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Boletín Spondylus

Educación durante la COVID-19: Evaluación y perspectivas


Por: Alexis Oviedo

Edición: Sofía Tinajero Romero

Hace un año Ecuador y otras latitudes suspendieron las actividades presenciales, entre ellas la educación. Desde entonces, el proceso educativo se desarrolla en una modalidad no presencial, siendo la virtualidad y las tecnologías su principal soporte.

Una mirada de la educación, el currículo y el rol docente, en este año y sus perspectivas, son entre otros, los temas tratados en esta entrevista realizada por Alexis Oviedo, profesor del Área de Educación de la Universidad Andina Simón Bolívar, a Daniel Schugurensky, profesor de la Universidad Estatal de Arizona.

Daniel Schugurensky es argentino. Actualmente, es docente de la Escuela de Asuntos Públicos y de la Escuela de Transformación Social en ese centro de estudios. Es director fundador de la Iniciativa de Gobernanza Participativa, director de la Maestría en pedagogía social y cultural, y coordinador de los títulos de posgrado y pregrado en transformación social. Ha publicado numerosos libros y artículos académicos, en los que desarrolla estudios en torno a la educación. Uno de los más recientes, del 2020, es Educación para la ciudadanía global en la formación del profesorado, en la editorial Routledge.

¿Cómo evalúas tú el proceso educativo, Daniel, en este año, en contexto de pandemia? ¿Cómo lo ves? ¿Qué de positivo, qué de negativo? ¿Qué perspectivas ves?

Gracias, Alexis. Es un gusto volverte a ver después de tanto tiempo. Hablando de Europa, a mí la fecha esa de marzo del año pasado me agarró justamente dando un curso es España. Estaba en Huelva, en la Universidad Internacional de Andalucía, dando un curso de una semana, y recuerdo que cuando fui a España, todo estaba empezando, pero estaba más o menos normal. Fui por una semana, creo que fue el 7 de marzo. Y el curso terminaba el viernes; era de lunes a viernes. Y el jueves ya los estudiantes decidieron no volver a clase el viernes. Y la clase del viernes fue en línea. Ya empezamos a trabajar vía Skype, y esas cosas.

Y para volver a Arizona, volví a Atocha, la estación de Madrid. Era como sol y sombra de lo que había sido Atocha en otros tiempos; estaba vacía. La ciudad de Madrid estaba prácticamente en toque de queda. El aeropuerto de Madrid estaba vacío. Y agarré uno de los últimos vuelos que estaban dejando volver a Estados Unidos. Y cuando volví acá, la siguiente semana se pasó todo a on line, virtual, usando zoom. Me acuerdo que en ese momento, Zoom era algo de lo cual se sabía muy poco. Y aprendimos rápidamente esta nueva tecnología, a nivel universitario.

A nivel de mi experiencia personal, básicamente tuve cursos totalmente virtuales en línea y algunos de mis cursos continuaron de manera híbrida. Algunos estudiantes iban a clase, y algunos estudiantes participaban desde sus computadoras. Fue un sistema que -no sé si ustedes lo tengan en Ecuador-.

En Ecuador, no.

Fue bastante complicado, lo llaman acá sync, porque es una sincronía, un híbrido entre la clase presencial y la clase no presencial. No funcionó demasiado bien, porque había que usar barbijos en clase. Algunos estudiantes que estaban en biblioteca y otros también usaban barbijo. Había varias cámaras en el salón de clases, con lo cual había que cambiar la cámara según quien hablaba; si hablaba yo, o hablaba algún estudiante. Muy complicado. Si alguien quería mostrar una imagen, un power point, también había que cambiar la tecnología. No me convencí demasiado con el sistema híbrido. Entonces, yo volví al sistema on line, aunque algunos de mis colegas continuaron con el sistema presencial, sobre todo los que están en ciencias, por el tema de laboratorios, de experimentos. Eso a nivel de mi experiencia personal. Creo que se ganó en algunas cosas; se perdió en otras.

Y después está una evaluación más amplia sobre lo que está ocurriendo con el sistema educativo en general, no solamente nuestra experiencia personal en nuestras universidades, sino lo que está ocurriendo en la escuela, en el sistema educativo formal. Ahí nos encontramos con grandes problemas, porque hay muchas investigaciones que dicen que en el verano se agranda la brecha entre los estudiantes con altos niveles de capital cultural -que tienen acceso a recursos en sus casas; biblioteca, computadoras, estímulos intelectuales de diversos tipos, tutores, etc.- y estudiantes que en el verano no tienen acceso a esos recursos.

Y hay muchas investigaciones desde hace muchos años que muestran cómo en el verano, la brecha entre estudiantes con más recursos y estudiantes con menos recursos se agranda. Ellos le llaman el efecto Mateo, The Matthew effect.

Por San Mateo, me imagino.

Sí, porque se reproducen las desigualdades. Los más ricos se hacen más ricos, los más pobres, se hacen más pobres. Pero esto se traduce a la educación también. Y aquí lo que vimos es un efecto Mateo de varios meses, en donde algunos estudiantes tuvieron recursos para acceder a computadoras, a la internet, a recursos que le permitieron estar al tanto con el currículum, inclusive, rebasar el currículum; y otros estudiantes que se quedaron fuera, o se quedaron rezagados.

Y en algunos países, inclusive se canceló el año escolar. Dijeron, “empecemos todo de nuevo”. En otros países están tratando de buscar mecanismos compensatorios de diversos tipos. Pero sí, ha sido un gran problema desde el punto de vista cognitivo, y desde el punto de vista socioemocional, porque sabemos también que la escuela cumple un papel importante en términos de inteligencia emocional, en términos de relaciones sociales, entre pares, estudiantes y maestros, etc.

Acá nos están diciendo que en otoño del norte, que es a partir de agosto o septiembre, volvemos a las clases presenciales. Si las cosas continúan como están; si no hay grandes alteraciones, se predice que vamos a volver a la normalidad entre comillas para la educación universitaria. Se está vacunando masivamente, por lo menos en el estado de Arizona. Y ya estamos organizando el semestre del otoño, que es de agosto a diciembre; en algunos lugares, de septiembre a diciembre, de forma presencial. Por supuesto, va a haber cursos híbridos. Va a haber cursos virtuales, pero va a haber muchos cursos presenciales como la época precovid.

Muy interesante lo que nos cuentas de estos desequilibrios, de estas disparidades, que en efecto se dan. En otras realidades -por ejemplo, en nuestra realidad- la educación, al verse sometida a una realidad virtual, generó sencillamente que mucha gente no se eduque. Es decir, la gente que no tenía acceso a internet no se educó, y quedó fuera. Tú sabes que en el medio rural, solamente para citar un ejemplo, hay un 8% de familias que tiene acceso a internet. Un 10%, a aparatos tecnológicos. Casos de familias, cuyos hijos esperan a que el padre llegue en la noche, para usar su celular para las clases. “Usamos, primero yo, después mi hermano, y después mi otro hermano”. ¿Cómo ves tú la posibilidad de generar una solución a estas disparidades en este contexto? ¿Qué alternativas hay para lograr que se garantice este acceso?

Es una pregunta difícil que tiene que ver con desigualdades económicas que ocurren en muchos países, y las desigualdades económicas se reflejan en desigualdades educativas. No es lo mismo tener acceso a la internet en un cuarto separado, que estar en un departamento en donde viven cinco o seis personas, de cuatro hermanos o hermanas y que usan un teléfono celular -como tú dices-.

Realmente las condiciones son diferentes, y en principio, la educación formal ha reproducido desigualdades socioeconómicas y esto no es nuevo. Esto de alguna manera lo hace más transparente y lo acentúa. Entonces, los sistemas educativos tienen que ayudar a resolver estas desigualdades con políticas inclusivas, políticas de equidad; programas que de alguna manera compensen estas desigualdades económicas.

Pero también hay que pensar desde una perspectiva macro socioeconómica de resolución de estas grandes desigualdades, donde un porcentaje muy pequeño de la población concentra las riquezas, concentra el ingreso. Y si no resolvemos las desigualdades socioeconómicas a largo plazo, vamos a seguir corriendo desde atrás en la educación.

Creo que la educación con políticas inclusivas, con políticas de equidad, con programas específicos para estudiantes de menores recursos con -si es posible- el suministro de computadoras portátiles, tablets que permitan el acceso a las clases virtuales son soluciones de corto plazo, pero pueden ayudar.

No sé cómo está la situación en Ecuador, cuándo se piensa volver a las clases presenciales, pero creo que las clases presenciales van a ser de alguna manera también una vuelta a la normalidad, en la cual se van a reproducir, como antes, las desigualdades educativas, pero un poco menos que con la COVID-19.

Sí, aquí el gobierno decretó un nuevo confinamiento desde el viernes. Es decir, ya se pensaba generar procesos pilotos para trabajo presencial. Algunas escuelas han hecho trabajo presencial en grupos pequeños, de cinco niños, por ejemplo. Pero aquí están los hospitales atiborrados; las unidades de cuidados intensivos estás repletas. Así que estamos con restricciones hasta el 9de abril. Durante, el feriado se prohibieron varias actividades. Entonces, cada intento que se da para regresar tiene que irse hacia atrás. Eso aunado a temas de la vacunación, en sí, que no hay visos claros. Es un proceso muy lento; es un proceso muy oscuro también, si cabe el término.

En ese contexto, hay toda una estructura curricular rígida, muchas veces. Nuestros currículos son así, son muy poco flexibles. Las tecnologías, la educación virtual ha generado giros en ellos. Tú crees que después, cuando volvamos a la llamada normalidad, ¿cambiará la estructura curricular?, ¿reflexionaremos en esos cambios para hacerlo más diversificado? O, por el contrario, ¿seguiremos dentro de esto?

Yo espero que sí. Espero que esto funcione como un clic en el mundo educativo, porque seguimos teniendo una educación medieval, una educación decimonónica. En casi todos los países, el sistema de educación formal fue desarrollado con el modelo industrial, el modelo de las fábricas, el modelo de reproducción de mano de obra para las fábricas. Y es un modelo basado en la transmisión de conocimiento.

Lo que hemos visto ahora con la COVID-19, si ya lo sabíamos desde antes, es que muchos de estos conocimientos son accesibles a través de la internet. No tiene mucho sentido dedicar gran parte del año a transmitir conocimientos que muchas veces no los vamos a utilizar, lo vamos a repetir en un examen, y luego a los dos días lo vamos a olvidar.

Creo que nos va a ayudar a entender que la educación no es tanto enseñanza de contenidos, sino aprendizajes y capacidades, y que el aprendizaje de contenidos es mucho más alto cuando se vincula a emociones y aplicaciones concretas. Esto que digo no es nada nuevo; es parte del constructivismo, es John Dewey y la idea del aprendizaje experiencial. Aprender a través de la experiencia, aprender a través de proyectos, a través de preguntas.

Y la información es algo que se puede acceder cada vez más fácilmente cuando hay, cuando existen los recursos. Se puede acceder más fácilmente que cuando nosotros éramos niños e íbamos a la escuela, y la información estaba en los manuales de texto, en los libros de texto. Ahora, sobre cualquier tema cualquier persona, de cualquier parte del mundo puede acceder a información a través del teléfono celular o de la internet. Entonces, el foco no debería estar tanto en la transmisión de contenidos, sino en investigar; aprender a aprender; aprender a formulase preguntas; aprender a trabajar en equipo; aprender a resolver problemas, a formular proyectos, a emprender proyectos, a relacionar el aprendizaje con resolución de problemas concretos en la escuela.

Y aquí se podría vincular el área de educación ciudadana con el área de participación juvenil, y con el área de democracia escolar. Entonces, cómo vincular todas estas cosas, creo que son temas que nos debemos en mundo educativo para que haya mayor democracia, tanto en las escuelas como en la sociedad.

Esa voluntad política, si es que cabe el término, por parte de los gobiernos, tú sabes también que son influencias internacionales, tendencias, y la reforma educativa vino así.

Apelando a esta prognosis desde la experiencia o desde las visiones, ¿crees que habrá una tendencia de replantearse temas, porque la COVID-19 nos ha movido el piso, y ahora debemos usar tecnologías y la no presencialidad? O ¿crees que seguiremos como antes, por comodidad?

Sí, los chinos dicen que es muy difícil hacer pronósticos, especialmente en relación al futuro. Es muy difícil pronosticar qué va a pasar en los próximos años. Más que un pronóstico, es una esperanza de que los sistemas educativos se renueven; que los sistemas educativos tengan una nueva manera de encarar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Creo que va a ser un proceso de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba. Creo que va a haber ciertas políticas educativas en algunos lugares desde organismos internacionales que van a tratar de promover este tipo de cambios. Y creo que va a haber experiencias piloto en diferentes distritos escolares, en diferentes escuelas que vayan experimentando con un tipo de educación alternativa, diferente al modelo decimonónico dominante que tenemos actualmente.

¿Cuánto va a tardar eso y cómo se va a dar? No sé. Creo que nadie sabe; es muy difícil especular. El problema de las políticas educativas que dependen de las políticas públicas de gobiernos centrales es que muchas veces se piensa a corto plazo. Se piensa, acá en Estados Unidos, en términos de cuatro años; en México, en seis años, o sea, la próxima elección. Entonces, son pensamientos cortoplacitas, y tenemos que tener una visión de más largo plazo. ¿Qué queremos hacer? ¿Qué escuela tenemos, y qué escuela queremos?

Y creo que sería interesante hacer procesos participativos invitando a profesores, a docentes, a estudiantes, a directivos, líderes, administradores, gente que trabaja política educativa, para repensar la educación que tenemos y la educación que queremos.

En efecto, procesos de consensos verdaderos, de diálogos de sociedad civil; gobierno y el rol del maestro; del maestro de aula, de ese que coliga el currículum. Ese al que le dicen “tú tienes que hacer esto”, y él se las ingenia para recrearlo en un aula de caña, con 50 niños, en condiciones de pobreza. 

Sí, el maestro tiene que estar al centro de estos procesos de reforma, porque si no está el maestro, si el maestro no juega un rol principal en estos cambios, ninguna reforma va a ser efectiva. Y es cierto lo que tú dices, que muchas veces se le pide al maestro que haga mil cosas diferentes, y además cumpla con el currículum, y además que sus estudiantes pasen los exámenes, y que además innove, y que además haga esto y lo otro. Y los maestros son seres humanos con tiempos y recursos limitados. Y entonces, hay que tomar en cuenta la realidad también. No podemos estar también soñando cambios que no sean realistas. Así que el maestro debe estar al centro de este proceso.

Y además tiene que rendir cuentas de que está trabajando vía zoom; que no es que está en la casa descansando.

Mi querido Daniel, unas reflexiones finales. Algo que no hayamos tocado y que tú quisieras tocar, y quisieras compartir con quienes nos miran en la revista Spondylus de la Universidad Andina Simón Bolívar.

Una reflexión más bien de carácter más general. Es que se cumplen en este año cincuenta años del famoso libro de Iván Illich, de las sociedades descolarizadas. Iván Ilich predijo que en algún momento, las escuelas iban a desaparecer y la sociedad se iba a organizar a través de redes de aprendizaje, a partir de centros de interés de los participantes.

Ese libro generó muchos debates en el mundo educativo en los años 70, en los años 80. Después fue olvidado, y ahora con la COVID-19, volvió el debate de Iván Illich. Hubo debates interesantes entre Iván Illich y Paulo Freire sobre las sociedades escolarizadas, porque Freire decía, “yo sigo apuntando a la escuela; la escuela sigue siendo uno de los espacios en los cuales se puede apostar a la democratización de la sociedad, uno de los escasos de canales de movilidad social ascendente que existe en la sociedad. Y si desescolarizamos y dedicamos todo a estas redes naturales espontáneas se puede genera una mayor desigualdad, se pueden exacerbar las desigualdades”.

Estamos viendo ahora un experimento en la vida real sobre qué puede pasar cuando la sociedad se desescolariza entre comillas, porque en realidad lo que estamos viendo no es una desescolarización, sino un desenjaulamiento. O sea, salimos de las aulas, pero la escolarización sigue existiendo. No hay una red de aprendizaje con currículum definido por las comunidades, pero al mismo tiempo aparecen microescuelas en diferentes países, donde se organizan padres y comunidades en pequeños grupos de diez, 15 estudiantes; burbujas donde se protegen de la COVID-19, y trabajan con contenidos curriculares y contenidos extracurriculares definidos por esos estudiantes y por esas pequeñas comunidades escolares.

O sea, creo que son experimentos interesantes. Son microescuelas, micro comunidades escolares donde hay voluntarios de la comunidad, que pueden ser padres, o contratan a un maestro local, y se reúnen para trabajar el currículum. No es lo que le llaman acá deschooling -no es descolarización, ni homeschooling, que es el trabajo del niño con sus padres. Estas son pequeñas comunidades donde se trata de trabajar con currícula a través de problemas, a través de resolución de problemas, desarrollo de proyectos, y al mismo tiempo, cumplir con el currículo escolar para que estos estudiantes puedan pasar de grado también.

Más allá de todo lo que puede generar en términos de desigualdad, la pregunta es ¿qué podemos aprender de estos experimentos de semidesescolarización? por ponerlo en palabras de Illich, para cuando volvamos a la normalidad, otra vez entre comillas, podamos innovar de una manera justa, que podamos innovar en la educación promoviendo aprendizajes más relevantes y al mismo tiempo no generando mayor desigualdad. Al contrario, promoviendo mayor igualdad de oportunidad de igualdades en el acceso a la educación.

Comunidades de aprendizaje, como una especie de prospectiva futura en diversos temas, han trabajado en este tiempo en la pandemia cómo resolvemos esto.

¡Qué gusto! Muchas gracias por compartir tus reflexiones, Daniel. Siempre son importantes estas voces frescas, diversas, amplias también. La reflexión de Illich es algo que nos recuerda a todos temas que siguen presentes, de una u otra manera. No porque haya más o menos tecnología, la esencia de la educación cambia. Y una esencia dialógica importante.

Agradecemos a Daniel, por estar con nosotros.

Un gusto, y saludos a todos los colegas en el Ecuador.

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