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Boletín Spondylus

Lorena Cuya: “No estamos leyendo nuestras propias narrativas”


Por: Cristina Burneo Salazar

Edición del video: Fernando Andrade

Fotografía: Hugo Pavón

Transcripción: Salomé Tejada

Edición del texto: Sofía Tinajero Romero

 

Lorena Cuya, docente de la Universidad Estatal de Arizona, cumplió una estancia académica en la Universidad Andina Simón Bolívar, en calidad de becaria Fullbright. Durante su visita, desarrolló actividades relacionadas a la reflexión e investigación en torno a las migraciones, producción textual, producción cultural y transformación social.

A propósito, la docente Cristina Burneo, del Área de Letras y Estudios Culturales, le entrevistó, para hablar sobre la producción textual y la movilidad humana.

 

¿Cómo surgió el interés por venir a Ecuador?

Primero, gracias Cristina por acogerme y a todo el PADH por tenerme aquí. En principio, somos países vecinos, pero igual siento que todavía hay mucha desconexión en cuanto a lo que producimos y lo que pensamos con respecto de las movilidades sociales. Y, sobre todo, dentro del campo –que es mi campo- de los estudios culturales y la literatura. Creo que nos hace mucha falta comunicarnos más y salir de las aulas para poder generar cambio.

Yo había visto que ustedes habían estado trabajando bastante en este campo, y mi interés era sumar a esos esfuerzos y ver si podemos crear un tipo de grupo que desarrolle este tipo de conocimiento, no solamente en la academia de manera intelectual, sino también fuera de ella.

Hay tantas maneras de aproximarse a lo que se llama movilidad humana o migraciones o movimiento. Es lo que hemos estado discutiendo estos días en el Programa Andino de Derechos Humanos, que lo hace justamente desde los derechos humanos, pero de manera interdisciplinaria.

En lo que se refiere a las migraciones en nuestra región o a través del continente en estos amplios ejes que van de Estados Unidos a Chile, también de modo trasatlántico, ¿qué relevancia tienen la literatura, la producción textual, la producción cultural, sus narrativas, los lenguajes que producen para hablar de la movilidad? Entiendo que es algo que tú has trabajado mucho, en Bolivia y Perú.

Sí, así es, en Perú y Bolivia. Y espero hacerlo también en Ecuador. Una relevancia bastante grande, pero creo que bastante invisibilizada quizás también por nuestra propia responsabilidad. Somos una sociedad que vive de símbolos, y a veces se nos olvida que los símbolos son importantes y hay gente que maneja otros discursos, por ejemplo, antimigración o antiraciales, manejan muy bien estos símbolos y saben cómo llegar más a la gente.

No estamos leyendo nuestras propias narrativas, no estamos viendo nuestros propios trabajos, a la luz del alcance que tienen, porque al final del día la gente ve imágenes, la gente consume imágenes, y al hacerlo, consume ciertos discursos y también ideologías y las va a ir transformando.

Es importante tomar un paso atrás y decir “bueno esta es la relevancia por la cual hablamos de literatura”, y debemos pensar, por ejemplo, ahora la relevancia de prohibir libros, prohibir cierto tipo de discusión en las salas de clase, a nivel primario, secundario y también universitario. ¿Por qué pasa eso? Porque estos discursos, estas narrativas tienen un poder de cambio y es allí donde se va atacando.

Mi interés y creo que parte del poder de estas narrativas es, precisamente, traer a la luz el cambio y hacer notar que hay otras formas de ver la realidad que nos toca, de violencias y de desplazamientos.

Lo que mencionas sobre la prohibición es tan importante. En lugares como las universidades
-donde la libertad para pensar debería ser total, sin prohibición de libros o de listas de libros- todavía hay índices de libros en universidades que están prohibidos o prohibición de lenguajes, los lenguajes no inclusivos, lenguajes que hablan de tantas realidades distintas.

¿Qué se puede hacer con estas narrativas, justamente para contrarrestar la prohibición?

Eso tiene que ver con parte de mi visita aquí, que es buscar coaliciones. Nosotros tenemos que buscar dentro y fuera de la academia, unirnos con otras personas que realmente puedan influenciar el discurso.

Como profesora, por ejemplo, dentro del campo universitario, yo no estoy equipada para hacer este tipo de discursos. No soy una influencer, no hago un tik tok bailando, y probablemente no lo haga, porque no es lo mío y voy a hacer el ridículo. Pero hay gente que sí lo puede hacer y necesitamos que esa gente se alíe con nosotros, se alíe con los activistas y con los grupos de migrantes, que están tratando de alzar su voz.

Entonces, ¿cómo nosotros en conjunto, podemos mover estas narrativas fuera y hacer que llegue masivamente a más gente? Eso es parte de lo que inició mi propuesta de Fullbright, para hablar de este grupo fronterizo-andino y lo que provocó también que nos comunicáramos y que estemos ahora mismo intercambiando estas ideas. Esa es parte de la preocupación, cómo sacar el mensaje fuera del ámbito académico.

Sí, eso es muy importante. Justamente tú habías trazado tu propia genealogía hablando de las migraciones como un movimiento social o como una forma de comprender el mundo.

¿Nos quieres contar de tu genealogía en relación a la migración China a Perú, y también con las culturas afroperuanas, que no las conocemos tan bien genealógicamente o históricamente?

Sí, esto tiene que ver con parte de mi proyecto al que llamo, tentativamente, Economías de la afectividad, porque es cómo estos diferentes grupos raciales vienen a unirse y a generar juntos capital, que es el capital emocional. Pero esta emocionalidad, estas afectividades de las relaciones de matrimonio, de compadrazgos, de amistades, etc., terminan convirtiéndose en un capital económico para que se muevan socialmente.

Esto empieza, porque yo soy descendiente de un culí; el culí era el semiesclavo chino, a veces hasta los encadenaban en las haciendas. Entonces, mi antepasado llegó así a Perú y él tuvo un hijo. Y este hijo, ya libre, se quedó todavía trabajando de hacienda en hacienda. Y es allí que conoció a mi tátara tátara abuela, que era una mulata, que estaba, también allí, como residuo de la esclavitud africana en el Perú. Es allí que se conocen y que parte de su matrimonio siguen ellos rodando de hacienda en hacienda. Todas estas haciendas pertenecían al mismo dueño, y mi tátara abuelo, el hijo del culí, generó una relación de confianza con esta persona.

Yo entrevisté al nieto del dueño, que conoció a mi tátara abuelo. Y me dijo que a él se le confiaba el manejo de las haciendas. Fue tanto así que al final le dieron parte de las tierras. Y en cuanto al matrimonio con esta mujer afroperuana, pues ella tenía más conocimiento de la región y de la gente del pueblo, e incluso ella cuenta – esto es historia oral- que organizaba fiestas y es así cómo él empezó a integrarse en la comunidad. Al punto que, cuando estos hacendados se fueron, ellos crearon un nuevo distrito. Y el primer alcalde de este distrito es el nieto de los dueños de la hacienda y el segundo es mi antepasado, que está allí y el pueblo lo respalda, precisamente, por estas relaciones de confianza y de amistad que empezaron a surgir en su andar de hacienda en hacienda.

Entonces, esa es mi genealogía. Por eso hablo de estas relaciones afectivas, porque no lo hicieron solos; tuvieron amigos que también les ayudaron. Esa relación afectiva se terminó convirtiendo en algo concreto.

Es importante -yo les recalco a mis estudiantes- recordar que la esclavitud no ha estado muy lejos. De mi familia, yo soy la primera que va a la universidad. Entonces, soy primera generación que va a la universidad. ¿Cuántas generaciones han tenido que pasar para acumular ese capital económico para que alguien, finalmente, me pueda enviar a estudiar, terminar el colegio y todo eso? No lo hice, tampoco, completamente con el dinero de la familia, sino con becas y también trabajando. Es un poco eso, cómo estas relaciones afectivas nos pueden ayudar.

También a comprender estas interculturalidades de las que no hablamos en relación con la movilidad humana, que están ampliando a través de la migración, el refugio, la deportación, los conceptos tradicionales de interculturalidad, de convivir dentro de la diferencia. Y estudiándolas así, historizándolas así, a partir de las genealogías propias, como tú has compartido con nosotros, con tanta generosidad en estos días.

¿Qué rol tendría la universidad, cuando estudia estos campos?, que hoy aparecen dentro de injusticia migrante o como campos enteros de zonas de esclavitud moderna, que están produciendo trabajo a muerte. Digamos, la movilidad no está separada de eso y sus narrativas. ¿Cómo integramos todo eso?

Bueno, de un lado, no voy a mencionar mucho, porque es parte de la visita y de esto de buscar coaliciones, salir fuera de la academia. Pero dentro de la academia, por ejemplo, se supone que desde la ilustración nosotros confiamos en los datos, en los hechos factibles que podamos decir “esto sí va a funcionar, porque tenemos evidencia”.

Por ejemplo, estudios como el que estoy haciendo y como los que hace gente en el PADH, nos dan indicios de que, si integramos las comunidades con diferentes razas y diferentes rangos de clase social, hay más probabilidad de que la gente se integre y que la movilidad social en realidad ocurra.

El caso contrario es que, si tenemos, como lo tenemos hasta ahora, en realidad, más vecindarios en los que hay solamente de dinero y gente de un solo color, entonces, se van a seguir reproduciendo entre ellos y el capital se queda acumulado en ellos.

Ya hay muchos estudios de economistas que hablan de esto y dicen “en cambio, cuando tú integras a gente, dentro de esas otras comunidades, ves cómo surgen más rápido económicamente”. Entonces, la idea es dar más evidencia, dentro de la academia y para los, supuestamente así debería funcionar, para lo que hacen políticas reales dentro del gobierno, para que este tipo de programas de integración sí funcionen.

El problema está ahora, también, que tenemos gobiernos corruptos, en muchos casos, a los que solo les interesa enriquecerse ellos. En términos ideales, la academia provee esta información concreta que nos debería generar un cambio; cambios en políticas concretas. Pero de otro lado está esto de “bueno no nos está funcionando”, entonces qué hacemos. Debemos también movernos fuera y buscar otras estrategias o cómo podemos decir “tretas del débil”, cómo hacerlo, cómo salir y ahí necesitamos ayuda, no de arriba, sino de abajo.

Ojalá este sea el inicio de un diálogo de largo aliento para buscar respuestas juntos. Muchas gracias, Lorena por haber venido.

Muchas gracias, Cristina.

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