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Entrevista al autor Iván Rodrigo Mendizábal: “Podemos pensarnos en futuro a través de la literatura de ciencia ficción andina”

5 de noviembre, 2021

Historias desde el futuro: ciencia ficción andina como antropología especulativa es el reciente libro publicado por Iván Rodrigo Mendizábal, docente del Área de Comunicación de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.

A lo largo de cuatro capítulos, el autor hace un recorrido por obras literarias de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, en tres períodos diferenciados de los siglos XIX, XX y XXI.

A propósito de esta publicación, presentamos una entrevista con el autor.

 

¿Cómo entender las ficciones prospectivas utópicas de las que habla en el libro?

En Historias desde el futuro: ciencia ficción andina como antropología especulativa realizo el planteamiento de tres conceptos con los que intento agrupar períodos de ciertas obras de ciencia ficción andina.

Estos tres conceptos son: “ficción prospectiva utópica”, “ciencia ficción escéptico metafísica” y “ciencia ficción poshistórica”. Claramente, se intenta agrupar novelas de ciencia ficción andina del siglo XIX, del XX y del XXI. Con el primer concepto, me refiero a ese tipo de novelas que se escribieron en el área andina, si bien queriendo emular La República de Platón, o Utopía de Thomas Moro, a la par son ficciones de carácter político donde sus autores piensan cómo podría ser la nación del futuro si se aplicasen los idearios del liberalismo. Entonces, no se trata solo de novelas que idean países que podrían ser, sino también naciones que abrazando el capitalismo y aplicando ciertas políticas, llegarían a feliz término, y eso si se empieza con el presente de su tiempo.

Puede ser que haya una contradicción entre “utopía” como un sin-lugar, o un lugar ideal, con la “prospección” que alude a la previsión mediante la planificación; pero lo importante es si se piensa el futuro posible como algo realizable es soñándolo a partir de que se está haciendo algo.

La literatura de ciencia ficción es anticipación al igual que imaginar un mundo mejor. Esto se puede ver, por ejemplo, en una novela ecuatoriana del siglo XIX, precisamente la fundadora de la ciencia ficción ecuatoriana, La receta, novela fantástica de Francisco Campos Coello, escrita en 1893. Este escritor era un político, un humanista, el alcalde de Guayaquil que llevó el agua potable a dicha ciudad, la rediseñó, fundó la biblioteca, entre otras obras; es decir, un adelantado en su tiempo. Aparte de ello, era un escritor y periodista; esta novela entonces demuestra que, una vez hechas estas y otras obras públicas, viéndolas en el futuro –la obra sitúa su trama en 1999–, considerando sus efectos, además de implementar políticas liberales en Ecuador, el país entra a una época de felicidad.

En el primer apartado, examina obras que anticipan el futuro. ¿Cómo se conjuga en la literatura latinoamericana esa necesidad de la humanidad de mirar el futuro, con lo ya conocido?

En realidad, la ciencia ficción anticipa el futuro, pero las de la primera etapa además pretenden dar alguna solución, usando la representación ficcional a lo que se vive. En el siglo XIX, los países latinoamericanos, pese a los procesos independentistas, vivían en fuertes tensiones entre conservadores y liberales, se daban golpes de Estado, dictaduras… Hay un largo período para que las repúblicas se vayan enrumbando. La literatura es evidente que también va retratando las fisuras, los problemas, los devenires de las naciones en ciernes.

Pocos escritores, en este contexto, intentan escindirse de las imágenes románticas, lastimeras, realistas para elaborar historias que más bien muestren la posibilidad de otro tipo de países y de naciones. Es ahí donde se inscribe la ciencia ficción, sea esta temprana, la moderna o la contemporánea.

Pues bien, es verdad que los escritores de la ciencia ficción están intentando abrir otro diálogo con la sociedad, de decirle que, si se piensa el futuro, es posible cambiar el presente. Creo que en la voluntad humana siempre hay la pregunta por el mañana y, más aún, el deseo por el futuro. El problema es que el día a día, las contingencias que se viven impiden realmente pensar en el futuro. La literatura de ciencia ficción en Latinoamérica, contra el canon, intenta plantear precisamente la pregunta por el futuro.

En el segundo capítulo, estudia el modelo de futuro de la sociedad. ¿Cómo proyectan las obras estudiadas ese panorama?

En el segundo capítulo, la idea es ver una ciencia ficción andina de tipo sociológico. Pienso que sus escritores están influenciados por el pensamiento de H.G. Wells, en parte, pero también ven los problemas de cambio de época, de cómo Latinoamérica no logró insertarse realmente en la modernidad; es una ciencia ficción entre guerras, cuya derivación incluso deriva en una visión existencial y hasta antiutópica.

Entonces, las novelas de este período son más bien evaluativas de lo que se vive, de las promesas incumplidas, de lo que supuestamente se podría haber logrado con unas políticas sociales que en lugar de llevar a la felicidad a la humanidad la destruye, todo ello puesto en un plano futurista.

Los escritores saben que el liberalismo ha cambiado de rostro, incluso se avizora que hay mucho de autoritarismo, de falta de libertad. La idea es que es mejor ver los problemas actuales como si fueren problemas del futuro, o puestos en visión de futuro. Hay una novela colombiana, Barranquilla 2132 escrita en 1932 por José Antonio Osorio Lizarazo, novela que hace ver que, aunque en dicho país el liberalismo pudo haberse constituido, es a título de eliminar las más elementales formas de socialidad; el viajero en el tiempo que le toca ver aquello finalmente querrá morir por no estar en condiciones de seguir aceptando lo que ve.

La ciencia ficción, en este contexto, usa esa estrategia, la de hacer un extrañamiento de la realidad, pero llevándola a otro tiempo, el del futuro, el de un tiempo incluso fuera de esta Tierra, para conocer mejor, con más perspicacia, los problemas. Esta idea deviene de Darko Suvin, un teórico de la ciencia ficción, quien añade, por otro lado, que tal extrañamiento o distanciamiento cognitivo implicará a un novum, a una novedad, pues la ciencia ficción, al demostrar que hay tecnologías para el mal, ¿de qué visión utópica, de libertad entonces se puede hablar?

Habla de una ciencia ficción poshistórica que lleva al lector hacia un recorrido por las ruinas, observando sistemas opresores. ¿Es la literatura una forma de discurso ideológico también?

Esto es la última parte del libro, esa ciencia ficción escrita al calor del desencanto, del desconcierto, cuando nadie cree en el Estado-nación, cuando la política se ha vuelto un campo aborrecible. En el mundo se han escrito distopías luego de la Segunda Guerra Mundial; en Latinoamérica estas devienen luego de la adopción y la decadencia del neoliberalismo; esto continúa hasta ahora, es decir, el capitalismo es una forma de distopía que destruye todo, que aniquila las libertades reales, aunque hay una ilusión de que se tiene todo y se vive plenamente: todos estamos atrapados en un sistema lleno de contradicciones, donde la crisis es permanente.

La ciencia ficción andina entonces matiza esto: países desmembrados, países sin gobierno o fragmentados porque incluso las dictaduras no pueden sostenerse. Por ejemplo, una novela boliviana, De cuando en cuando Saturnina: una historia oral del futuro (2004) de Alison Spedding en cierto modo plantea el fracaso del modelo político que luego habría llevado a Evo Morales a la presidencia.

El problema es que lo que hace que la Bolivia del futuro se vea en ruinas es porque ciertas formaciones sociales dinamitan desde adentro los procesos revolucionarios. De este modo, digamos que la ciencia ficción, independientemente del período también hay que verla como un tipo de ficción política, pero no tiene que ver con algún tipo de discurso ideológico: los escritores futurizan o desfuturizan la realidad de los países, y lo hacen con sus propias convicciones que no pueden encasillarse de ideológicas.

En su libro plantea la existencia de una ciencia ficción andina. ¿Qué le caracteriza y qué le diferencia de la ciencia ficción de la literatura universal?

Sí, hay una ciencia ficción andina, como puede ser una ciencia ficción latinoamericana o una ciencia ficción ecuatoriana, peruana, boliviana, etc. Y hay que reafirmarlo, porque si bien lo que intento es establecer y construir una tradición, basándome, por cierto, en lo que algunos críticos han dejado como menciones, como huellas, como citas. Asimismo, intento posicionar en el canon de la literatura ecuatoriana y latinoamericana la existencia de un tipo de literatura que curiosamente se ha escrito, pero de la cual hay muy poca referencia, acaso olvido, acaso exclusión intencional, acaso descreencia de que esa literatura puede ser “ciencia ficción”.

Y siento que este propósito no había sido una cuestión personal, sino una de una comunidad académica. De pronto, gracias a la investigación, me vi envuelto en una red de investigadores internacionales que tenían el mismo propósito: situar la ciencia ficción como literatura distinta, horadar el clásico canon, evidenciar que no hay un puñado, sino una buena cantidad de escritores y producciones que no se pueden desconocer.

Interesó en mi caso, hacer ver que el área andina hizo y sigue haciendo ciencia ficción. Claro que por cuestiones también de una cierta identidad, el área andina nos identifica y nos hace ver que somos un tejido cultural que, aunque tiene sus diferencias, al mismo tiempo tiene inquietudes sobre el futuro. Ahora bien, seguimos discutiendo en qué se diferencia la ciencia ficción andina o latinoamericana de la tradición anglosajona. Una primera idea es que nuestra ciencia ficción es transcultural, tiene algo de los mitos, pero también mucho de lo que viene.

En su análisis recorre obras de los siglos XIX, XX y XXI. ¿Qué elementos hay en común a lo largo de estos siglos?

Mi preocupación en el libro principalmente ha sido lo político. Seguramente otros investigadores podrían ir por otros senderos, pero en mi caso, lo que me interesó es analizar la ciencia ficción de tres períodos desde la dimensión de lo político, es decir, de cómo esta literatura intenta dialogar con los deseos de construcción de nación, de Estado o de prospectivizar lo que podría venir, evaluar la realidad, ver, en definitiva, considerando las representaciones ficcionales, si la ciencia ficción demuestra que con la ciencia y la tecnología el ser andino tiene para sí la libertad, es decir, lo nuevo, distinto, refundador, toda vez que se ha pasado por experienciar el mal, el desastre… ¿Es una utopía del futuro?

¿Por qué leer ciencia ficción andina?

Y no solo la ciencia ficción andina, sino también la latinoamericana y la mundial; hay que leerla, compararla, confrontarla, hacerle valer su lugar. En un artículo, “La lectura de la ciencia ficción”, que publiqué en 2014, señalé algunas ideas: primero dialogar con la ciencia ficción, pues no solo leerla, sino también preguntarle, abrir sus ideas, sus propuestas, sus estrategias. Todo esto enriquece, nos lleva a descubrir mundos.

Segundo, estar dispuesto a adentrarse a dichos mundos, desconocidos, donde están jugando con cierta singularidad la ciencia y la tecnología, a sabiendas que en nuestro mundo contemporáneo la ciencia y la tecnología determinan más la vida cotidiana.

Tercero, dejarse llevar a esos mundos para extrapolar la realidad a otras dimensiones. Cuarto, saber que podemos pensarnos en tiempo futuro. Y creo que la ciencia ficción ecuatoriana nos invita a hacer esto.