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Boletín Spondylus

Aportes de las mujeres negras de Colombia a la ecología política emancipadora y decolonial


Por: Sofía Zaragocín

Edición del video: Fernando Andrade

Transcripción: Salomé Tejada

Edición del texto: Sofía Tinajero Romero

 

Del 18 al 22 de octubre, ponentes de Ecuador, México, Colombia, Haití, España, Brasil, Bolivia y Chile se congregaron en Quito para el IV Congreso Latinoamericano de Ecología Política. Este encuentro fue organizado por el Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador, Acción Ecológica, el Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo y el Grupo de Trabajo Ecologías Políticas desde AbyaYala.

Una de las ponentes invitadas fue Marilyn Machado Mosquera, defensora de Derechos Humanos del pueblo negro colombiano.

En este contexto, Sofía Zaragocín, integrante del Colectivo de Geografía Crítica, entrevista a Machado, para profundizar sobre la ecología política y el ecofeminismo vistos desde la negritud.

 

¿Cómo podemos concebir la lucha antirracista en la ecología política contemporánea en América Latina?

Las luchas antirracistas trascienden la ecología, pero entiendo que estamos en esta disciplina y tendríamos que entenderlo como el reconocimiento del pensamiento negro, que es construido desde la dinámica de las comunidades, desde las formas de vivir relacionalmente con los demás seres; desde una historia que ha sido de dolor, de lucha, pero también de resistencia, de reexistencias.

Y cómo desde allí, efectivamente, las comunidades negras hemos permitido -igual que otros pueblos; obviamente, los indígenas, los campesinos y campesinas- que todavía haya naturaleza. Y si hay la naturaleza, cómo la entendemos: como la existencia de los ecosistemas acuáticos, terrestres donde hay animales, aves, etc.

Hay una frase que plantean, que, si este sistema capitalista calienta el planeta -pensando en el cambio climático-, los pueblos de la Tierra -en este caso, los negros- enfriamos la Tierra, porque todavía estamos conviviendo con ella. Tenemos una relación armónica o equilibrada, e intentamos hacerlo con todo el embate que hay de minería, de extractivismo, etc.

La idea sería vernos desde la ecología política como ese sujeto político, cultural, social, histórico que le ha venido aportando a este territorio de Abya Yala o de Améfrica Ladina, como dice la maestra Lélia González.

¿Nos puedes comentar sobre el concepto o categoría de Améfrica Ladina?

Desde un pensamiento crítico, decimos que cuando hablamos de América Latina, de hecho, solamente nombrándolo, no aparecemos nosotros y nosotras como descendientes de africanos en este territorio. Que fuimos invadidos violentamente; eso lo sabemos. Pero que nos apropiamos, o sea hay una apropiación, hay una adaptación cultural, ecosistémica del pueblo negro con estos territorios que, pues nos eran desconocidos, desde nuestros antepasados.

Entonces, lo que hace Lélia González es poner en cuestión eso. Es criticar esa denominación y plantearse, así como los indígenas y otra gente se plantea pensarlos como el Abya Yala, pues, nosotros nos planteamos como Améfrica Ladina, que implica que tenemos esa raíz de los originarios de aquí, con una presencia europea, en este caso española. Pero que es un español -que por eso se dice ladino-, que se habla desde acá, que es un español distinto al del reino de Castilla en esas épocas. Pero que también está la raíz negra y ese entronque negro de lo africano y la africanía en ese territorio.

Ese es el conocimiento que hace Lélia González, desde los feminismos, desde el feminismo negro en Brasil y que empieza a pensarnos también desde nuestras realidades como población y como mujeres y comunidades negras.

La ecología política latinoamericana dialoga, sobre todo ese feminismo, con feminismos indígenas comunitarios, pero con el feminismo negro, por ejemplo, con el pensamiento de Lélia González, todavía hay un camino.

¿Qué opinas tú de esa dinámica? Sé que estás haciendo una tesis sobre ese tema, si nos puedes comentar sobre esa dinámica.

Todas las personas, todas las poblaciones -y los académicos no salen de esta realidad-, también son producto de los tiempos, producto de las construcciones históricas, de las construcciones teóricas y conceptuales que se han venido dando.

Y en la historia de América Latina, de alguna manera, ha habido más un indigenismo, un reconocimiento. Incluso desde la Colonia, había resguardos; se les entregó tierras, que está muy bien hacerlo. De hecho, ellos son los dueños, todo eso es de los originarios.

Pero hay una invisibilización de lo negro, porque hay un sesgo importante de no mirarlos, de invisibilizarnos. Y también lo plantean mucho, en especial los brasileños, el tema del mestizaje. Entonces, ese mestizaje “unificó” a toda esa población de este territorio. De toda América de hoy, el poder blanco en el norte, pero el mestizaje acá en lo que conocemos como América Latina, pero podemos decir Abya Yala o Améfrica Ladina, pues soslaya esos aportes de nosotros y nosotras como comunidad negra.

Es una deuda que tienen los teóricas y teóricas, incluso desde la antropología. Cuando hicimos una discusión importante para este reconocimiento étnico y territorial de las comunidades en Colombia, especialmente en el Pacífico colombiano. Porque, imagínense, 300 años de haber vivido allí, ese territorio no les pertenecía a las personas negras que habían estado ahí 300 años, tres siglos. Pero, algunos indígenas sí tenían reconocimiento como resguardos. Y eso está muy bien.

En esa discusión, los antropólogos, por ejemplo, no reconocían esa posibilidad de que hay un pueblo, no necesariamente para estudiarlo, sino, para reconocerlo y para valorarlo. Y que desde nosotros y nosotras mismo como personas negras pudiéramos hacer esos hallazgos, y esos reconocimientos.

Entonces, la ecología política estaba de espaldas de ese conocimiento. Y cuando nos nombran
-si nos nombran-, generalmente, es como las víctimas de los territorios en sacrificio, como si no fuéramos sujetos políticos y sociales, que también agenciamos luchas, que estamos en resistencia y en reexistencia.

Creo que si hay un pueblo que ha demostrado esa capacidad de adaptación, es ese pueblo negro, porque lo trajeron a un territorio que no conocía, con idiomas e incluso con gente que, posiblemente, en África podían ser incluso rivales y reyes, reinas y que habían peleado allá, llegan acá y están en esa condición de infrahumanos.

Entonces, les toca ponerse de acuerdo, se idearon un idioma, en esas condiciones. La creación de un idioma, bueno de varios. En Colombia, al menos dos, que son: el creole, en San Andrés y Providencia; y el palenquero, en San Basilio de Palenque. Hay ese desconocimiento y allí, creo que hay una potencialidad importante, si efectivamente, la ecología política se piensa descolonial y se piensa emancipadora. O sea, no será una ecología política emancipadora y descolonial, sino se tienen en cuenta todos los sujetos; no solamente un sujeto, el que está por encima, sino, todos los sujetos que estamos haciendo resistencia, así como el ecofeminismo, los hermanos indígenas, los campesinos y campesinas y, por supuesto, el pueblo negro.

Ahí hay una tara importante en este continente que cuesta que nos vean a nosotros como sujetos y sujetas que agenciamos, que vivenciamos, que tenemos una relación armónica con la naturaleza y que, por ello, hay naturaleza, sobre todo, en el Chocó Pacífico y en otras zonas.

Algo que conversamos contigo fue la necesidad de cuestionar el mestizaje; esta deuda histórica, donde el mestizaje debe rendir cuentas frente a esta invisibilización. Es decir, las buenas intenciones no son suficientes. El racismo ambiental, estructural, capital, es totalmente intencional. Entonces, estoy plenamente de acuerdo contigo.

Tú trabajas también con mujeres negras colombianas y toda la agenda política. ¿Cómo ves la relación con la ecología política con esas agendas y con el accionar en la praxis política de mujeres negras en Colombia y dentro de la región?

La ecología política es un campo muy amplio. Creo que es un campo académico que intenta, y eso hay que reconocerlo, superar la fragmentación epistémica y la fragmentación en categorías. Lo social pareciera que va por un lado; lo ecológico y lo natural pareciera que van del otro lado. Entonces, la ecología política hace ese esfuerzo -y creo que logra- de juntar eso y pensar que hay esos desarrollos conjuntos, seres humanos y demás seres.

Y las mujeres en el Pacífico, en el norte del Cauca y sé que, en otras partes de la región, hemos venido haciendo apuestas importantes en ese sentido. Somos las paridoras de vida, hacemos una crianza mutua de la naturaleza. Son mujeres por excelencia cuidadoras; cuando se hace la minería ancestral, por ejemplo, las mujeres son mineras ancestrales, pero también son agricultoras, pero también pescan. Hay una dinámica de lo que, Arturo Escobar llama la ontología relacional y está comandada, por decirlo de alguna manera, de mujeres.

Una experiencia muy bonita que tuvimos en Colombia, en el 2014, fue la movilización de mujeres negras por el cuidado de la vida y los territorios ancestrales. Entonces, ahí calza perfecto, ese reconocimiento, por un lado, desde las vivencias cotidianas de las mujeres, pero, también cuando toca salir a defender el territorio en contra de la minería extractivista. Pero también, otro tipo de extractivismos que tienen que ver con productos como la caña de azúcar, como el cacao, como el café, incluso la coca misma.

Creo que ahí hay un entronque importante que, como mujeres negras, hacen aportes importantes a la ecología política. Y también, desde el ecofeminismo, como una categoría que puede analizar un movimiento importante que puede dar cuenta, analizar y dialogar con las mujeres en los territorios. Son propuestas territoriales, lugarizadas que las mujeres ponen y ponemos nuestros cuerpos en la defensa de la vida; y también la ecología política le apuesta a indagar eso. Asimismo, es una puesta política. Entonces ahí nos encontramos.

Nos puedes comentar sobre la asociación o el grupo al que perteneces en Palenque, que me parece muy importante.

Yo soy fundadora y excoordinadora del proceso de comunidades negras en Palenque, que es la organización negra más importante del país, que generó todo un proceso de conciencia y dinamizó con otras personas y con otras organizaciones todo lo que tiene que ver con el reconocimiento de los derechos étnicos territoriales en Colombia.
En este momento estoy perteneciendo a una organización de mujeres que se llama Kuagro ri Changaina, que es lengua palenquera de San Basilio de Palenque. Tienen toda esa fuerza ancestral de esa lengua que crearon nuestros ancestros y ancestras en esas condiciones que ya comentaba.

Muchísimas gracias, Marilyn. Ha sido una charla muy enriquecedora, especialmente para aquellas personas que trabajamos la ecología política feminista y que pensamos y creemos en la lucha antirracista. Así que te queremos agradecer por acompañarnos en esta entrevista y en el congreso de Ecología Política latinoamericana.

Muchísimas gracias a ustedes, a la Universidad Andina y al Congreso mismo, porque creo que se están abriendo ya esas posibilidades de diálogo entre el pensamiento negro y la ecología política y demás ciencias. Así que muchas gracias desde el colectivo Kuagro ri Changaina y desde el pueblo negro y de las mujeres negras colombianas en Palenque.