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Boletín Spondylus

Bernard Lavallé : “El criollismo aprovechó la coyuntura para alcanzar su meta”


Por: Ramiro Carrillo  

Edición: Sofía Tinajero Romero 

 

Con ocasión de conmemorar la Batalla de Pichincha, el historiador y catedrático francés, Bernard Lavallé visitó la Universidad Andina Simón Bolívar, como uno de los ponentes del seminario internacional “Las independencias de la región andina, doscientos años después”. 

Asimismo, la Universidad le otorgó la distinción de Profesor Honorario de esta casa de estudios, en una ceremonia que clausuró el encuentro internacional. 

En este contexto, Ramiro Carrillo, productor de Voz Andina Internacional, la emisora digital de la Universidad, entrevistó a Lavallé, en un programa especial por el 24 de Mayo.  

Bernard Lavallé es profesor de Civilización hispanoamericana colonial en la Universidad de la Sorbonne Nouvelle de París. Es autor de algunos libros, entre ello, Las promesas ambiguas: ensayos sobre el criollismo en los Andes; La América española: de Colón a Bolívar; Francisco Pizarro y la conquista del imperio Inca; Bartolomé de Las Casas: entre la espada y la cruz.  

 

Un contexto de cómo ha sido su investigación frente al hecho independista de toda Latinoamérica. Bienvenido, Bernard 

Muchas gracias. Para contestar la pregunta, yo desarrollé durante muchos años estudios, investigaciones sobre lo que se llama el criollismo; esto es la afirmación, la creación de una identidad diferente de la de los españoles, entre la aprobación de origen europeo. Entonces, una parte importante de la población por el poder que tenía en la Colonia, pero numéricamente una población ultra minoritaria.  

En el curso de esas investigaciones, me di cuenta de una cosa. Con la Independencia o las Independencias, surgen muchos aspectos nuevos. Es la situación social, económica y política trastornada. Por ejemplo, la nueva política borbónica. Una población cuyos elementos cambian en proporciones, en actitudes. Un contexto también en el que intervienen ideas o realidades venidas de fuera; me refiero, por ejemplo, a la Independencia de los Estados Unidos, a las guerras internacionales, las guerras imperiales a raíz de la Revolución Francesa; ideas efectivamente venidas de las filosofías europeas, en particular, francesa en el caso de la Revolución. 

Pero me di cuenta de que, si bien esto es indudable, sin embargo, los estudios que se estaban haciendo sobre la Independencia muchas veces no veían, o hacían caso omiso, de que de siglos anteriores venían planteamientos e ideas que podían ser vistas como anticuadas, porque ya para finales del siglo XVIII, ya tenían más de siglo y medio de existencia.  

A pesar de tener menos visibilidad en las últimas décadas que preceden a las Independencias, no desaparecieron. Se mantuvieron de manera que lo que se ha llamado a veces el ideario de las Independencias es una mezcla de esas nuevas propuestas, de esas nuevas condiciones de las que he hablado, pero también del diario de los criollos del siglo XVII que más o menos puesto al día vino a confluir con las novedades de las que estábamos hablando. 

Este va a ser el tema que yo voy a desarrollar en este simposio que nos reúne aquí, en Quito. 

¿En qué medida fue gravitante la sociedad criolla en todas las gestas de Independencia, que incluyen la de Ecuador, por supuesto? 

Lo que pasa es que en la época de las independencias, los criollos van a tener un papel importante, pero -y el pero también es importante- yo creo que la Independencia se dio, porque en todos los componentes de la sociedad hispanoamericana había una voluntad de cambio, inclusive en aquellos que se mantenían fieles a la Corona española.  

Esto es que todos estaban pidiendo y querían cambios, de una u otra forma, con uno u otro alcance, con más o menos atrevimiento. Esto es que obviamente para todos era una evidencia que el viejo tinglado -perdón por la palabra- del Imperio español ya se estaba desmoronando o de todas formas no podría seguir tal como estaba. 

Dentro de esas propuestas muy diversas, la propuesta criolla se mantiene y no pierde el norte. Esto es que ella, desde los inicios, está en una situación de confrontación con la Corona. Los criollos consideran que estos países son de ellos, de manera excluyente evidentemente, y les parece que la Corona española, en estos países que son de ellos, de los criollos, la Corona española los frustra, cercena los espacios de poder o de poder político o de poder económico.  

Y entonces, lo que ellos quieren es abrirse este espacio. Y el problema de los criollos en esa época tan compleja y movida de la Independencia, es que ellos quieren aprovecharse de esa coyuntura para por fin alcanzar la meta que siempre ha sido de ellos: aprovechar de todos los aspectos, de todo lo que proporciona el poder, sin tener que pasar por la ley del Estado español, que consideran como lesiva para sus intereses. 

Entonces, ahí surge un problema subyacente, y que va a ser importante y más importante aun cuando ya se concreta la Independencia. Esto es que, en el fondo, cuando se concreta la Independencia, aparece algo. La Corona española no es que protegiera a los indios, a los esclavos, a los mestizos. Pero sí ponía límites a su explotación. No lo hacía por grandeza de ánimo; lo hacía por razones económicas, para mantener en activo, eficaz y efectivo el conjunto socioeconómico. 

El problema que se va a plantear -vuelvo a lo que estaba diciendo- es que con la Independencia se pone de manera muy evidente el problema de corte con España, sí. Casi todos están de acuerdo para eso, pero ¿qué hacemos después? ¿Independencia, corte con la metrópoli? Sí. ¿Descolonización? Puntos de interrogación. Y ahí está el problema, porque efectivamente las clases subordinadas están pidiendo, exigiendo, pensando que se va a acabar con las normas tan opresivas de la colonización, cuando las minorías criollas piensan que precisamente la Independencia va a ser la oportunidad para ellas de, por fin, poder mandar en estos países, sin tocar nada del sistema colonial -y diría inclusive- haciendo ahora caso omiso de los límites que el sistema español ponía a esta explotación. 

Ahora, de esta conceptualización del criollismo deriva históricamente lo que luego conocemos como la República; el sistema republicano. ¿Se demoraron mucho en llegar a esta conclusión? 

Efectivamente, allí cada país tuvo su historia; la historia no es la misma para los diferentes países latinoamericanos o andinos. Pero yo creo que, en el fondo, la historia latinoamericana puede ser considerada como, primero, la de las flamantes repúblicas del siglo XIX, que según los países, según las épocas fueron más o menos criollas en el sentido de que decíamos. 

Y después, yo creo que la otra época que empieza, digamos alrededor de finales del siglo XIX -en el Ecuador es muy visible- va a ser precisamente una época en que ya no se maneja la República como se había manejado en el medio siglo anterior, sino que va a ser una lucha para llegar a un estado que no corresponda, que no obedezca que deje de obedecer a las normas, en el fondo, heredadas de la época colonial. 

Y en todos estos países andinos, la historia va a ser en esa pugna entre aquellos que son conservadores y los que quieren otro tipo de sociedad y también de nación; unos Estados que involucren de manera positiva y activa a todos sus componentes, sobre todo, incluidos. Y a aquellos que hasta la fecha habían estado supeditados al sistema del pasado. 

En la actualidad, sobre todo acá en Ecuador, se están desempolvando los hechos de participación de algunos grupos sociales, en el período independentista, como son las mujeres, los esclavos, los propios indígenas que participaron en los ejércitos, y los religiosos inclusive. ¿A estos grupos, en su accionar, se los debe también incrustar en lo que es el criollismo? 

Voy a contestar en dos tiempos. Yo creo que usted tiene toda la razón insistiendo en los trabajos que se hacen sobre la participación de los grupos que usted ha citado: mujeres, negros indígenas, etcétera. Esto muestra una realidad fundamental de doble cara. Como decía hace un momento, en aquellos tiempos todos querían que cambiase la situación, todos. Lo que pasa es que, para conseguirlo, para cortar con España, es bien difícil. 

Entonces, las élites criollas se apoderaron de todos esos grupos, como carne de cañón. Es una expresión global que no es válida, por ejemplo, para las mujeres, pero los utilizaron, los manipularon. Y cuando terminó el período, cuando se afincaron de manera definitiva las repúblicas, el sistema social imperante se cuidó mucho de opacar, de olvidar -con comillas o sin ellas- a aquellos grupos que tan importantes habían sido en las guerras de Independencias, pero que las élites criollas no querían poner así, de manera muy visible, para que ellas no pudieran reclamar. 

La segunda parte de mi respuesta: yo creo que la participación de esos grupos durante mucho tiempo olvidados ha sido fundamental. Uno de los méritos de los trabajos que llevan las generaciones recientes de historiadores, es importante, porque muestran la multiplicidad de la realidad y el aspecto casi polifacético de la sociedad hispanoamericana en el tránsito entre la Colonia y las Repúblicas.  

Y efectivamente lo que vemos hoy es que ese tránsito fue mucho más complejo de lo que se dijo. Y sobre todo que tuvo actores mucho más diversos y efectivos de lo que hasta ahora se creía. 

Esta ideología que generó el criollismo se destaca de alguna manera en la historia latinoamericana en la gesta libertaria ya concreta del Ecuador. 

El caso del Ecuador es bien interesante, porque el Ecuador es un elemento del conjunto andino que va desde Nueva Granada, hasta el sur de la actual Bolivia. Efectivamente, durante toda la época colonial, el caso de Quito y la Audiencia es muy interesante, porque es una sociedad que muchísimos aspectos se parece a la de otras zonas comparables del mundo andino.  

Quiere decir, por ejemplo, que Quito no se puede comparar con Lima, pero sí se puede comparar con Cuzco; se puede comparar con La Paz, se puede comparar con otras capitales andinas como Cajamarca. 

En ese sentido, también en Quito se desarrolló un criollismo militante muy combativo y, sobre todo, cuya visibilidad es la de las órdenes religiosas. Las órdenes religiosas eran en aquellos tiempos los únicos cuerpos sociales que, por elección, cada tres años, cada trienio, elegían, escogían a sus autoridades: al padre provincial, a los demás frailes que le iban a ayudar, a los superiores de los conventos, etcétera. 

Entonces, esa excepción en el mundo colonial hacía que las órdenes religiosas, además que traían desde el medievo de su creación en Europa un sentido de autonomía muy fuerte y de cierto rechazo a las demás autoridades, entre ellas las de la Corona. Eso hizo que cuando los criollos empezaron a ser más numerosos y luego más numerosos que los españoles, por el sistema electivo del que estaba hablando, fueron elegidos a las funciones de provinciales agustinos, franciscanos, dominicos mercedarios. No jesuitas, porque en los jesuitas todo venía de Roma, como el Ejército. 

Quito fue desde este punto de vista, un laboratorio muy interesante, porque a raíz de esas elecciones hubo aquí -en aquel entonces, la provincia del virreinato- toda una serie de motines conventuales que muestran cómo efectivamente el criollismo de la época -estoy hablando del siglo XVII- era arraigado, cómo ese criollísimo era fuerte, cómo ese crismo estaba dispuesto a jugársela para conseguir lo que querían. ¿Por qué? Pues porque y sencillamente la Corona encontró un truco que ya existía en Europa, pero lo utilizó aquí, que consistía en exigir que una de cada dos veces, el provincial fuera criollo y el provincial fuera español. Entonces, claro ese sistema que existía en Europa era valedero en las provincias en que los dos grupos, más o menos, eran iguales y entonces eso permitía que no hubiera problema. Una vez tú otra vez yo.  

El problema, al contrario, fue que en América no era fifty-fifty, sino que había pongamos 90 %, 95 % de criollos, y 5 % de españoles. Entonces, imponer esa igualdad a dos grupos tan dispares no era la justicia equitativa y distributiva no estaba satisfecha. 

Entonces, a raíz de esa imposición, hubo en Quito una muy fuerte movilización en los conventos – dentro de un par de años se publicará en Quito un libro sobre esto, porque ya he hablado con un editor-. 

Usted me puede decir, pero bueno, esas eran cosas de conventos. Hoy en día, los conventos existen y ni usted ni yo sabemos exactamente lo que pasa ahí, porque no interesa. Pero en aquella época era totalmente diferente.  Primero, porque los frailes eran muy numerosos. Esos frailes tenían padres, hermanos, cuñados, sobrinos, etcétera, y todo lo que pasaba dentro de los conventos tenía una repercusión enorme en la sociedad quiteña, en la sociedad laica.  

De manera que, todo lo que pasaba y de manera repetida en los conventos, alrededor de ese problema del criollismo, y esto es de la voluntad de los criollos de no aceptar que la Corona de España los mantuviera en una posición subordinada, esos problemas interesaban mucho a la gente de la calle. Y sabemos que, por ejemplo, -bueno en el libro del que hablaba, hablo de que durante las discusiones acaloradas que había dentro de los conventos entre los frailes criollos y el presidente de la Audiencia que quería imponer el sistema alternativo de elección, pues sabemos que de vez en cuando había frailes que corrían a las ventanas, abrían las ventanas y gritaban a la gente que estaba allí: “nos tiranizan”, “ayuda”. 

Esos problemas internos del criollismo conventual, en realidad, tenían mucha trascendencia en la sociedad. Y, evidentemente, los que no eran frailes hablaban, discutían, y hablaban del problema de la elección conventual. Pero esa elección conventual, el planteamiento criollo, estaba respaldado por toda una serie de afirmaciones, de ideas, de conceptos, que son los que voy a desarrollar en la ponencia. 

Entonces, en Quito, como en las otras ciudades que he dicho, había como un caldo de cultivo alrededor de ese combate criollo. Esto corresponde -digamos aquí en Quito- más o menos a la época que va de comienzos de los años de 1620, hasta los años 1690. Después, ese problema tiende a disolverse.  

Pero todo lo que había creado esa pugna criollista desaparece. Y entonces precisamente va a venir a entroncar con las ideas y las situaciones nuevas, y de ahí esto va a ser el ideario y el contexto de la Independencia. 

Quisiera que nos comenté alguna línea de trabajo que usted está desarrollando o piensa desarrollar, para profundizar más en esta presencia del criollismo en Hispanoamérica, en la época independentista. 

De formación, soy más bien historiador de XVI y XVII, pero mi experiencia ya un poco larga de la investigación me ha acarreado, me ha llevado a estudiar también otros fenómenos, que son más bien del siglo XVIII. 

Para mostrar un poco las dos caras opuestas de estas investigaciones que he hecho. Hace un rato usted ha tenido la bondad de recordar mis libros, pero no ha hablado de mis libros sobre el Ecuador. 

El libro que he escrito hace bastantes años  sobre la Rebelión de Las Alcabalas, de 1592, en realidad es un estudio de lo que se podría llamar el precriollismo. Esto es, una rebelión que se da en una ciudad que vive en un contexto muy específico, por una razón geográfica, pero también por razones políticas en aquel entonces.  

Entonces, vemos cómo se plasma un precriollismo en la medida en que detrás de la rebelión, hay la afirmación de una identidad. Pero no te una identidad nacional o producto nacional. La afirmación de una identidad quiteña y, obviamente, esas afirmaciones de las identidades quiteñas, limeñas, cusqueñas, bogotanas, etcétera, van a ser un componente del criollismo. Y, al otro extremo de mis trabajos, citaré un libro que hasta la fecha es mi último libro sobre las mujeres en la época colonial, y que abarca desde los inicios de época colonial hasta la Independencia, y en la que -como otros muchos colegas que además lo han hecho de manera mucho más profunda que yo- muestro el papel de las mujeres en los procesos de Independencia de México, de Bogotá, de Lima y, obviamente, señalando, recordando para un público francés figuras como la de Manuela Sáenz- 

Nuestro agradecimiento, Bernard Lavallé por habernos llenado de información tan relevante, tan importante, y justo en este día 24 de Mayo, que celebramos el Bicentenario de nuestra Independencia. 

Muchas gracias. Espero que Quito y Ecuador le hayan tratado bien en esta ocasión. 

Estupendamente, muchísimas gracias.