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ENTREVISTA | Gonzalo Ordóñez: “Es en el barrio donde se va a resolver una buena parte del voto, y no tanto en las redes sociales”

3 de febrero, 2021

Gonzalo Ordóñez, docente del Área de Comunicación de la Universidad Andina Simón Bolívar, analiza los discursos políticos en los medios y los efectos en la comunicación. A propósito de la coyuntura, examina cómo ocurre la campaña electoral en los entornos virtuales, y su repercusión en la ciudadanía.

 

¿Considera que los candidatos necesitaron migrar su campaña electoral a espacios virtuales? ¿Cómo mira el desarrollo de la campaña electoral en espacios virtuales, en el contexto de la pandemia?

Lo primero que se debe decir es que el confinamiento no ha roto el mundo del cara a cara. Estamos mirando unas reacciones sociales explosivas en muchas partes del mundo, justamente con el confinamiento, porque las redes sociales no resuelven el tema del mundo real.

Eso nos hace pensar que la política se está haciendo en las redes, y no es así. Se hace en las familias. Esto deja ver la relación entre los adultos mayores y los jóvenes, por ejemplo. Los padres traen las noticias a la casa, y son los hijos que dicen, “no, papá, no crea en eso. Eso es falsa noticia. Revise las fuentes verídicas”.

Aunque hay mucha información que se mueve, también hay mucha información que se busca entre los medios más conocidos. Tenemos gente que entra a internet y va formando una discusión social. Y lo mismo pasa con los candidatos. Hay gente que tiene menos interés, menos acceso, que no tienen habilidades que se necesitan para navegar, verificar. Hay grupos sociales que nos las tienen, y no necesariamente es por condiciones económicas. Eso es algo que requiere formación ciudadana.

O en ciertos casos, también es una elección ideológica de personas que deciden no tener celular o cuentas en redes sociales.

Esa posición antisistema, antitecnológica es una posición ideológica, pero no es una posición científica. Y ese es justamente el problema; la academia y la política en Ecuador están extremadamente polarizadas e ideologizadas.

Ahora que estamos realizando en el Área de Comunicación varios análisis, hemos tratado de ubicar a los candidatos políticos en los humanismos de Harari; el humanismo liberal, el socialista y el evolutivo. Un primer descubrimiento es que la mayoría de los candidatos están ubicados en la versión social. En el Ecuador históricamente todo se va por lo social, pero desde el punto de vista de lo social ideológico. Y eso es importante para entender lo que están ofreciendo los candidatos: una versión desde el Estado; el Estado es el que sabe lo que es mejor para la ciudadanía, según esta visión.

Entonces, casi todos los candidatos están ofreciendo cosas desde el Estado. Socialmente no nos damos cuenta de que no hay tal postura como existencia, porque todo lo que ofrecen lo pagamos nosotros.

Tú acabas de señalar que hay personas que prefieren no utilizar la tecnología. Es una postura ideológica extrema que alimenta, no el análisis, sino la ideología. Un ejemplo de esto es el movimiento indígena que históricamente se ha alineado a la izquierda. Entonces, la idea de tumbar la estatua  de la reina por un tema de 500 años de colonialismo, te muestra la ideología, pero no la propuesta. Pienso que no se compadece con las situaciones reales, porque la mayor parte de la migración se hizo a España.

Si relacionamos esto al momento electoral que vivimos, ¿cuál sería la manera más madura de verlo desde el lado más científico, desde el lado más ideológico, porque también la política puede llevarnos a extremos ideológicos e incluso a los fanatismos?

Exactamente. ¿Qué es lo que estamos mirando? Primero, el mapa electoral se va por lo social; estoy viendo desde este punto de vista de lo social, no como el avance social, sino como esta versión de que el Estado predomina sobre el individuo. Y este extremo termina conduciendo a los totalitarismos, populismos, autoritarismos.

Y en el otro lado -la versión extrema sobre el individuo liberal- también nos lleva al autoritarismo; ya lo demostró Trump. “Aquí, nosotros los norteamericanos decidimos”. Y ese individualismo extremo también llevó al autoritarismo, esta versión antisocial. Entonces, las redes están polarizadas en eso.

¿Cuáles son las redes que están siendo más utilizadas por candidatos? ¿Cuál debería ser la más indicada?

Yo no creo que exista una más indicada, porque son segmentos y condiciones diferentes. Por ejemplo, para llegar a los jóvenes –como bien lo está haciendo cierto candidato- se utiliza Tik Tok.

Instagram se utiliza para circular mensajes más simples y visuales.

Twitter es la que mueve un poco la dinámica del criterio. No tiene muchos seguidores, pero marca el análisis, y por eso es tan importante.

A Facebook migraron todas las generaciones de los adultos jóvenes y de los adultos mayores. Por eso muchos jóvenes prefieren no utilizar esta red. “En Facebook está mi mami y ve mis cosas. Así que prefiero Instagram porque sé que ella no está ahí”, es el pensamiento de los jóvenes.

Donde está la gente, está la política.

Lo que yo veo claramente es que la vieja política sigue haciendo vieja política en nuevos medios. Y eso nos devuelve un poco al principio. Cuando fue el debate, yo me quedé preocupado, porque en los discursos no existían el confinamiento ni la pandemia. La vacuna es todo lo que apareció. ¿Qué es lo que te demuestra eso? Que realmente esos políticos y los discursos son los mismos de antes de la pandemia. Y ese es el tema generacional.

¿Se puede pensar en que estas nuevas formas caricaturizan a la política y a los políticos? Se ha pensado que la política debería ser un campo serio, pero vemos a un candidato haciendo Tik Tok. ¿Hasta qué punto es simplemente un tipo de populismo que busca ganar adeptos haciendo un show con videos?

La clave de esto depende del nivel de análisis, de la unidad de análisis. Si tú supones que el mundo virtual y el mundo real del cara a cara son dos entidades separadas, eso es posible. Ganaría, entraría por Tik Tok. Pero no funciona así. Tú puedes ver al candidato divertido, pero finalmente, surge la interrogante de qué van a pensar tus amigos, qué va a pensar la familia, por dónde está tu familia, por dónde se mueven las discusiones con los amigos.

En la política, no juega el análisis y la decisión racional. No. Finalmente, juegan tus estados emocionales, tu vida, tu enojo. Como dice Steven Pinker, las elecciones son el derecho al pataleo; es lo que necesita una democracia para subsistir.

Entonces, pensar que Tik Tok genera un voto es tan absurdo como pensar que no lo genera. Las dos son nociones válidas.

En ese sentido, los compartidos, los “me gustan”, los comentarios, las reacciones en las distintas redes, ¿en qué punto se corresponden con la intención de voto?

Tiene que ver con el tema de la autorrepresentación. Las redes sociales -y eso es una investigación de Turkle muy buena- son el espacio de la autorrepresentación. En las redes sociales esperamos, estamos marcados por el “me gusta”, lo cual significa que tratamos de decir lo correcto, lo que el otro espera.

Entonces, cuando tú tienes esos comentarios, esos comentarios están marcados por lo que quieres oír en este espacio.

En el contexto electoral, los candidatos seguramente invierten económicamente en publicidad en las redes. ¿Hasta qué punto eso va a verse reflejado en el voto?

Eso va a ser efectivo, porque ya es efectivo en la vida real. Eso es lo que hay que entender. Es decir, hay una idea de que existen empresas que cambian el voto de la gente. En realidad, no es que lo cambian, sino que ofrecen a la gente lo que quieren. Es decir, “yo iba a votar por X candidato. Pero hacen un análisis de mi comportamiento en las redes sociales, y se dan cuenta de las cosas que me interesan y con las que yo estoy de acuerdo. Así que de pronto, entro a las redes sociales y me aparece un candidato ofreciendo aquello que yo busco. Y como resultado digo, este candidato está por donde yo quería”. No es que cambió mi voto; es que está yendo por donde yo quería. 

Pensar que las redes sociales son las que mueven el voto es solo parcialmente cierto. Y habrá que ver cuál es el efecto cascada sobre eso. Aunque el acceso a internet se ha incrementado por efectos de la pandemia, todavía hay una población que no tiene acceso a internet.

Entonces yo me pregunto si es que los candidatos han llegado a WhatsApp. Y no han llegado a WhatsApp. Y ahí está un espacio para la política. Yo diría que ese es el medio más idóneo. Pero qué significa estar en WhatsApp. Estar en WhatsApp es estar en la gente, estar en los grupos. Y también puede molestar.

Hay un autor que lo llama la hiperterritorialización. Es decir, no es que existe un mundo virtual y un mundo real. Sino que ese es nuestro nuevo territorio, es el territorio de nuestras dinámicas humanas en la vida.

Una de las cosas que internet botó al tacho de basura es la idea de que se habían perdido los ritos sociales. Finalmente, cuando el confinamiento nos pone de cara frente a la tecnología, la gente hace todo lo contrario: dedicarse a conversar. Cuando, si hubiera sido cierta la hipótesis, tendríamos jóvenes totalmente contentos y felices encerrados en sus habitaciones, haciendo sus tareas, llamándose y enamorándose por redes sociales. Y eso no es cierto.

El error es pensar que la pandemia cambió a los seres humanos. La pandemia no puede haber cambiado la naturaleza humana, y mucho peor haber cambiado una tendencia que ya existía. La posición crítica es ver cómo nos van a afectar las tecnologías para socialmente incorporarlas, y rechazar algunos aspectos.

“Dadme un balcón, y seré presidente” o "dadme una red y seré presidente·"…

Los seres humanos por naturaleza buscamos un equilibrio. Y las redes sociales y el internet lo que están haciendo es afectando ese equilibrio permanentemente, porque tratan de mantenerte conectado. Y para mantenerte conectado, haces un Tik Tok, ves algo divertido, llamas la atención. Pero no hay que olvidar que esto también se va. Se dice lo que la gente quiere oír.

Entonces, sí, efectivamente hay una banalización de la política. Pero también es equivocado suponer que las redes han vuelto todo banal y estúpido y superficial. No lo creo. Lo que pasa es que las redes muestran lo que antes era imposible que lo veamos todos al mismo tiempo.

La evolución de los populismos o los discursos en su apariencia cambia de forma, pero va en el mismo sentido. ¿Se trasladó el show de tarima al entorno virtual?

Si, efectivamente. Y se amplía. Como dice Castells, se amplifica la vida del cara a cara, generando una visión más grande de lo que antes era restringido. Pero eso no separa, no deja por fuera lo local, la experiencia de lo local. Es en el barrio donde se va a resolver una buena parte del voto, y no tanto en Tik Tok. Cuando digo el barrio, estoy hablando de la experiencia de lo local, donde yo vivo, mi familia, los sitios que visito.

Por tanto, ¿cuánto influye la comunicación en este quehacer político electoral?

La comunicación se ha probado que influye. Me parece que el qué no es tan importante como el a quién y el cómo.

La comunicación surte un efecto; nos da elementos para alimentar nuestras identidades y nuestras identificaciones. Como dice Martín-Barbero, no es que te llega mecánicamente la comunicación, no te llega verticalmente, sino que nosotros nos apropiamos de la información, la recreamos.

Los memes son el mejor ejemplo. Llegan porque compartimos significados sociales. Los mensajes de Tik Tok llegan a los jóvenes, porque los jóvenes viven eso. No es que Tik Tok ha hecho la realidad, sino que ha recogido la cotidianidad, y en ese recoger, ha alimentado la cotidianidad.

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