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La construcción de la Historia a partir de las historias mínimas

22 de julio, 2015

Entrevista: Katerinne Orquera 
Asistente académica del Área de Historia 

Transcripción: Silvia Coral
Periodista de Relaciones Públicas

Desde la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España, nos visitó Juan Marchena Fernández, catedrático y director del Área de Historia de América, para abordar un tema de mucho interés como es la “Construcción de la Historia a partir de las historias mínimas y su relación con la cotidianidad”.

En su conferencia se refirió a ejemplos alusivos, que se hallan en los archivos, en secciones recónditas o poco exploradas, que se encuentran al paso de las investigaciones y que, luego, toman vida especial cuando se convierten en objeto de dichas investigaciones.

Es también Director del Máster y Doctorado en Historia Latinoamericana de dicha universidad, y Coordinador Académico del Doctorado y Posdoctorado en Historia de la Universidad Andina. 

¿Cuál es la relación que se da entre las historias mínimas y las grandes historias con el descubrimiento de la cotidianidad?
Creo que tiene relación con la materia de lo que uno está hecho. Yo soy todavía de los viejos estructuralistas, así me hicieron mis maestros, que me decían siempre ‘Monchito’ responde las grandes preguntas, es decir cuándo, cuántos, de qué manera. Yo soy incapaz de meterme en un problema histórico si no soy capaz de responder esas grandes preguntas.

Para hablar de la conformación de la estructura colonial a fines del siglo XVIII en la Audiencia de Quito, primero tengo que definir el periodo, cuánta gente había, cómo era la estructura social, la producción, la estructura colónica, etc. Si no contesto esas preguntas me cuesta mucho saber cómo era la nación y hoy me sigue pareciendo exactamente igual.

Soy una persona que vivo los archivos y voy preguntando lo que voy encontrando, cómo no voy a estar pendiente de esas historias mínimas si uno acaba descubriendo que el juego de las estructuras es el juego de los intercambios, el juego de los espacios, el juego de las sociedades, el juego por el poder, que están construidas casi siempre de pequeñas historias mínimas que se entrelazan como moléculas para formar una estructura, que a veces son extremadamente sólidas.

Cuando hablamos de historias mínimas hablamos de historias de vida, historias de personajes que pasan en los archivos y sus vidas quedan registradas por alguna razón…
Pueden ser historias mínimas de personajes o de grupos de personajes. Por ejemplo, cómo no vamos a estudiar a las gateras de Cuenca, qué tienen que ver con los gatos, no tienen nada que ver.
 
Después de mucho rebuscar, uno acaba descubriendo algo fantástico: esas gateras, que son las doñas merchantas, las que vendían en los mercados de Cuenca. El nombre se perdió pero preguntando a los pobladores todavía dirán: ‘ay señor, las gateras son las señoras del mercado’.

Pero ¿por qué son gateras? Porque en el mundo andino, mercado en quechua es ‘qhatu’, que suena como gato, de ahí vienen las gateras. Entonces, construir una historia de las señoras del mercado era una historia mínima tan rica, ahí están las relaciones de intercambio, las relaciones de poder.

Al llegar a los mercados de Cuenca aún pueden encontrarse con las señoras que están con su manta y vendiendo cualquier cosa; uno no sabe lo que hay detrás de todo ello, ahí está esa señora cuencana con su sombrero, sus aretes de plata y su profundo orgullo de estar ahí sentada, pero si uno va donde la señora de a lado y le dice: ‘señora me atendería usted ‘ y ella responde: ‘caballero, tenga cuidado y no diga señora que no lo es…’. Estudiar esas relaciones de poder es entender cómo funciona -en verdad- el mundo andino. Si uno no maneja esas historias mínimas creo que se le ha escapado lo mejor.
 
¿Cómo se entrelazan las historias mínimas con las grandes historias del Estado nación?
Exactamente eso, ¿qué tienen que ver las doñas gateras de Cuenca con la construcción del Estado ecuatoriano? Creo que tienen muchísimo que ver, porque sin las gateras no podríamos entender la construcción del poder económico e independiente de Azuay, que no tiene que ver con los grandes gamonales de la Sierra centro norte. 
 
Esas señoras no eran pobres y de eso nos podemos dar cuenta en los archivos judiciales; en ellos uno encuentra el pleito de una señora o de un productor de Gualaceo, por ejemplo, que protesta ante la autoridad diciendo que: “los indios de doña fulana ‘gateran’ en el mercado y no me dejan entrar a vender mis productos o me ponen un precio y si no lo pago me dan una paliza”. Entonces, esa señora está dominando el mercado y el precio de los productos agrarios que ingresan a Cuenca. Eso está en los documentos, estoy hablando de 1840 hasta 1910 y 1920, es un largo tiempo y ahí se ve una sólida relación de poder.

Estas señoras autónomas, madres de familia, se casan una vez pero tienen siete hijos, cada una con un varón diferente, son propietarias muy ricas, sus testamentos son increíbles. Es impensable llevar esa estructura a Riobamba o Quito, eso es en Cuenca, donde esa estructura de producción y poder por debajo permite… no voy a decir que es una resistencia de la clase media propietaria, pero sí un sustrato diferente, sobre el cual, el progresismo azuayo pudo levantarse y sostenerse en ella; sobre los huasipungos de la Sierra central y norte eso sería imposible.

Entonces, esas historias mínimas de doña Catalina, gatera de Cuenca, nos permiten hacer una lectura de por qué el Estado ecuatoriano no se construye de una manera homogénea sino que tiene particularismos regionales.

¿Es decir que este tipo de archivos de historias mínimas permiten un enriquecimiento del conocimiento histórico desde otros enfoques?
Completamente. Es empezar a ver las cosas de abajo hacia arriba y no de arriba abajo. Y nos permite observar el panorama de la construcción del Estado nacional. Cómo se construye el Estado nacional, algo que ahora lo ponemos en crisis, uno tiene la idea de que permanentemente estuvo en crisis.

En un archivo nacional de Colombia encontré un telegrama -esta es una historia mínima que nunca pude descifrar- que alguien envío al Presidente de la República y decía: “Fusilado Ramírez, salvada la república”. Y ¿quién fue Ramírez?, digo yo. Y ¿cómo es que fusilándolo se salva la república? Pero si alguien lo dijo en un momento dado sus razones tendría.

Entonces hay que empezar a hilar todos esos datos y darnos cuenta que nuestra república está construida con todas esas historias mínimas, pero todos conformamos esas micro historias que forman una mínima historia, que hacen nuestra realidad.

¿El investigador cómo logra trabajar con los archivos, extraer información y lograr una coherencia lógica?
Usaré las palabras de un amigo historiador venezolano que decía que lo principal para un historiador es dedicarle muchas horas; si uno no tiene las horas suficientes no sirve, y los archivos son riquísimos.

El documento fundamental no existe, yo insisto más en la invocación a la búsqueda del documento pequeño y a la suma de ellos para ir ensamblando esos elementos como si fueran átomos.

Uno puede pasarse muchas horas en el archivo. Los judiciales son formidables; los de protocolo donde están las operaciones de compra y venta, los testamentos; los parroquiales donde uno se entera quién se casó o quién no, cuántos hijos tuvo un matrimonio, dónde están los hijos ilegítimos. Son historias mínimas pero son fundamentales.

El día que se haga la historia de las mujeres y de los hombres del Ecuador se estará construyendo la historia del Ecuador, a lo mejor ya no se trata de hacer la historia de los presidentes, qué dijo y qué no dijo. A lo mejor, las historias mínimas nos enseñen otras cosas.

Y ¿cuál es la respuesta a la historia estructural que prefiere preguntarse por temas macro y con tiempos mucho más largos?
Si hay una historia en la que yo creo es la historia macro, que hay que medirse en un largo tiempo y en un gran espacio. Una historia estructural está hecha sobre pisos pero si estos no existen no se puede levantar la estructura; entonces me quedan dos opciones: o me invento y otro lo mejorará… pero como a mí no me dan ya los años no puedo hacer el levantamiento de los archivos parroquiales del Ecuador, del siglo XIX; eso tendría que haberse hecho ya, es una tarea de muchísima gente. Que me queda sino rescatar esas historias mínimas y rellenar agujeros.

Ojalá que después de los años haya gente que sistemáticamente pueda hacerlo, y me refiero a los jóvenes, a los institutos secundarios con profesores concienciados en hacer todo un ordenamiento estructural. Por ejemplo, digamos que vamos a comparar las tasas de natalidad del Ecuador, entre 1800 y 1850, por ciudades, entonces sí sabremos cómo sube o baja la población, quién la compone, cuántos negros, cuántos blancos, cuántos mestizos y ahí se puede decir que voy a construir la estructura social del Ecuador en la primera mitad del siglo XIX.

¿Entonces vale decir que la cotidianidad es la que arma la gran historia?
Yo creo que sí. En Europa se hizo al revés, pues tuvo la suerte de haber muchos maestros estructuralistas que conocían a mucha gente de los archivos parroquiales y se levantó una muy buena estructura. Aquí no hemos tenido esa fortuna, cuando se iba a levantar el estructuralismo vino la desazón y, sobre todo, en Argentina, Chile, México, Uruguay las dictaduras se acoplaron y se pensó que todo el pensamiento de izquierda que pretendía mostrar la realidad se destrozó. Luego vino la posmodernidad y ella nos sacó de los archivos, nos desarmó y nos quedamos sin esa base.