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Un académico de nuestro tiempo

8 de septiembre, 2015

Por Germán Rodas Chaves

Domingo, 8 de Febrero de 2015

Hace pocos días el científico ecuatoriano Rodrigo Fierro Benítez fue designado como Profesor Emérito de la Universidad Andina Simón Bolívar; con tal oportunidad, además, se puso en circulación su tercer volumen de “Espacio de la Memoria”, publicación que nos permitirá conocer su autobiografía –esa mirada personal introspectiva frente al tiempo– que el país debe dimensionar como un aporte trascendente, no solo porque nos permite aproximarnos en el mundo de un personaje fuera de lo común, sino porque podemos repasar hitos de relevancia ocurridos en las últimas décadas, en cuyo entorno el pensamiento y la palabra de Fierro han estado presentes para advertir las realidades circundantes.

De allí que si bien este nuevo volumen nos acerca a la vida de Rodrigo Fierro, nos pone, al propio tiempo, de cara a las reflexiones sobre el rol de la ciencia, de los académicos y de los intelectuales en el contexto de nuestra realidad, tanto más que su quehacer no puede estar aislado de un arquetipo histórico social en pleno movimiento, pues constituye, por el contrario, un eslabón que nos confronta con la realidad cambiante, esa realidad que inclusive puede modificar nuestras propias miradas sobre el mundo.

El talentoso investigador Rodrigo Fierro Benítez inició su tránsito vital en Ambato, donde también comenzó los primeros aprendizajes. Los estudios universitarios de Medicina los efectuó en Quito.

 

 

Vendría a continuación su formación académica en varios países europeos. De estas nuevas instrucciones, su larga estancia en España es fundamental, no solo por la dedicación académica del entonces joven estudiante de Medicina, sino porque tuvo el privilegio de tener como su preceptor, entre otros, a uno de los personajes formidables de la ciencia y del pensamiento, como fue el científico español Gregorio Marañón.

Preocupado Marañón de la nutrición y del rol de las glándulas en este proceso y de lo que él llamaba ‘el rol de fuelle de la tiroides’, de seguro Rodrigo Fierro advirtió su predisposición académica frente a estas temáticas e investigaciones. Por ese complejo tramado, que fuera alentado por la escuela médica que fundara Marañón, discurrió desde entonces Fierro para convertirse en el investigador, en nuestro medio y de nuestra región, sobre los mismos temas que desvelaron al sabio español. Esta determinación científica y académica, a no dudarlo, tuvo además la huella de confrontar con la situación lamentable que vivía nuestro país debido a la presencia de enfermedades inadecuadamente comprendidas y tratadas, a causa del olvido de nuestros pueblos alto-andinos.

Al Maestro pude conocerle en las aulas universitarias. Los caminos que nos depara la vida me llevaron por otros derroteros y volví a reencontrarlo en la Universidad Andina Simón Bolívar hace algo más de dos décadas. Han sido desde entonces los tiempos del desarrollo del Taller de Historia de la Salud -fundado por ese otro gran ecuatoriano que fue Plutarco Naranjo- cuyo espacio académico, hoy bajo mi responsabilidad, ha tenido desde su fundación al doctor Rodrigo Fierro como su asesor y en cuyo entorno su voz y sus orientaciones han contribuido con el quehacer de un núcleo que busca dar cuenta de la historia del pensamiento médico, una variable epistemológica, para comprender, en los diferentes periodos, los diversos procesos de la historia ecuatoriana.

Desde estas líneas mi homenaje a uno de los ecuatorianos más importantes del país.

Tomado del diario "La Hora" sección Arte y Cultura

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