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Mery Torras: &#34Olvidamos que la literatura es algo que está dentro de una industria cultural&#34

22 de julio, 2015

 

Raúl Serrano Sánchez
Área de Letras

Invitada por el Área de Letras de la Universidad Andina Simón Bolívar, la crítica y docente española Mery Torras dictó en febrero de este año el seminario “Literatura y género”, dentro del programa de Estudios de la Cultura. Torras es Doctora y profesora del Área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Sus intereses como investigadora la han llevado a ahondar en el género y la literatura, los estudios culturales, la crítica literaria y la teoría queer, entre otros. Torras además ejerce la crítica literaria en varias publicaciones de su país. Coeditora, junto a Neus Carbonell y Neus Samblancat, de la publicación Lectora. Revista de mujeres y textualidad.

Es guionista, traductora y autora de diversas obras, entre las que se cuentan Tomando cartas en el Asunto, un ensayo que examina las relaciones de los géneros epistolar y femenino en la tradición occidental. En el campo de la literatura infantil publicó el cuento La meua germana Aixa.

¿Qué proponen como renovación, en la posmodernidad, los estudios de género y literatura?
Los estudios de género y literatura están en la posmodernidad proponiendo cosas, pero tienen una larga trayectoria. Yo creo que la gran ventaja de estos estudios es que no se pueden considerar como una escuela independiente, ni siquiera se pueden considerar como una metodología que tú apliques sobre un corpus y procedas según una serie de protocolos, y a partir de ahí tener un resultado. Los estudios de género y sexualidad, lo que a mí me han dado, es la necesidad de una revisión crítica que es capaz de teñir prácticamente todas las áreas. Tenemos, por ejemplo, un psicoanálisis feminista, una serie de mujeres y hombres que dentro del psicoanálisis, desde las perspectivas feministas, revisaron esa disciplina, esos protocolos, ese pensamiento, esos fundamentos; y como tenemos un psicoanálisis feminista, pues tenemos lo que tú quieras desde una perspectiva feminista. Es algo que cubre, se mezcla y tiñe diversos campos del saber, diversos campos del conocimiento, disciplinas científicas, no científicas, más humanas, más occidentales. Lo que sea.

En esa perspectiva, ¿qué crees que ha permitido deslindar, en Hispanoamérica por ejemplo, dentro de los estudios literarios, esta noción de género?
Poner en evidencia los procesos por los cuales el poder se ejerce y se delega, porque muchas veces, dentro del conocimiento, hay una serie de perspectivas que se presentan como universales, como no marcadas. En realidad son perspectivas masculinas, heterosexuales, blancas, colonialistas, occidentales, etc. Lo que han hecho, entre otras cosas los estudios de género y sexualidad, ha sido desafiar esas perspectivas presuntamente neutras. Que no lo son.

¿Qué torna diferente, dentro de la tradición, la presencia del género a la hora de hacer los estudios críticos de la novela latinoamericana actual?
Primero, rescata una serie de obras que por el simple hecho de ser escritas por mujeres no estaban en el canon; después invita a revisar las obras escritas por hombres o mujeres que sí están en el canon, que son más conocidas o que están frente a nosotros, para que las estudiemos incorporando esta revisión crítica. Después, obviamente, pone entre dicho metodologías que aplicamos –insisto– como si fueran neutras, como si fueran científicamente no marcadas y que no obstante están hechas desde un lugar político.

En esta línea de reflexión, se han dado casos de autores (hablo de hombres) que, en algún momento de la tradición literaria hispanoamericana, desarrollaron o propusieron, ya sea por su filiación política o porque tuvieron una conciencia muy clara que se revela en sus obras, esta noción de género. ¿Crees que eso fue posible?
Yo no creo que una obra para ser leída desde el género de la sexualidad o desde algún lugar identitario o de revisión, como estamos viendo, necesariamente tenga que estar escrita por una mujer, por un hombre gay o por un hombre negro. En realidad, es desde la posición de una lectura que tú te enfrentas a esa construcción cultural que es la obra, y estás legitimado o legitimada para leerla poniendo en relieve estas perspectivas; pero, para que nos entendamos, he dicho un poco burdamente: hay hombres gay que producen obras homofóbicas, y hay mujeres que producen obras machistas, unas feministas o muy poco susceptibles de leerse desde esta reivindicación. Entonces no es la ideología de quien escribe, es el aparato teórico de quien lee las obras lo que hay que considerar.

En ese mismo sentido, ¿qué juicio te merece lo que se ha denominado por parte de cierta crítica como literatura light?
¿Literatura light?

La literatura que sobre todo han producido mujeres en estos tiempos, aunque hombres también han trabajado literatura de esta índole.
¿Te refieres a la literatura fácil de leer, al bestseller, etc.? Nunca se me hubiera ocurrido que este tipo de literatura fuera marcada por una biología de autora mujer. Creo que existe esta literatura, la producen hombres, mujeres, incluso la producen, a veces, reputados autores para seguir cotizando y seguir existiendo en el mercado; esas son cosas que, a veces, la industria editorial lo exige. No la estoy criticando. Estoy diciendo que a veces olvidamos que la literatura no es algo que se produce en torres de marfil como románticamente se ha tratado de demostrar, sino que es algo que está dentro de una industria cultural, económica.

También pienso que una obra, por ser un bestseller, no es necesariamente una mala obra. Creo que escribir bestsellers también implica una estrategia y un conocimiento retórico y literario que merece ser escuchado, por eso también diría que hay buenos bestsellers y malos bestsellers. Con lo cual esa literatura light, en sí misma, como un conjunto, no me genera una respuesta, digamos inflexible y posesionada. Tendríamos que ver qué es la literatura light o de quién hablamos cuando hablamos de la literatura light y analizar estas obras del mismo modo que dentro de los estudios culturales, por ejemplo, se ha analizado ese producto tan desechable que parecía que no había que prestarle ninguna atención como son los culebrones o telenovelas, y que una encuentra sorpresas en ellas cuando empieza a analizarlas.

¿No crees que ahora hay una tendencia a insertar ciertos elementos que vienen de este debate del género para, precisamente, reconstruir algunas nociones desde el poder o de la cultura hegemónica? En otras palabras, la telenovela es asumida como una estrategia que va a permitir también abordar y ahondar en este tipo de cuestionamientos. ¿Crees que eso es posible?
Sí. Un ensayo, que ya tiene muchos años, es de los ochenta, de Tania Morles, decía que tenemos que prestar atención a la figura de la villana porque, mientras a la protagonista buena siempre le sucede que se queda embarazada, tiene que abandonar a su hijo y tienen que pasar no sé cuántos capítulos hasta que lo encuentre y es desgraciada porque ha sido seducida, bla, bla, bla; la villana, en realidad, no queda embarazada, pero no tiene ningún reparo en decir que está embarazada para conseguir algo. Luego se descubre que fue una mentirosa, una traidora, bla, bla, bla, y seguramente será castigada. Pero, mientras no es castigada, la villana realmente es un sujeto muy empoderado que desarticula los discursos machistas.

De manera general, siempre la villana es la que se lleva los aplausos y la buena pasa a un papel más bien secundario. Se pone en evidencia “la transparencia del mal”.
Entonces, en productos como estos no creo que hay que ser despreciativo y decir no, no sirven para nada.

¿No hay que satanizar temas así?
Debemos pensar que hay que analizarlos como productos culturales, eso nos lo enseñan los estudios culturales.

Hoy la presencia de las mujeres en la literatura, creo que en todo el mundo, es fuerte, no digamos en América Latina. ¿Esto dará paso a una superación de la noción de género, o crees que esta noción se va a ver trastornada o transformada?
Creo que tenemos género para rato. Eso no quiere decir que las transformaciones que ha habido últimamente, a propósito de la noción de género, no me parezcan muy importantes; la más importante es que esta dicotomía de género, porque hablamos de género como si fuera solamente mujer, pero género también es hombre, porque los géneros son dos y son géneros que se presentan como contrarios y complementarios, por lo cual en realidad son como una moneda con dos caras. Justamente ese concepto de los géneros como contrarios/complementarios –esa idea de que eres uno de los dos, que no puedes ser ninguno de los dos, tienes que ser uno y no puedes ser los dos–, toda esa idea se ha transformado. El concepto de género está cambiando desde el mismo concepto, porque ahora entre el uno y el dos estamos empezando a ver posibilidades intermedias, casi como que uno es demasiado poco y dos son demasiado. En realidad, también estamos viendo las grandes semejanzas que existen entre los hombres y las mujeres, y no tantas desemejanzas. Hay muchas cosas que nos hacen parecidos.

Qué enseñaza expresa esa visión de un feminismo muy dogmático respeto a la idea, por ejemplo…
Esta es otra cuestión. Hablamos de feminismo, pero hay muchos feminismos. Para cualquier colega mía, yo no soy feminista, porque, por ejemplo, no trabajo con una idea de mujer cerrada, identitariamente fuerte, esencial y biológica. Su feminismo sí; su feminismo cree que estamos biológicamente marcadas las mujeres con una diferencia. Yo trabajo con otra idea de género pero que no parta de la biología, y no es una idea fuerte de género; es una idea de género construida discursivamente.

¿Cómo crees que se abordaría esta propuesta de Virginia Wolf de que la mujer necesita una “habitación propia”? Ahora, esa habitación, en tiempos como el de la globalización, con todo lo que la posmodernidad construye y deconstruye, ¿en qué medida tiene sus limitaciones?
No te olvides que Virginia Wolf, además de la habitación propia, pide las guineas; es decir, pide el dinero. Eso también lo necesitamos, porque, obvio, ningún hombre ni mujer, si tiene que trabajar de sol a sol, si tiene esa necesidad, no va a poder encontrar el tiempo para escribir, para producir, para invertir, ni siquiera en el pensamiento. Virginia Wolf, también recogió varios testimonios de mujeres que escribían en circunstancias complejas, o con el bebé en brazos, y que quizás cuando venía el esposo escondían sus cuadernos de anotaciones en la chimenea, debajo de alguna cosa porque había esta prohibición. Creo que ahora no existe. No es que sea muy optimista, porque escucho a escritoras como Cristina Peri Rossi siempre bromear y decir: “Huy…, ahora que hay tantas mujeres en la literatura, tenemos la prueba de que la literatura ya no cotiza nada, ya no es lo que importa, que nos dejaron estar”. Lo que ella quiere decir es que tampoco es esa la idea. La ironía está bien, todo lo de Cristina Peri Rossi está bien: la poesía, la ironía. Ella es una mujer muy inteligente, muy buena narradora, muy buena poeta.

Entonces creo que obviamente necesitamos, todos y todas, esa habitación propia, ese espacio y, sobre todo, ese sustento, esa tranquilidad, al menos para poder producir. Lo que sí es cierto es que, ahora, por ejemplo, un medio como Internet, en donde tú puedes armar tu blog, desde donde puedes mandar a revistas digitales tu artículo crítico, incluso tu poema, que puedes de algún modo estar informado o informada de tantas editoriales y de tantos lugares donde puedes publicar, facilita las cosas. Sin duda que ese podría ser un espacio. Pero tampoco nos engañemos: no todo el mundo tiene acceso a ese espacio, o no lo tiene con la misma facilidad.

Pero también se impone algo, por ejemplo, en el caso de la literatura básicamente, no es que tampoco por esta idea de la práctica de género o de las opciones sexuales, a veces se ha pretendido que cualquier cosa puede ser legitimada como literatura. Me parece que, en este caso, también hay que tener una mirada crítica.
¿Te refieres al valor?

El valor en sí mismo del texto, es decir, que éste no esté mediado por la condición de que alguien porque es gay es un gran poeta, un gran narrador, etc.
No, claro. Además, probablemente, por ser gay, tratar temas gay, le costará más llegar a publicar, llegar a difundir su obra. Claro que no. De todas formas, el valor también es un elemento construido y variable y eso también hay que tenerlo en cuenta. Este es uno de los debates muy evidente, desde que Harold Bloom publicó el canon literario; pues es una cosa que estamos arrastrando. Yo creo que no hay que perder de vista los procedimientos a través de los cuales, en determinados contextos, decimos “esta obra es buena o esta obra es mala”, porque no lo decimos desde la nada; lo decimos con una serie de prejuicios, en un sentido de juicio previo que está asociado a lo que nosotros creemos que es literatura y literatura valiosa.

En mi faceta como crítica literaria, una de las cosas que he tratado de hacer, ahora lo práctico menos, es explicitar, poner de manifiesto, explicar al lector de mi reseña crítica, los motivos por los cuales yo estoy haciendo un juicio de valor; fundamentar el juicio de valor, porque a veces pasa que lo que para mí es algo reprobable o no tan interesante, o no es fundamental ni central en mi lectura de esta obra, para otro crítico lo es. Entonces yo explicito mi juicio y por qué, y si esa otra lectura también hace eso, una tercera persona que lea las dos reseñas puede de algún modo posesionarse y saber por qué si simplemente lee: “esto es un asco, esto es basura o esto es extraordinario, maravilloso”, yo creo que no aprende de la literatura.

No hay que perder de vista que el valor es un constructo cultural, no es solamente un constructo individual de Mery Torras cuando lee la obra, sino que es un constructo cultural de Mery Torras dentro de un contexto académico, científico, cultural, social que también hace que Mery Torras valore esto por todo lo que ese contexto muestra.

Sí, pero el valor de un texto está dado por lo que tú muy bien explicas, además en el caso de un texto literario concreto, está mediado, al margen de sus valores colaterales diseñados y determinados por el contexto, por una calidad que el texto debe manejar y exhibir.
Los dos, mezclados, entran en diálogo. Pero hay una labor de escritura, desde luego que sí.

Quito, febrero de 2012