa función de velar el proceso electoral.
Aquí la nueva forma de cómo organizar la justicia electoral tiene su origen en la crisis y no en la experiencia internacional.

Tal como se ha planteado el debate ahora, que no se sabe si en un mediano o largo plazo los partidos políticos nuevamente reconstruidos con un sistema de partidos políticos fuerte que cumpla con las expectativas con las que se construye un partido, entonces los partidos cumplan de nuevo con esa función de ser parte que influye en la composición de los órganos electorales. Porque hay que considerar que los partidos políticos tienen el mandato popular; mientras que las organizaciones de la participación ciudadana, no.

¿Cuál es la situación de la democracia en América Latina? ¿Los nuevos procesos políticos que se están llevando a cabo han contribuido a una madurez de la democracia en nuestros países?
La situación, en estos últimos 30 años, es muy cambiante y diversa. Tenemos algunos países donde el proceso ha sido muy positivo como los del Cono Sur, donde la institucionalidad democrática funciona bien y donde la cultura política se ha adaptado a las instituciones de la democracia representativa.

En otros países, no. Ahí aparece con fuerza la cultura política preautoritaria y que come, prácticamente, a las instituciones políticos. La cultura tradicional, plebicitaria, autoritaria, populista, cesarista se impone sobre las instituciones democráticas, cambia el sentido de la democracia y contribuye a que la democracia derive en un sentido autoritario.

Esa es la disyuntiva actual. Obviamente, no es oportuno llamar la atención de que en algunos países ya no se puede hablar de democracia, a pesar de que a nivel diplomático son tratados como tales. Hay una concentración del poder, hay una destrucción del Estado de derecho, el presidente se pone por encima de la ley legitimado por plebiscitos. Es una tendencia muy contradictoria respecto a la democratización de la región.

En este contexto, ¿cuál es la situación del Ecuador?
Es una situación indecisa, mucho depende del éxito de esta experiencia. Es una experiencia novedosa. Ojalá que resulte bien porque no me gusta esto de insertar a un país en un experimento.

Yo viví en Chile el experimento socialista de Salvador Allende. El sufrimiento de la gente era enorme y más tarde llegó un sufrimiento mayor, el régimen militar. Y Chile supo, al final, tomar las lecciones y, justamente, su nueva democracia tiene esas vivencias fatales. Pero, no se puede aconsejar a ningún país pasar experiencias fatales para que tenga, después, mayores posibilidades de consolidar una democracia real, efectiva, representativa.

De modo que el país se encuentra en una situación experimental y ojalá que resulte un nuevo sistema político que pueda sostenerse y que tenga éxito en cuanto a servir al bien común o, como dicen los textos, el buen vivir.