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Desplazamientos, desolación y muerte. Verdades de los transgénicos en Latinoamérica

8 de septiembre, 2015

Por Silvia Ribeiro*

La Red por una América Libre de Transgénicos (Rallt) agrupa organizaciones y redes de toda América Latina. En su reciente asamblea en Bogotá, con delegados de casi todos los países de la región, además de científicos y académicos invitados, construyeron un panorama detallado de lo que han significado los transgénicos. Diecisiete años de siembras y el segundo lugar en área global sembrada con transgénicos, han resultado en desplazamientos, desolación y muerte. Muertes en sentido literal, de niños fumigados por agrotóxicos, nacidos con malformaciones, de vecinos de campos sembrados que se enfermaron de leucemia y otras dolencias.

Hay características que se repiten en todos los países, que lejos de la propaganda de las empresas, son la verdadera realidad de los transgénicos. En ningún país los transgénicos son para alimentar personas. Son comida para comederos, no para comedores. Se plantan para forraje en inmensas plantas industriales de cría confinada de pollos, cerdos y vacunos, todas con alto nivel de contaminación, que conllevan violencia y fuertes impactos en la salud animal y humana. Lejos de mejorar la alimentación humana, la empeoran. Argentina, es un ejemplo contundente. Con inmensas áreas de soya transgénica han empeorado tanto la calidad de la carne producida, como la alimentación de la población, sobre todo infantil y en áreas rurales. Por la ocupación de territorio con monocultivos y debido al empobrecimiento que esto ha provocado, la población rural consume ahora leche y frijol de soya, con demostrados impactos negativos en la salud debido al alto contenido de hormonas vegetales que contiene la soya. Pediatras argentinos explican que contrariamente a la propaganda, la soya sin fermentar es un alimento dañino que no debe consumirse nunca antes de los 12 años y posteriormente solo en forma ocasional.