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Boletín Spondylus

Diana María Vásquez: “Las universidades deben entender que los procesos se tienen que humanizar”


Por: Eddy De la Guerra

Edición: Sofía Tinajero Romero

 

Académicos de Argentina, Perú, Bolivia, Colombia, Panamá, España y Ecuador se reunieron en Quito para intercambiar experiencias y perspectivas a futuro en el contexto de la educación superior, en el seminario internacional “Reinventar la educación superior en la pospandemia”, organizado por la Universidad Andina Simón Bolívar entre el 20 y 21 de julio.

Una de las ponentes invitadas fue Diana María Vásquez, profesora asociada en la Facultad de Ingeniería de la Escuela de Recursos Naturales y del Ambiente, quien ofreció la conferencia “Consecuencias de la pospandemia y acciones de resiliencia en el ámbito universitario”.

Diana Vásquez es directora de la Escuela de Recursos Naturales y del Ambiente EIDENAR, en la Universidad del Valle, y miembro del Comité del Programa Académico de Posgrado en Ingeniería Sanitaria y Ambiental.

Fue estudiante fundadora de la Universidad Andina, Sede Ecuador, donde obtuvo su título de Magíster en Derecho Económico y, posteriormente, el Doctorado en Derecho.

En el contexto de su visita, Eddy De la Guerra, directora general académica de la Universidad Andina, entrevista a Diana Vásquez, acerca de la resiliencia en las universidades, en contexto de pandemia.

Querida Diana, bienvenida. ¿Qué se siente volver a esta casa de estudios?

Ay, casi se me van las lágrimas, porque significa mucho para todos los que hemos estado aquí, en la Universidad. Los que empezamos por allá en el año 93, cumpliendo hoy casi 30 años. Es muy significativo regresar, ver a los profesores, ver a las directivas de la Universidad, a los funcionarios que siempre estuvieron muy pendientes de nosotros cuando éramos estudiantes.

Pero es mucho más significativo ver cómo la Universidad está creciendo y se proyecta internacionalmente. Entonces, de verdad que se siente uno muy a gusto, y muy agradecido con la vida, que nos da esta oportunidad.

Muchas gracias. Para nosotros es un gusto enorme tenerte aquí, sobre todo, en este seminario internacional sobre Reinventar la educación superior en tiempos de pospandemia.

En el marco de tu ponencia, tú hablaste sobre resiliencia universitaria. Nos puedes comentar ¿a qué te refieres con esa resiliencia en tiempos de pandemia para las universidades?

El área donde trabajo, en la Universidad del Valle, es interdisciplinar. Y siempre hemos tratado de abordar la complejidad; hemos tratado de ahondar mucho en la teoría de sistemas que plantean Von Bertalanffy y Johansen. Y dentro de los principios de la teoría general de sistemas está la resiliencia.

Esa resiliencia la entendemos como aquella capacidad que tienen los sistemas de proyectarse en el futuro a situaciones complejas, situaciones difíciles; a veces conflictivas, pero que ese sistema permite proyectarse.

Y esa fue la universidad en tiempos de pandemia. Nos tocó enfrentar una situación que nunca imaginamos la íbamos a tener. Y no solamente fuimos los profesores que trabajamos con las uñas -como se dice vulgarmente, me disculpan la expresión-. Fueron los estudiantes que nos ayudaron también en momentos difíciles, a veces muy complejos de manejar estas plataformas, pero todos lo hicimos. Y con mucho esfuerzo, siempre pensando en que la universidad tenía que estar abierta, y tenía que seguirse proyectando. Esa es la resiliencia.

Te cuento la experiencia en la Universidad Andina. Fue de reacción rápida; no postergamos clases y cambiamos de modalidad rápidamente. Hubo aprendizaje, pero también tuvimos un comité de emergencia, donde debatíamos, donde dialogábamos. Porque los momentos eran muy dolorosos para todos y todas.

Como tú sabes, en la Universidad tenemos áreas, como el Área de Salud, el Área de Ambiente y Sustentabilidad, que aportaron con sus conocimientos. ¿En tu universidad también se realizaron esos debates en temas de salud, ambiente; en torno a la solidaridad?  ¿Surgieron esos debates y cómo aportaron para que las universidades se sostengan?

Nosotros hicimos muchas actividades y creo que la universidad jugó un papel importante. La Universidad del Valle es la tercera universidad más importante de Colombia, y es un referente en Colombia. Tenemos una Facultad de Salud referente, que lideró muchísimos procesos. Lo mismo la Facultad de Ingeniería.

Ayer –durante mi ponencia- tuve la oportunidad de socializar, cómo través de muchas desde la universidad se aportó precisamente para hacer frente a una situación compleja. Y logramos que los mismos profesores, a través de sus estudiantes, utilizando los laboratorios, todo lo que tenemos en la universidad, pudieran aportar a través del conocimiento, a través de desarrollos tecnológicos, para afrontar esta etapa tan compleja, que era la pandemia.

Entonces, vienen diferentes capacidades y reacción desde la creación de las mascarillas, desde la creación también de lavamanos portátil, que se hizo en mi Facultad. Todo esto ayudó muchísimo a trabajar de manera sinérgica. Pero no solamente en términos de mejorar las condiciones de salud, sino era mucho más complejo, mucho más amplio. Pensábamos en la situación económica, la situación anímica de nuestros estudiantes. Y eso nos acercó también a nuestros estudiantes.

A veces con dificultades, porque también que nuestra universidad acoge estudiantes de muy bajos recursos, que vienen de poblaciones muy lejanas, de la ruralidad, y que tuvieron que irse de la universidad. Entonces, allí empezamos a hacer un seguimiento de cómo estaban nuestros estudiantes.

Desde mi Escuela, incluso, con nuestros profesores tuvimos a bien realizar una tarea de seguimiento. Y con ellos nos reuníamos una vez al mes, el director del programa, la directora de la Escuela –que en este momento dirijo la Escuela de Ingeniería de Recursos Naturales y del Ambiente- y los profesores que hacen parte del programa.

Hablábamos con ellos y cómo se encontraban anímicamente, cuáles eran sus necesidades, cuáles eran sus problemas y, precisamente cuando identificábamos que había algunos estudiantes que tenían situaciones mucho más difíciles, nos centrábamos en ellos. Y solicitábamos apoyo a diferentes instancias de la Universidad.

Se organizaron grupos de profesores que trabajaban la parte sicológica, sicosocial, con los profesores de trabajo social. Y se empezaron a generar sinergias incluso con los mismos profesores. Fue un reconocimiento y un acercamiento también a nuestros estudiantes. Pero no solamente a nuestros estudiantes, porque también nuestros profesores estaban pasando muy mal. El equipo, los administrativos también estaban pasando mal.

Yo creo que fue la sumatoria. Y esa articulación fue muy importante. Esa interacción que se generó, creó una emergencia. Es decir, surgió una solidaridad, una atención. Y nos hizo escucharnos, acercarnos.

Generó espacios de comunicación que antes no estaban activos.

No estaban. Y fíjate que, pese a que estábamos presencialmente, pues llegábamos al aula, dábamos la asignatura, con unas respuestas muy propias, muy cercanas a la temática que se manejaba en la clase, pero no había algo más allá.

Los estudiantes asistían a los salones, o a los espacios donde estaban los profesores, pero para algo muy puntual en atención al área del conocimiento. Pero que nos acercara a otros espacios, no era así tan fácil.

Ahora, paradójicamente, con la pandemia nos acercamos más. Y entonces entendíamos que los estudiantes sufrían, porque su papá colocaba al televisor y el alto volumen no le dejaba escuchar la clase, y que era necesario ir cortando, porque el equipo también lo tenía que utilizar la hermana, y el hermanito.

Eso generó el acercamiento y generó una reacción de solidaridad de los profesores hacia los estudiantes, e incluso de los estudiantes hacia los profesores.

Efectivamente. Esta experiencia se dio en tu universidad, en nuestra universidad y -considero yo- en todas las universidades en el mundo, que fueron afectadas por esta pandemia.

Las universidades siempre tienen que trabajar principios de solidaridad, inclusión, equidad, trato justo –son principios que son transversales y que deben estar-. Pero la pandemia hizo que las relaciones sean más humanas y más solidarias, más allá de los principios.

Y a veces, los principios se quedan en enunciados o en las normas de ética. Pero más allá, ¿tú crees que esto cambió la forma de ser de las universidades para siempre? O ¿crees que las universidades tuvieron esta reacción, pero esta reacción va a ser temporal por la pandemia? ¿Las universidades deberían al menos tomar esta experiencia y pasar a una formación profesional solidaria humanística?

Yo tengo temor precisamente de que nos olvidemos de lo que vivimos, nos olvidemos que tenemos que cambiar. Y el temor se da porque hay otras exigencias, otras realidades que tenemos que afrontar. Y en medio de esa realidad, vienen procesos de acreditación, vienen procesos de gestión de calidad, y a veces esos formatos como que limitan el quehacer.

Creo que no es necesario que pongamos tanta atención a esa instrumentalización. Infortunadamente, lo tenemos que hacer, pero a veces nos supera la capacidad. Y creo que es más importante entender que esta pandemia ha dejado aprendizajes; nos dejó dolores, soledades, ausencias. Pero tenemos que proyectarnos. Tenemos que entender que, si no aprendemos de lo que vivimos, pues como que no hemos hecho nada, en nuestro momento de vida.

Entonces, yo sí creo que las universidades tienen que entender que los procesos se tienen que humanizar. Tienen que entender que la universidad sin los estudiantes no es universidad. La universidad sin los profesores, pues tampoco es universidad. Hay que aprender las necesidades de nuestros estudiantes; entender la diversidad que nos llega a la universidad. Entender que los estudiantes de ahora no son los mismos estudiantes de hace cinco años.

Tenemos que ser muy atentos a estos chicos que llegan después de una época de pandemia, porque a veces son un poco -no sé cómo plantearlo-, pero a veces son un poco distraídos. Cuesta a veces tenerlos conectados, y entonces eso nos va a generar a nosotros los profesores un esfuerzo máximo por amar mucho más nuestro trabajo; ser muy creativos y mirar de qué manera estos estudiantes son actores de la realidad. Y van a ser forjadores de un futuro. Esa es nuestra tarea.

Alcanzar verdadera conexión, porque pueden estar en línea con nosotros, pero conectados emocional, sicológica y académicamente; una conexión amplia en esos tres ejes.

Y fíjate que yo a mis estudiantes siempre les digo, yo necesito aquí el cuerpo, pero el alma también. Es decir, estoy de cuerpo, ¿pero y el alma dónde anda? Entonces, creo que es una interacción fuerte, un trabajo muy articulado entre todos los que hacemos parte de la universidad.

Para cerrar esta entrevista que ha sido para mí maravillosa -comparto tus miedos, tus preocupaciones y también tus criterios generales- ¿cuál sería la reflexión final en torno al proceso de cómo estamos viendo?

La pandemia no ha terminado; vemos brotes, vemos nuevos picos. Ya tenemos mucha experiencia cambiando la educación presencial y viendo alternativas a través de educación remota, a distancia.

¿Cómo afrontamos el futuro?, sabiendo que la pandemia aún no termina -en algún momento no es que va a terminar, pero este virus va a tener un ciclo distinto, pero puede haber nuevas pandemias, puede haber nuevos virus, o puede haber nuevas circunstancias que alejen a los estudiantes del campus. ¿Qué reflexión final nos darías en torno al rol de las universidades ante estos contextos de crisis y de alejamiento del campus?

Yo creo que satanizar también los sistemas de información, todas estas redes que se han creado, no sería lo adecuado. Creo que tenemos que mirar de qué forma podemos mezclar esa presencialidad que es tan rica. La presencialidad es necesaria, porque te estoy mirando a los ojos, te estoy escuchando. Somos muy latinoamericanos del abrazo, y eso es muy importante. Pero también debemos entender que hay otros medios que nos permiten comunicarnos, pese a que estamos distantes, en términos de espacio, y que es necesario tenerlos.

No podemos tampoco pensar que pasará el tiempo y no volverá a haber otra pandemia, o un estallido social. En Colombia hubo un estallido social el año pasado. En Ecuador también se vivió un estallido social, y son reivindicaciones de sectores que no se encuentran identificados; reivindicaciones de sectores que tampoco se sienten incluidos en los procesos de formación.

Y yo creo que la universidad tiene que abrir sus espacios para una formación para la vida del individuo, a lo largo de su vida. Y me pareció muy interesante lo que planteaba el rector de la Universidad Pablo de Olavide, y es pensar que aquellas personas de la tercera edad también tienen derechos, y tenemos que tener un compromiso con aquellas personas que lo dieron todo durante su etapa productiva, y que ahora son una cajita de música, son una cajita de experiencias, de saberes, y a veces, los relegamos. El sistema los relega, y eso no debe ser.

Es decir, es ver cómo la universidad logra realmente llegar a todos los sectores; generar escuelas de pensamiento, generar transformaciones, y generar transformaciones de verdad reales, que lleguen a los sectores que a veces se sienten excluidos.

Muchísimas gracias a la doctora Diana María Vásquez por esta entrevista, por venir a la Universidad, por participar en nuestro seminario. Pero, sobre todo, una felicitación por educar desde la solidaridad.

Gracias a ustedes.