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Boletín Spondylus

Crisis civilizatoria, pandemia y derecho a la salud


Publicado: 31-12-2020

Por: Fernanda Solíz

Edición: Sofía Tinajero Romero

 

La intensificación de los extractivismos ha traído consigo una crisis socioambiental y de salud colectiva global. Es el punto de partida de la entrevista que realiza Fernanda Solíz, directora del Área de Salud de la Universidad Andina Simón Bolívar, a Damián Verzeñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad del Rosario, en Argentina.

La entrevista analiza la crisis civilizatoria, en particular el modelo de extractivismo agroindustrial con el complejo monocultivo-transgénico y la crianza intensiva de animales que han devenido en enfermedades zoonóticas, resistencia bacteriana a los antibióticos y otras graves afecciones a la salud de las personas y sus ecosistemas.

La emergencia de pandemias víricas como la COVID-19 se estudia como síntoma de este modelo de mal desarrollo y se hace un llamado a buscar otros caminos para la consecución de justicia social, ambiental y de género.

Damián Verzeñassi es médico especialista en medicina integral y profesor titular del Ciclo Práctica Final Carrera de Medicina de la Universidad del Rosario. Es profesor ordinario de “Redes y Sistemas de Salud” de la Carrera de Medicina de la Universidad Nacional del Chacho Austral. Integra la Red de Salud y Ambiente de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social, y es miembro de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina.

Desde hace más de una década, entre el Instituto de Salud Socioambiental y el Área de Salud de la Universidad Andina Simón Bolívar se han trabajado espacios conjuntos de docencia, investigación y consolidación de redes científico-militantes latinoamericanas, en este contexto, Damián Verzeñassi ha sido un muy cercano colaborador de nuestra casa de estudios en los campos de Ecología Política y Salud Colectiva.

Bienvenido, Damián. Es un gusto tenerte hoy con nosotros, en la última entrevista del año 2020.

Hola Fernanda, la verdad que es un honor para mí participar de este ciclo de entrevistas, y más si es la última, así que muchas gracias por la invitación.

Damián querido. Ustedes, desde el instituto, en el año 2019 estuvieron en la ONU y en el Parlamento Europeo, denunciando algo que se veía venir, y que ahora en el 2020 ha generado una de las catástrofes sociales, sociosanitarias y ecológicas más importantes del siglo. Estuvieron denunciando justamente los efectos de este modelo de monocultivo transgénico, de hiperproductivismo pecuario, crianza intensiva de animales, sobre todo cerdos y aves. Además, con una serie de información epidemiológica de primera mano, a través de los campamentos sanitarios que llevan durante más de una década. Tristemente hoy miramos esa denuncia cumplida. ¿Qué lecciones nos quedan para América Latina y el mundo?

En principio, reconocer que seguimos sin aprender. Cuando digo seguimos sin aprender, digo que es algo que venimos denunciando desde hace algún tiempo, y no solo nosotros, sino equipos de investigadores en todo el mundo, en todo el planeta. Los impactos negativos del extractivismo agroindustrial, pecuario, de la cría intensiva de animales como formas de destrucción de los territorios, de homogenización de la vida, que lo que hacen es estimular la mutación de algunas estructuras microbiológicas de manera tal de que son productoras de pandemias. Y esto ha ocurrido ya antes de la COVID-19 con la gripe aviar, con la gripe porcina, con el Mers.

Nosotros veníamos planteando que estos modos de producción, este extractivismo agroindustrial, este extractivismo también en la producción pecuaria generaba estos daños. Nos abría puertas para catástrofes que no estábamos todavía advirtiendo como correspondía.

Y hoy -como dicen los diarios del lunes, todos ganamos la lotería- ante la realidad que se nos ha impuesto de esta manera tan cruda este año, muchos gobiernos están lejos de reconocer que efectivamente ese camino no da para más, y que es necesario recuperar la senda de la producción de alimentos y no de commodities agroindustriales, sino de alimentos de la mano de la producción campesina, indígena, agroecológica de cercanía.

Frente a la producción soberana, como dice Jaime Breilh, de las cuatro “s” de la vida, nosotros encontramos que la respuesta de los gobiernos es más extractivismo. Al menos, en América Latina, en Argentina, particularmente, es más extractivismo, más cría intensiva de cerdos, en medio de una pandemia que muy probablemente se originó en un criadero intensivo de cerdos en China. Más fracking, más extracción de gas y petróleo convencional, más megaminería.

Bueno, estas son las cosas que hay que poner en discusión y que nosotros entendemos, lamentablemente, fueron no profecías cumplidas, sino advertencias desde la ciencia de lo que estaba ocurriendo, y que no fueron oídas -porque ellos tienen que tomar decisiones-, y que siguen siendo desoídas, a pesar de la dureza de la realidad.

En ese contexto, Fernanda, nosotros desde el Instituto, apelamos al pensamiento crítico, y particularmente, al pensamiento crítico de salud, que espacios como la Universidad Andina Simón Bolívar, como nuestro instituto, como otros espacios a lo largo y ancho de América Latina, y que la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina vienen estimulando.

Creemos que no solo debe seguir existiendo, sino multiplicarse, sobre todo para que dejen de ser pensamientos o grupos de pensamiento, de pensadores de las periferias, para que pasemos a ser los movimientos globales de freno de este modelo extractivista, que realmente nos está haciendo mucho daño.

La agroindustria transgénica, que es dependiente de venenos, que homogeniza la genética, pero además carga de veneno a los territorios, ha destruido notablemente las posibilidades de los sistemas inmunológicos comunitarios, ecosistémicos y también individuales. Y ahí es donde nosotros entendemos que está el principal problema. No en la COVID-19, no en un pobre coronavirus que lo que está haciendo es querer seguir existiendo. Está en cómo nosotros debilitamos nuestros cuerpos a partir de haber debilitado nuestros territorios, y de haber transformado nuestro alimento en comida chatarra, o en simple mercancía.

Por ahí creo que podemos empezar a pensar las estrategias o las salidas para poder resolver esto.

En efecto. Creo que muchas de las lecciones y de las advertencias -que han sido denuncias científicas muy bien documentadas- ponen en debate la importancia de superar esa visión de misofobia, que plantea incluso en términos bélicos discursos sanitaristas en contra de los microorganismos. En la práctica estos microorganismos son esenciales para la reproducción de la vida humana y no humana; para el desarrollo de los ecosistemas, para el cumplimiento de los ciclos vitales, de los derechos de la naturaleza.

Y en medio de esta suerte de crónica de una catástrofe anunciada, las paradojas del momento en el que nos encontramos ponen, por ejemplo, a Argentina -y Argentina como termómetro del resto de Latinoamérica- en una encrucijada que parecería una sátira. Tenemos claro que son justamente estos procesos los que están determinando la emergencia de las pandemias víricas, al tiempo que ustedes se encuentran frente a la posibilidad del inicio de la siembra del trigo transgénico y, por otro lado, de convertirse en el patio trasero de la China, con la crianza intensiva de cerdos que ha sido uno de los elementos vitales de lucha y de la militancia por la salud colectiva, por el derecho a la salud en su país.

Efectivamente. Argentina, al igual que América Latina, es hoy parte de los territorios que han sido marcados por el poder económico, político y militar del mundo que encarnan los países como China, Estados Unidos o la Unión Europea, para transformarse en el sumidero del planeta.

Y particularmente en este momento, el imperialismo chino que avanzó en el Ecuador -ustedes saben muy bien los estragos que ha hecho el imperialismo chino de la mano de los llamados progresismos latinoamericanos-, en realidad hoy está viniéndose más al Sur, y transformando a la Argentina en un nuevo escenario de experimento a cielo abierto, como fue la introducción de los transgénicos en 1996, ahora en plena pandemia antropogénica y zoonótica, vienen a traernos, diríamos nosotros, el huevo de la serpiente. Nos traen a la Argentina el origen de la transformación y la mutación del virus que China necesita sacarse de encima. Y necesita sacarse de encima por dos motivos. En primer lugar, porque China ya no puede soportar seguir generando pandemias, y en segundo lugar, porque China ya no tiene capacidad de garantizar el agua, y garantizar los territorios para la producción de los alimentos o de la comida que necesitan estos cerdos que vienen a instalar en nuestros países.

Y como Argentina todavía lo tiene, tiene todavía acceso al agua, y tiene todavía acceso a territorios de producción de commodities, entonces es un lugar ideal para los chinos, no para los argentinos. De la mano de esto, en nuestro país en este último año, Fernanda, se arrasaron con incendios intencionados más de 500 000 hectáreas. Fundamentalmente, lo que era monte nativa y humedal del delta del río Paraná, con el objetivo indiscutible de transformar eso que antes eran humedales o monte nativo en áreas de ganado intensivo de vacas, para poder liberar los espacios continentales para que puedan ahí caer los chiqueros chinos, o las nuevas áreas de producción agroindustrial de commodities transgénicos con el que alimentarán a los cerdos chinos.

Entonces, esos incendios que están aumentando la emanación de gases de efecto invernadero, que están calentando el planeta, pero que están secando los ríos voladores como hicieron el año pasado en la Amazonía brasileña también son parte de la política extractiva de instalación de la producción sucia del planeta en nuestros territorios. Y por eso Argentina hoy debería ser mirada por el mundo como el ejemplo de lo que no hay que hacer en estos contextos.

En efecto. Damián querido, estamos cerrando el año 2020, y estamos cerrando con un balance tremendamente complejo. Por un lado, el incremento de los extractivismos, las tecnologías perniciosas que han mutado no solo el patrimonio genético de la humanidad, sino que están mercando de los bienes comunes, del agua, de la naturaleza, de los suelos. Que además, en lugar de comprender que en efecto estos procesos de mutación tóxica en las formas de producir, de las formas de criar, de las formas de distribuir tan inequitativamente, del hiperconsumismo, del descarte desenfrenado que han convertido lagos, ríos, territorios rurales, en territorios de sacrificio, se ven enfrentados con muchas expresiones también de resistencia.

Afortunadamente América Latina es un territorio hermoso en donde tenemos experiencias emblemáticas de organización, de resistencia, y también de propuestas de este otro mundo posible, de propuestas de agroecología, de propuestas de economías populares y solidarias, economías en manos campesinas de economías más bien pequeñas, circulares, de proyecto basura cero.

Todo esto, en medio de la necesidad de disputa frente a la derrota de los bienes comunes, de la supremacía de valores universales que deben primar en una ética del cuidado de una vida en dignidad.

¿Qué nos queda a la academia? ¿Cuál debe ser el rol de los gobiernos, de los Estados? Más que nunca, hoy el tema de la salud, de la salud colectiva y el derecho a la salud vuelven a estar en el punto más amplio de discusión.

En primer lugar, yo creo que a la academia nos queda recuperar la capacidad de ejercer el pensamiento crítico, de estimular el pensamiento crítico y de seguir sembrando pensamiento crítico en nuestras aulas, en nuestros espacios, en nuestros laboratorios. Pero fundamentalmente sin perder de vista que tiene que ser ese pensamiento no al servicio del ego personal, sino al servicio de los pueblos, al servicio de las necesidades de los pueblos que hoy están siendo las principales víctimas -ellos y sus territorios- del avance de este extractivismo que encontró durante mucho tiempo, y ahora aún lo hace, en las estructuras de la academia, el reducto fundamental, el reservorio clave para poder seguir reproduciéndose a lo largo de todo este tiempo.

En segundo lugar, partiendo de esa necesidad de rediscusión del rol de la academia en nuestros territorios, la necesidad de que nuestros gobiernos asuman, sin medias tintas, el compromiso para con la salud de los pueblos, y no con la salud de las corporaciones.

A muchos de nosotros se nos dijo en nuestros países durante este 2020, “vamos a priorizar la salud, antes que la economía y por eso no importa lo que pasa en la economía, tenemos que encerrarnos todos, porque el que sale es responsable del contagio”. Ese es el discurso que estimula el individualismo, por un lado, pero que por el otro lado nos encerraba -al menos así pasó en la Argentina- a los seres humanos, dando vía libre al extractivismo porque los únicos que podían salir eran la minería, el hidrofracking, la agroindustria y la industria pesquera.

Claramente, ese no es el camino, y nosotros entendemos que la resistencia de los pueblos latinoamericanos, de los pueblos indígenas, de las comunidades campesinas y de los pueblos urbanos también es clave en este proceso de recuperación de la esperanza.

Pero no una esperanza de esperar a que algo ocurra, sino la esperanza de quienes se saben constructores en el andar de un futuro que va a llegar porque lo estamos haciendo al hacer, y no porque lo vamos a esperar. Y lo estamos haciendo al hacer colectivamente a partir de los lazos solidarios y comunitarios, porque si no recuperamos la comunidad, la pertenencia comunitaria y los lazos solidarios que unen a una comunidad, es muy poco probable que podamos resolver esta encrucijada en la que estamos hoy metidos por culpa del 1% de la humanidad que ha condenado al 99% restante a que seamos sus servidores, y a que seamos los descartables para que ellos puedan seguir viviendo como quieran.

Muchísimas gracias, querido Damián por todas estas valiosas reflexiones. Creo que tenemos que hacer un saludo especial a nuestro querido país hermano de la Argentina. Ahora recordaba que hace unos pocos días, la Cámara de Diputados dio paso a la ley por el aborto legal, seguro y gratuito. Así que son pequeñas acciones esperanzadoras luego de una lucha tan grande latinoamericana emblemática frente al patriarcado que nos da este camino a seguir por una revolución que sea ecologista, que sea feminista, que sea antirracista y que sea, por supuesto, popular e intercultural.

Muchísimas gracias, querido Damián. En la Andina tienes tu casa. Para nosotros esta colaboración con ustedes en el instituto es vital por esta ciencia digna, por esta ciencia con conciencia.

Muchas gracias, Fernanda a ustedes. Y también aquí en Rosario ustedes saben que son parte de todas nuestras construcciones, nuestros sueños y nuestros aciertos. Así que, un fuerte abrazo y seguramente nos vamos a seguir encontrando en estos caminos de la vida.